Nunca digan “no”

5,189 visualizaciones

Los pensamientos de Dios, que declara el fin desde el principio y ve la eternidad, son más altos que los pensamientos del hombre, así como son más altos los cielos que la tierra (Is 55:9). Por eso la Biblia nos enseña a nunca decir “no” a la palabra de Dios. Es porque nuestro único acto de desobediencia puede alejarnos de las bendiciones eternas del cielo.

Los mandamientos de Dios son las palabras de vida que conducen a la humanidad a la felicidad y la salvación eternas. Como pueblo santo de Dios, siempre debemos decir “sí” a cada palabra de Dios y seguirla.

Dejaron sus redes y siguieron a Jesús

Dios escribió las cosas del pasado en la Biblia para nuestra enseñanza. Aprendamos el punto de referencia de fe que debemos tener hoy, en la época del Espíritu Santo, a través de la historia que sucedió en la época del Padre y la del Hijo.

“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” Mt 4:18-22

Los apóstoles Pedro, Andrés, Santiago y Juan respondieron “sí” cuando Jesús los llamó, diciendo: “Vengan en pos de mí”. Las barcas y las redes, que habían sido sus herramientas de subsistencia, ya no eran importantes para ellos. Eligieron el trabajo más valioso que debían hacer como seres humanos, porque creían que Dios los amaba. No les fue fácil seguir ese camino, pero ahora están disfrutando de una gloria impresionante y eterna, ¿no es así?

Nosotros también tenemos nuestro propio sufrimiento mientras recorremos el camino de la fe. Hay quienes dicen “no” a la palabra de Dios, incapaces de soportar el peso de la cruz invisible. Sin embargo, no podemos encontrar un solo versículo en la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis que diga que una persona fue bendecida al decir “no” a la palabra de Dios. Podemos cansarnos y angustiarnos, pero es temporal y, a través del proceso, Dios nos lleva al reino de los cielos rebosante de felicidad eterna. Sin olvidar este hecho, siempre debemos decir “sí” al llamado de Dios, como el pueblo de Sion.

Hicieron conforme a todo lo que Dios les mandó

“Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé. […] Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura. […] Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. […] Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.” Gn 6:9-22

El arca que Dios le ordenó a Noé que construyera era una enorme nave de tamaño inimaginable con la técnica marítima de su tiempo. Construir la enorme embarcación era una tarea muy difícil, y también debe de haber sido muy difícil llevar todo tipo de animales al arca: leones, lobos, serpientes, etc. Sin embargo, Noé hizo conforme a todo lo que Dios le mandó, diciendo “sí”. Fue porque tenía una fe absoluta en Dios, quien nos ordena hacer algo previendo nuestros beneficios futuros.

Después, se abrieron las cataratas de los cielos, y en la tierra se rompieron todas las fuentes del gran abismo; llovió durante cuarenta días y la tierra estuvo cubierta de agua. El arca, que se construyó de acuerdo con las instrucciones de Dios, no tenía ancla, timón ni vela —elementos esenciales para navegar—, pero llegó a salvo al monte Ararat y Noé y su familia se salvaron. Este fue el resultado de la fe de Noé que siguió a Dios diciendo incondicionalmente “amén” a su palabra, ¿no es verdad?

Ahora estamos morando en Sion, el arca de salvación. Algunos de nosotros podríamos pensar que todavía hay una falta de factores esenciales en Sion. Sin embargo, nunca debemos cometer el necio acto de decir “no” a la palabra de Dios. Es Dios quien dirige la obra de la salvación. Como Dios dijo que el evangelio sería predicado a Samaria y hasta lo último de la tierra, debemos creer que Él lidera todo el proceso.

