La tierra natal y mamá

Kim Hyang-sun, desde Uijeongbu, Corea

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En un día no laborable, que usualmente no tengo, estaba ocupada haciendo todos los quehaceres domésticos que había postergado y no me percaté de que mi teléfono estaba sonando.

Revisé mi teléfono después y vi que había una llamada perdida de mi mamá.

—¿Me llamó?

—Sí, ¿te desperté? ¿Ya te levantaste?

—Por supuesto. Mire la hora.

Mi mamá se sentía apenada porque yo había estado trabajando medio tiempo desde hacía unos años para ayudar con los gastos de la educación de mis hijos. Me dijo que su vecina le había dado rábanos grandes y agradables, así que preparó kimchi de rábano picado y me lo envió. Me pidió que la llamara para avisarle cuando llegara el paquete.

—No tenía que hacer eso, mamá. Tengo casi cincuenta años. Puedo hacerlo por mí misma. No se preocupe tanto por mí.

—Estás ocupada trabajando y no cocinas muy bien. Por eso…

Al día siguiente, llegó el paquete. Pude ver el nombre de mi mamá y su dirección en mi ciudad natal entre las cintas que puso por toda la caja. Se sintió extraño.

—¡El lugar donde vive mi mamá! Sí, el lugar donde yo también viví. Vivimos juntas allí.

Extrañé mucho mi ciudad natal y estuve a punto de llorar, pensando en mi mamá que estaba allí sola, extrañando a sus hijos. Dentro de la caja, había unas guarniciones y también el kimchi de rábano picado y aceite de perilla. Pude sentir su amor en todas las guarniciones que puso en bolsas de plástico atadas con gomas elásticas, para asegurarse de que se mantuvieran dentro de las bolsas.

Un día, semanas después del Año Nuevo Lunar, mi mamá me dijo que había enviado arroz. Mi mamá, que tiene cuatro hijas y un hijo, sabía incluso cuándo se quedaba sin arroz su segunda hija.

Recibí el paquete y recordé que mi mamá me había dicho que buscara su regalo en el arroz, así que revolví el arroz. Entonces sentí algo dentro. Era una bolsa de plástico. Abrí la bolsa y vi dos hermosos sobres con los nombres de sus nietas. Pensé que contenían cartas, pero cuando los abrí, vi 10 000 wones en cada sobre. Sentí curiosidad y llamé a mi mamá.

—Ja, ja, es una propina para tus hijas. La envié porque no pude verlas el feriado. Espero que les guste. Quería darles un poco más, pero como sabes, tengo once nietos. Puse un poco más para los hijos de tu hermana mayor porque ella ha trabajado mucho al ser la mayor, así que no te sientas decepcionada. ¿Está bien?

—Claro que no, mamá. Me alegra que lo haya hecho. En realidad, estamos bien, puede omitir a mis hijas.

—¡De ninguna manera! Amo a cada nieto que tengo. Si le das algo solo a un hijo, te sentirías incómoda por el otro hijo, y si le das algo al otro hijo, te sentirías mal por este hijo, sabes. Haré esto hasta que muera. Así que solo di: “Gracias”, eso es todo lo que necesitas decir. ¿Está bien?

Fue el amor de mamá que fluye a su hijo y hasta al hijo de su hijo sin detenerse.

Pronto será el cumpleaños número setenta y siete de mi mamá. Mis hermanas y yo decidimos tomar unas vacaciones de tres días con ella por su cumpleaños.

Mi mamá suena emocionada en estos días. Ahora que vive sola en su casa que está vacía como una cáscara sin fruto, después de que sus hijos se mudaron, supongo que le emociona que sus hijas, sus frutos, vayan a verla. Cada vez que la llamo, me pregunta cómo estoy y me pregunta una y otra vez si realmente podemos ir. No puedo esperar para ir a mi ciudad natal en donde está mi mamá y mis recuerdos de infancia con mi hermana mayor y mis hermanos menores. También espero el día en que estaré con el Padre y la Madre celestiales y con mis hermanos y hermanas espirituales para siempre en el hogar celestial.