La mayoría de las personas esperan ver un milagro antes de creer en Cristo. Por supuesto, Dios es todopoderoso y capaz de realizar toda clase de milagros.
Entonces, ¿cuál es el milagro de Cristo? Las personas llaman milagro hacer andar a los cojos y hacer ver a los ciegos. Sin embargo, este milagro no es tan maravilloso si tenemos en cuenta los innumerables y grandiosos milagros que Dios ya ha hecho.
Si vemos las cosas con ojos de fe, podemos ver numerosos milagros. Entre todos los milagros hechos por Dios, el milagro más grande es que Él ha salvado nuestras almas, condenadas a morir a causa del pecado, a través de las palabras de vida eterna. Ese es el milagro del nuevo pacto.
A través de las obras de Jesús, veamos quién puede experimentar los milagros de Dios, para que echemos mano del milagro más grande de Dios.
“Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. […] Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.” Mt. 9:1-8
“[…] Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.” Mt. 9:18-22
“Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. […]” Mt. 9:27-30
Cada vez que Jesús demostraba sus poderes milagrosos, había una condición esencial para ellos: la fe. Cuando Jesús dijo a los dos ciegos: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”, ¿la vista de ellos habría sido restaurada si no hubieran tenido fe? La palabra de Jesús: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”, y su fe, produjeron un milagro.
Cuando un paralítico fue llevado a Jesús, Él vio su fe y lo sanó. Y una mujer con flujo de sangre pudo experimentar un milagro porque creyó que el poder de Jesús la sanaría. La Biblia explica que los milagros ocurren solo a los que tienen fe.
En el tiempo de Eliseo había muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue limpiado; solo Naamán el sirio se acercó a Eliseo y experimentó el milagro de la sanación. Y había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, pero solo la viuda de Sarepta experimentó el milagro de Dios; ella alimentó a Elías, y Dios hizo que la harina de su tinaja nunca se acabara (Lc. 4:25-27). Todo esto fue el resultado de su fe; ellos reconocieron correctamente al profeta de Dios y lo recibieron.
Pero considerando el milagroso poder de Dios, tales milagros no son tan grandes. Cuando vemos las cosas con los ojos espirituales y teniendo fe, podemos ser testigos de innumerables milagros que Dios ha realizado.
Dondequiera que trabajen las manos de Dios, dondequiera que su palabra se predique, suceden milagros. Las personas dicen que la verdad se encuentra en lo trivial. De la misma manera, los milagros existen en lo común.
Dios ha mostrado numerosos milagros en la tierra, pero la mayoría de las personas los consideran simplemente como eventos naturales. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor con un profundo conocimiento de ellos, podremos saber que todo lo que ha sido creado por Dios en el mundo, es un milagro.
¿No es la tierra misma un milagro? Cuando sembramos una semilla en la tierra y la regamos, brota, florece y da fruto. ¿Cómo puede la pequeña semilla convertirse en un enorme árbol? Para la gente es maravilloso que los magos saquen algo de debajo de la manga, pero eso es solo un truco. En realidad, todas las actividades en la naturaleza son realmente un gran milagro.
¿Por qué no sentimos cuando la tierra se mueve a una velocidad tan alta? Esto es un milagro. Si vemos a un hombre que camina por las paredes o cuelga boca abajo del techo, nos asombramos de esto. Lo mismo experimentamos nosotros: tanto nosotros como las personas al lado opuesto de la tierra estamos de pie. Sin embargo, mirando la tierra desde el espacio, nosotros o ellos estamos parados al revés; en comparación a ellos, nosotros estamos colgando boca abajo.
Tales milagros ocurren alrededor de nosotros todo el tiempo. Sin embargo, las personas piensan en un milagro como algo que ocurre fuera de lo común. Aproximadamente hace dos mil años, cuando los judíos buscaban una señal milagrosa, Jesús les dijo: “Pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás”.
“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” Mt. 12:38-40
Como el profeta Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así Jesús estuvo en la tumba tres días y tres noches. Después de eso resucitó, venciendo el poder de la muerte, para que pudiéramos tener la esperanza de vivir eternamente.
No hay milagro más grande que resucitar de la muerte. Proporcionar la vida eterna, y no una vida limitada que perece después de algunas décadas, es el milagro más grande. Jesús dijo que la única señal que daría sería el milagro de Jonás, esto es, el milagro de destruir la muerte y dar vida eterna.
Dios puede hacer el milagro de dividir el mar simplemente a través de su palabra; Él puede mover una enorme montaña y hacer caer el cielo. Pero aunque Dios haga esos milagros, ¿de qué nos sirve?
Dios ama nuestras almas que estaban muriendo por causa del pecado que merece la muerte, por eso nos ha dado vida eterna a través de las palabras del nuevo pacto. Si vemos el milagro de dar la vida eterna a través de las palabras, podemos encontrar a nuestro Dios.
