Dios quiere que tengamos fe. La fe nunca surge sin conocer a Dios correctamente. Fue lo mismo con los antepasados de la fe. Solo después de comprender a Dios correctamente, comenzaron a tener verdadera fe.
Pensamos que creemos en Dios correctamente. Sin embargo, si no entendemos la omnipotencia de Dios, terminaremos confesando nuestra fe solo de labios y sin poder tener nada de fe en nuestro corazón. A través de la Biblia, aprendamos la fe que es suficientemente buena para que Dios more y obre en nuestros corazones, y mantengamos la fe verdadera.
Cuando Dios ordenó a Gedeón que salvara a Israel de mano de los madianitas, se negó, diciendo: “¿Con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre”. Gedeón había creído en Dios al igual que sus antepasados, pero cuando fue elegido por Dios para una misión, al principio tuvo temor y no tenía confianza. Entonces Dios le mostró algunas manifestaciones de su poder para ayudarlo a reconocer su omnipotencia. En el momento en que Gedeón experimentó el poder de Dios, su forma de pensar y vivir cambió por completo. Llegó a creer que Dios ciertamente lo ayudaría si obedecía su mandato, y pudo obtener una gran victoria en la batalla contra los madianitas (Jue. 6-8).
Fue lo mismo con Moisés. Cuando Dios le confió la misión de sacar a los israelitas de Egipto, al principio lo rechazó, diciendo: “Señor, soy un simple pastor. ¿Cómo puedo enfrentar a Faraón? Como sabe, soy tardo en el habla y torpe de lengua”.
En cuanto a los que afirman creer en Dios y no saben qué clase de ser es, sienten temor cuando son llamados por Dios y rechazan su llamado. Cuando Dios nos confía algo, no quiere decir que debemos hacerlo con nuestra propia capacidad, sino significa que Él lo hará a través de nosotros, ¿no es verdad?
Nuestros antepasados confiaron en Dios y siguieron su voluntad. Como resultado, 300 hombres derrotaron a 135 000 soldados enemigos, y las profundas aguas del Mar Rojo se dividieron para que los israelitas pudieran cruzarlo en tierra seca. Sin embargo, en realidad, no poseían una fe tan firme al principio. No tenían fe cuando pensaron: “¿Cómo puedo hacerlo?”. Moisés y Gedeón comenzaron a tener verdadera fe en el momento en que reconocieron correctamente la existencia de Dios y comprendieron que Dios Todopoderoso los estaba ayudando.
Fue lo mismo con Job. Él era un hombre de fe digno de elogio ante Dios. Sin embargo, su fe comenzó a desvanecerse de la noche a la mañana, ya que perdió todas sus posesiones e incluso su salud. Cuando discutía con sus amigos, pronunció palabras sin gracia. Dios corrigió su pensamiento a través de Eliú, y lo instó en medio de la tormenta, recordándole cuidadosamente que Él había creado todas las cosas, incluyendo la naturaleza.
“¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Mira todas las criaturas de la tierra. ¿Quién dio gran poder a behemot? ¿Sabes por qué el avestruz pone sus huevos en cualquier lugar y deambula a su voluntad, sin instinto maternal? ¿Quién atrae las gotas de las aguas, destila la lluvia de la niebla y la hace caer sobre la tierra? ¿Quién lo hizo todo?”
Job lamentó su desgracia cuando solo pensó en su propio dolor. Sin embargo, en el momento en que sintió la omnipotencia de Dios en lo profundo de su corazón, su fe comenzó a crecer otra vez. También comprendió que cuando el Gran Creador le daba sufrimiento, ciertamente contenía su providencia de salvación para él. Finalmente, Job se reprochó a sí mismo y se arrepintió ante Dios, diciendo: “¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?” (Job 42:1-6).
“Dios me está guiando. Entonces, ¿por qué sufro?” Los que no comprenden la omnipotencia de Dios, llegan a quejarse y murmurar así.
Lo mismo hicieron los israelitas en su camino a Canaán. En la situación en que el Mar Rojo bloqueaba el camino frente a ellos y el ejército egipcio los perseguía por detrás, no pensaron en Dios, sino que se centraron únicamente en sus propios inconvenientes e incomodidades. Como resultado, vertieron sus quejas. Dios los guiaba con una columna de nube durante el día, y con una columna de fuego durante la noche. Ellos veían las obras de Dios todos los días, pero no creían en su omnipotencia. Dios nos instruyó a no seguir su ejemplo (1 Co. 10:1-12). En realidad, también había un camino en el Mar Rojo. Es por eso que Dios los condujo allí, ¿no es cierto? Con Dios, nada es un obstáculo, sino un camino.
