
En el siglo XIX, cuando la tecnología médica no se había desarrollado, Emil Theodore Kocher, profesor de la Universidad de Berna, Suiza, era conocido como una autoridad en tiroidectomía. Porque, si bien la cirugía estaba prohibida en algunos países debido a su alta tasa de mortalidad, él la realizaba de manera segura con una desinfección completa y excelentes técnicas.
Sin embargo, en 1882 se publicaron en la comunidad médica algunos casos de efectos secundarios graves de la tiroidectomía. Después de conocer el contenido, Kocher examinó inmediatamente a los pacientes que habían pasado por su operación. Como resultado, los pacientes a quienes se les extirpó parcialmente la glándula tiroides estaban bien, pero muchos de los pacientes a los que se les extirpó por completo, mostraron efectos secundarios. Si revelaba este hecho, tendría una mancha indeleble en su reputación.
No obstante, Kocher admitió su culpa y puso todo su empeño en encontrar el método quirúrgico correcto. El resultado del estudio de Kocher redujo significativamente los efectos secundarios de la cirugía de tiroides y, por primera vez como cirujano, recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por su contribución al avance de las técnicas médicas.
No es fácil aceptar y corregir sus propios errores. El premio Nobel de Kocher brilla más no solo por sus logros como médico, sino también por su actitud humilde al admitir su error.