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.” Gn 12:1-4

Abraham dejó su tierra natal donde había vivido toda su vida, y fue a la tierra que Dios le mostraría, a pesar de que no sabía a dónde iba. Los que fueron bendecidos por Dios, incluyendo Abraham, Noé y Pedro, tuvieron tanta fe que siempre dijeron “sí” en la voluntad de Dios. En la época del Padre, los que siempre decían “sí” a Jehová fueron bendecidos, y en la época del Hijo, los que decían “sí” a Jesucristo fueron bendecidos. Es lo mismo en la época del Espíritu Santo. Los que obedecen todo lo que el Espíritu y la Esposa han ordenado a sus hijos para darles un futuro maravilloso, diciendo “amén”, pueden ser bendecidos.

La salvación a través de Dios

La historia de Gedeón aparece en el libro de Jueces. Dios llamó a Gedeón para liberar a los israelitas de la opresión de los madianitas. Sin embargo, Gedeón era de una familia pobre y humilde y no tenía influencia, y cuando Dios le ordenó que hiciera ese gran trabajo, le preguntó si podría hacerlo. Entonces Dios le respondió: “Ciertamente yo estaré contigo; no tengas temor”. Entonces Gedeón obedeció la orden de Dios y reunió a un ejército de israelitas.

“Levantándose, pues, de mañana Jerobaal, el cual es Gedeón, y todo el pueblo que estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de los madianitas al norte, más allá del collado de More, en el valle. Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.” Jue 7:1-3

El ejército de Israel era muy pequeño en comparación con el del enemigo, pero Dios dijo que todavía había demasiados hombres, y dijo a Gedeón que cualquiera que temblara y se estremeciera, regresara a casa. En ese momento, no había armas poderosas y los soldados tenían que luchar con espadas, lanzas y flechas. Entonces el ejército con más soldados estaba en una posición absolutamente ventajosa. Sin embargo, Dios expresó que los diez mil restantes aún eran demasiados, y dejó que Gedeón escogiera solo trescientos hombres.

Desde el punto de vista del sentido común, un ejército de trescientos hombres era demasiado pequeño para la guerra contra el enemigo que tenía cientos de veces más soldados, sin importar cuán valientes fueran. Si Gedeón hubiera tenido tales pensamientos negativos y hubiera dicho “no” a la palabra de Dios, ¿qué resultados se habrían presentado en la batalla contra los madianitas?

Sin embargo, Gedeón siempre dijo “sí” a Dios cuando redujo su ejército de treinta y dos mil hombres a diez mil, y luego de diez mil a trescientos. Dado que creía que Dios cumpliría su santa voluntad incluso con un pequeño número de hombres, pudo lograr la gran obra de liberar a Israel de la opresión de los madianitas al derrotar a ciento treinta y cinco mil soldados enemigos con solo trescientos hombres.

También en estos últimos días debemos creer que Dios dirige la obra del evangelio; no podemos hacerla nosotros mismos. ¿Creen que Dios, que es el administrador de todo el universo, no puede lograr cosas en esta tierra, que es como menudo polvo en las balanzas? Dios ha prometido que el evangelio será predicado a todo el mundo, y nunca romperá esta promesa. Hoy, debemos tener la misma fe que Gedeón tuvo cuando salió al campamento enemigo, creyendo en la palabra de Dios.

“Sé que su mandamiento es vida eterna”

Josué también siempre dijo “sí” al mandamiento de Dios cuando dirigió a los israelitas en la conquista de Canaán. Fue porque creyó en la promesa de Dios para él.

“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. […] Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” Jos 1:1-9

¿Hay alguna bendición mayor que esta? No hay arma más poderosa que las palabras de la promesa de Dios. Josué probablemente también tenía temor frente a la gran ciudad de Jericó, ¿no es verdad? Sin embargo, creía que Dios estaba con él, para poder vencer su miedo y salir en obediencia a la palabra de Dios.

Dios ordenó a Josué hacer que el pueblo rodeara la ciudad una vez al día y siete veces el séptimo día, y que luego gritaran juntos. Entonces Josué les transmitió esta orden. Cuando todo el pueblo se levantó y gritó, la ciudad de Jericó se derrumbó como una hoja de papel desmoronada (Jos 6:1-21).