Dios nos creó, y también es Dios quien abrió el camino hacia el eterno reino de los cielos para nosotros. No debemos cometer el error de pensar que Dios es simplemente un objeto de nuestra fe y no ejerce ninguna influencia en el mundo real. Los que tienen fe siempre piensan en Dios y lo miran.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” He. 11:6-8
Sin fe nadie puede agradar a Dios. ¿Cómo podemos ver correctamente a Dios si pensamos solo en nuestro propio sufrimiento y consideramos los obstáculos que tenemos frente a nosotros como una prioridad apremiante? Cuando olvidamos a Dios, no podemos crecer en la fe, ni experimentar el mundo de la fe.
Pensemos en Noé. Si solo hubiera considerado su propia situación, nunca habría sido capaz de comprender el mundo de la fe. Algunos estudiosos estiman que le tomó entre 40 y 120 años construir el arca con la tecnología de construcción naval de esa época. La Biblia simplemente registra que construyó el arca. Sin embargo, debe de haber sido muy difícil para él. A pesar de las miradas de desaprobación, burlas y obstáculos de la gente que lo rodeaba, Noé pensó en Dios primero en lugar de su propia situación y llevó a cabo la obra, mirando solo a Dios. Él es un buen ejemplo de fe. Finalmente, el arca de Noé sirvió como un lugar de salvación; Noé y su familia fueron salvos, cuando todas las demás personas fueron juzgadas y destruidas por agua.
Abraham también creyó absolutamente en la omnipotencia de Dios. “Dios me conocía incluso antes de que mi cuerpo fuera formado, y me guía al mundo eterno a través de su providencia de salvación que no entiendo”. Ya que creyó firmemente en esto, obedeció y fue cuando Dios lo llamó a un lugar, aunque no sabía adónde iba. Él confió todo a Dios, aunque no sabía adónde iba ni qué haría para sustentarse.
¿Se han preguntado si tienen la misma fe que Noé y Abraham? Si lo hacen, pregúntense qué piensan respecto a Dios. Si entienden literalmente que Dios es el Creador de todas las cosas, en base a su conocimiento de la Biblia, solo tienen una creencia teórica. Cuando comprenden en lo profundo de su corazón que Dios es todopoderoso, entonces pueden decir que tienen verdadera fe. Debemos abandonar la creencia teórica y tener una fe sustancial.
En la Biblia, veamos algunos casos de personas que agradaron a Dios con fe.
“Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. […]” Mt. 9:27-30
“Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.” Mt. 9:19-22
Cuando Jesús dijo a los dos ciegos: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”, les fueron abiertos los ojos. Fue porque tenían 100 % de fe en Jesús. Fue lo mismo con la mujer enferma de flujo de sangre. Jesús le dijo: “Tu fe te ha salvado”. Con esto quiso decir que tenía suficiente fe para recibir la gracia de la salvación.
Cada palabra de la Biblia se escribió para nuestra enseñanza (Ro. 15:4). Dios permitió que las obras de nuestros antepasados de la fe se escribieran en la Biblia. Es porque desea que tengamos la misma fe que ellos, ¿no es así?
Solo si tenemos fe podemos comprender la obra de Dios y experimentar el gozo de la fe. De lo contrario, sufriremos cada vez más a medida que recorremos el viaje del desierto. Desde un punto de vista físico, nuestro camino es espinoso y áspero, el camino de la cruz; pero es el camino hacia el cielo. Por eso, nuestras almas deben regocijarse todos los días. Solo si tenemos fe podemos sentir gozo.
Estamos viviendo en el mundo de la fe, pero a veces olvidamos la magnificencia y omnipotencia de Dios y tratamos de hacer las cosas con nuestras propias habilidades. En cualquier circunstancia, debemos recordar la omnipotencia de Dios. Dios puede hacer todas las cosas por sí mismo, pero nos ha confiado la misión de predicar el evangelio. Entendiendo completamente la voluntad de Dios, continuemos en su gracia.
“Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la aflicción; tendrás más oro que tierra, y como piedras de arroyos oro de Ofir; el Todopoderoso será tu defensa [“tesoro”, NTV], y tendrás plata en abundancia. Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a él, y él te oirá; y tú pagarás tus votos. Determinarás asimismo una cosa, y te será firme, y sobre tus caminos resplandecerá luz. […]” Job 22:21-29
Si tienen un tesoro en su casa, su corazón siempre está donde está su tesoro. La Biblia nos dice que hagamos de Dios nuestro tesoro. Esto significa que siempre debemos prestar atención a Dios. Los que no atesoran a Dios sino a sí mismos, siempre piensan en ellos, llenos de sus propias preocupaciones terrenales, de modo que no pueden tener fe.
