
En marzo de 2019, se entregó una breve nota con efectivo a una compañía de autobuses en Corea.
“Hace unos cuarenta años, robé una moneda de una recepcionista mientras trabajaba en su empresa, y dos fregonas. Por favor, perdóneme. He incluido 35 000 wones [30 dólares].”
Como no se escribió ningún remitente en la carta y esto había sucedido hacía décadas, la empresa no tenía forma de averiguar quién lo había enviado. Un representante de la empresa dijo: “Es una carta breve pero sincera. Pude sentir el peso de la culpa y la sinceridad de pedir perdón, que la persona debe de haber guardado en el corazón por cuarenta años”.
En mayo de 2017, una mujer de unos sesenta años visitó una estación de tren. Cuando era estudiante de secundaria, robó un boleto suburbano de 550 wones (0,47 dólares) de la estación. La mujer entregó una carta que decía: “Estoy realmente avergonzada de ese momento y siempre me he lamentado. No se ha borrado de mi conciencia por muchos años. Puede que no sea suficiente devolverlo mil veces. Ahora estoy contenta de poder devolverlo”. Junto con la carta había 550 000 wones (470 dólares).
No importa lo pequeño que sea un error, no es fácil admitirlo y pedir perdón. Deben de haber sido lo suficientemente valientes para hacerlo, gracias a su hermosa conciencia.