Esto no se limita al tiempo de Josué. La promesa de Dios a Josué se aplica a nosotros que hemos recibido hoy la misión de Josué. Dios ha prometido que seremos prósperos y exitosos en lo que hagamos y dondequiera que vayamos. Entonces no hay nada que temer, ¿no es así? Dios está con nosotros, adelantándonos, empujándonos desde atrás y de pie junto a nosotros para ayudarnos. Necesitamos observar el poder de Dios que administra y controla todo el universo, no la ciudad de Jericó. Esta actitud de fe es seguida por las bendiciones de Dios.

“El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. […]” Jn 12:48-50

Jesús declaró que el mandamiento del Padre, la palabra de Dios misma, conduce a la vida eterna. Así que siempre dijo “sí” a la palabra de Dios y dio ejemplo de obediencia hasta la muerte. Nuestros antepasados de la fe, como Noé, Abraham, Pedro y Juan, nunca dijeron “no” a Dios. Fue porque creían firmemente que todo lo que Dios dijo era una enseñanza para su salvación.

Para saber lo que hay en tu corazón

A veces, en nuestra vida de la fe, nos pasan dificultades. Todos esperan que no suceda algo terrible y difícil. ¿Por qué, entonces, nos ocurren este tipo de desafíos? La Biblia dice que Dios nos da pruebas para saber qué hay en nuestro corazón.

“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.” Dt 8:1-3

No fue porque Canaán estuviera muy lejos que los israelitas caminaron cuarenta años en el desierto. No estaba a más de diez días de viaje desde Egipto. Dios les hizo vagar por el desierto durante cuarenta años para probar su fe, a fin de saber si dirían “sí” o “no” a su palabra.

El Antiguo Testamento es una sombra, y el Nuevo Testamento es la realidad. ¿Por qué, entonces, Dios nos hace caminar en el desierto de la fe hoy? Incluso en este momento, Dios ve si nos damos por vencidos ante las dificultades o si las superamos confiando solo en Él. El Dios a quien Noé conoció es nuestro Dios. El Dios a quien Abraham conoció es nuestro Dios ahora. El Dios a quien Josué y Gedeón conocieron está liderando la obra del evangelio en esta época. Entonces debemos predicar el evangelio con fe valiente, sin tener miedo ni desanimarnos. Como el resto de la descendencia de la mujer en la profecía de la Biblia, vivamos siempre con orgullo, comprendiendo quiénes son nuestro Padre y nuestra Madre espirituales.

“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. […] Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.” Dt 28:1-6

Dios nos ha enseñado a los seres humanos cómo ser bendecidos a través de las enseñanzas de la Biblia. Si obedecemos la palabra de Dios, tenemos la bendición desbordante dondequiera que vayamos y hagamos lo que hagamos. Sin embargo, hay algunos que no lo creen completamente y siguen otros métodos. Decir “amén” a la palabra de Dios y aceptarla plenamente produce una abundante cosecha espiritual. Sin embargo, seguir nuestros propios pensamientos resulta en detener las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros.

Ser obediente a Dios es tener suficiente fe para nunca decirle “no”. Si alguna vez hemos dicho “no” a Dios, arrepintámonos y participemos en la obra de la salvación de ahora en adelante. No sabemos qué hacer cuando tenemos problemas en esta pequeña tierra. Sin embargo, Dios nos conduce al camino de la salvación, conociendo nuestro principio y fin, así como nuestro pasado y futuro.

Pido sinceramente a todos ustedes, hermanos de Sion, que siempre cumplan con sus deberes como hijos de Dios y sigan la voluntad de Dios diciendo “amén” por dondequiera que Dios los guíe, para que siempre lleven una vida de bendición. Llenémonos todos los días de la palabra de Dios y prediquemos su voluntad a todas las personas, hasta el día en que regresemos a nuestro hogar celestial y participemos en el glorioso banquete del cielo.