Somos ángeles que hemos venido a esta tierra como resultado de cometer pecados en el cielo y estamos pasando un tiempo de arrepentimiento. Aunque ahora vivimos en la carne, nos quitaremos el tabernáculo del cuerpo y reinaremos para siempre con el Padre y la Madre celestiales. Este glorioso futuro nos está esperando. No debemos perder la gloria del cielo, enfocándonos en vivir con más comodidad y deleite que los demás en esta tierra.
Dios siempre puede suavizar nuestro camino, pero a veces pone un obstáculo en él. Piensen en lo que hace una madre cuando le enseña a caminar a su bebé. Sus brazos son el lugar más cómodo para él. Sin embargo, pone de pie a su bebé a una pequeña distancia y se mantiene llamándolo para que vaya hacia ella. Así, alienta a su bebé a ponerse de pie y caminar por su cuenta, aunque puede ser problemático para él. A medida que el bebé soporta el peso en sus piernas y camina tambaleándose, sus huesos se fortalecen y los músculos comienzan a desarrollarse. Es lo mismo espiritualmente. Dios nos está guiando y ayudando para que podamos alcanzar la madurez de la fe y volver al cielo.
En la parábola de Jesús, el hijo pródigo no pensó en lo más mínimo en su hogar cuando disfrutaba una vida disoluta con los bienes de su padre en un país lejano. Sin embargo, pronto malgastó todo y se empobreció tanto que ni siquiera podía comer las algarrobas que se utilizaban como alimento para los cerdos. Solo entonces pensó en su casa. Esto nos muestra la voluntad de Dios: Él desea que no lo olvidemos ni a nuestro hogar espiritual, ni siquiera en situaciones difíciles. Debemos creer esto. Por esa razón, la Biblia dice que cuando Dios sea nuestro tesoro, todo lo que determinemos, nos será firme, y sobre nuestros caminos resplandecerá luz. Comprendiendo la providencia de Dios aun en medio de la adversidad y las dificultades, siempre debemos estar gozosos y dar gracias en todo. Haciendo esto, debemos seguir el camino por el que Dios nos guía, como el pueblo santo de Dios.
Veamos la enseñanza de Dios mismo sobre qué tipo de fe debemos tener.
“Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” Gn. 18:10-15
Sara pensaba que no podía tener hijos, basándose solo en sus experiencias aquí en la tierra. Entonces Dios la ayudó a comprender que no hay nada difícil para Él. Dios dijo: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?”. Esto fue un importante punto de inflexión tanto para Sara como para Abraham, para que tuvieran una gran fe.
Para Dios, las naciones de la tierra son simplemente una gota que cae del cubo y menudo polvo en la balanza. No debemos olvidar que nuestro Dios hizo el mar y la tierra, y que hizo llover pan del cielo para alimentar a 600 000 hombres y sus familias en el desierto durante cuarenta años.
Con esta fe y orgullo, prediquemos el evangelio con valentía. Cuando salimos a predicar, no entregamos nuestro propio mensaje, sino que proclamamos el nuevo pacto que Dios nos ha dado para la sanidad de las naciones: para la salvación de los seres humanos. No debemos decepcionarnos, aunque no haya resultados inmediatos. En realidad, no es que no funcione, sino que estamos en el proceso de llevar fruto. Si calienta el agua, no puede ver ningún resultado visible incluso hasta que su temperatura alcance los 99 ℃. Sin embargo, con un poco de esfuerzo extra, solo un grado más, el agua comienza a convertirse en vapor visible.
No debemos confiar en nuestras propias habilidades, sino hacer que nuestro Dios sea nuestro tesoro todo el tiempo, para que podamos lograr todo con gracia en el mundo de la fe que Dios despliega. Tenemos a Dios Padre y Dios Madre. ¿Hay para Dios Padre y Dios Madre alguna cosa difícil? Nuestro Dios es grandioso y todopoderoso, que nos conduce a la eterna Canaán celestial con una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche. Cuando reconozcamos correctamente este hecho y tengamos fe, entonces seremos valientes y osados como Gedeón y Moisés y podremos obedecer absolutamente a Dios igual que Noé y Abraham.
Solo si hacemos que Dios sea nuestro tesoro y le prestamos atención, podremos tener fe verdadera. Entonces lo que determinemos se cumplirá, y si predicamos el evangelio, ciertamente obtendremos buenos resultados. Como pueblo de Sion, creamos firmemente que nuestro Dios es Todopoderoso y temámosle con fe verdadera, para que podamos cumplir la misión de predicar a siete mil millones de personas lo antes posible.