
Un orador preguntó a la audiencia en una sala de conferencias.
—Hay dos días muy importantes en la vida. ¿Cuáles creen que son?
La audiencia dio varias respuestas como “el día en que nací”, “el día en que me casé” y “el día en que nació mi hijo”. El orador mencionó sus respuestas una por una y dijo con una sonrisa.
—El primer día importante en la vida es cuando nacieron, como muchos de ustedes han dicho. Al verlos asentir con la cabeza, creo que todos están de acuerdo con eso. Entonces, ¿cuál es el otro día importante?
—¡El día de nuestra muerte! —respondió la audiencia con confianza como si pudieran adivinar la respuesta correcta.
Entonces el orador negó con la cabeza y dijo:
—El día de la muerte no es importante. Las personas van a morir algún día, y si mueren no pueden tener ningún impacto en sus vidas porque todo ha terminado. El día en que conocen a un ser amado y tienen una familia es importante, y el día en que nace la segunda generación también es muy importante. Pero hay un día más importante que estos. Es el día en que comprenden por qué nacieron.
* Este artículo se adaptó de las palabras de Richard J. Leider, autor y columnista.