Cuando Jesús alimentó a cinco mil personas con cinco panes de cebada y dos peces, y se recogieron doce cestas llenas de los pedazos sobrantes, todos quedaron sorprendidos y se asombraron por esto. Hasta intentaron hacerlo rey. Sin embargo, Jesús no puso esa clase de cosas bajo la categoría de milagro.
¿Qué considera Dios como el milagro más grande? Cuando Él trajo las diez plagas sobre Egipto, convirtió las aguas en sangre, cubrió toda la tierra de ranas y provocó una densa oscuridad para cubrir la tierra por tres días. Dios mostró esos maravillosos milagros uno tras otro. Como Faraón no tenía fe en Dios, se sorprendió al principio, pero pronto olvidó el poder de Dios. Cuando Dios convirtió sus aguas en sangre, los magos de Egipto también hicieron lo mismo con sus artes secretas, y el corazón de Faraón se endureció.
Sin embargo, nadie puede dar vida eterna; Dios es el único que puede darnos la vida eterna. A través de esto, Jesús dio testimonio de sí mismo.
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Jn. 6:27
Jesús dijo que solo Él puede dar la comida que da la vida eterna. Los que solo se concentraban en la comida que perece, siguieron a Jesús cuando Él alimentó milagrosamente a cinco mil personas con cinco panes de cebada y dos peces; pero cuando habló sobre la vida eterna, no comprendieron y dejaron de seguirlo. Ellos no tenían los ojos de fe para ver el milagro real.
“[…] Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Jn. 6:65-69
Los discípulos vieron el milagro real. Las cinco mil personas solo se centraron en la satisfacción temporal de su hambre física cuando Jesús los alimentó con el pan y los peces, pero los discípulos vieron un significado espiritual en el milagro, y continuaron siguiendo a Cristo.
Los magos podían convertir varas en serpientes o aguas en sangre, pero ninguno de ellos podía hacer el milagro de dar la vida eterna con palabras. Desde el principio nadie ha podido imitar el milagro de la vida eterna. Solo Dios puede hacer ese milagro. Por eso Pedro siguió a Jesús, diciendo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Así como Pedro reconoció el verdadero milagro de Cristo y lo siguió, debemos ver el milagro que solo Dios puede hacer, y seguir al Espíritu y a la Esposa. El profeta Isaías profetizó que reconoceríamos a Dios por el milagro que Él haría en Sion.
“Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados. Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre […]. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” Is. 25:6-9
Dios ha obrado el milagro de destruir a la muerte para siempre con vinos refinados y purificados. Y nos enseñó que debemos reconocer a nuestro Dios a través de tal milagro.
Los que tienen los ojos de la fe, reconocen el milagro de Dios y lo reciben gustosamente como Salvador. Pero la mayoría de las personas no perciben el milagro más grande y no reconocen correctamente a Cristo, igual como los judíos no lo comprendieron hace dos mil años.
¿Quién en el mundo puede hacernos seres eternos con pan y vino? Solo Dios puede hacerlo. Aunque Dios muestra tales milagros maravillosos, los que no creen ni comprenden se apartan de Cristo, y se alejan de la salvación.
Debemos comprender que ahora vivimos con numerosos milagros obrados por Dios. Para ver todos los milagros, estamos obligados a tener fe.
¿Qué cambios se realizan después de cumplir las palabras de Dios en el mundo de la fe? Pensemos en un cambio que ocurre cuando obedecemos la palabra: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. Al escuchar esta palabra, ¿no se le viene a la mente el reposo eterno venidero? Si vemos esta palabra con ojos de fe y la obedecemos, experimentaremos los milagros de la felicidad, la paz y el reposo eternos en el cielo que nos serán dados después de llevar a cabo la obra de la salvación de Dios.
Consideremos un cambio después de obedecer la palabra: “Coma el pan y beba el vino de la Pascua”. Veremos el milagro de la vida eterna. E imaginemos el milagro de Dios, que experimentaremos cuando obedezcamos la palabra de Dios: “Guíen a muchos a la justicia”. Entonces “resplandeceremos como las estrellas del cielo a perpetua eternidad”.
Dios es el Hacedor de los milagros. Su milagro más grande es el milagro de la Pascua; Dios nos ha dado vida eterna mediante el pan y el vino de la Pascua; Él permanece en nosotros, y nosotros en Él.
Estos son todos los milagros de Dios. No debemos despreciarlos, pensando que solo son palabras profundas de la Biblia. Aunque la mayoría de las personas del mundo no ven el milagro de Dios en sí mismo, nosotros debemos reconocerlo correctamente. Al igual que Pedro, veamos el verdadero milagro a través de los ojos de la fe y sigamos al Espíritu y a la Esposa por dondequiera que nos guíen, como hijos de Dios, herederos de la vida eterna.
Mirando con ojos espirituales, hemos recibido el milagro más grande de todos. Miembros de nuestra familia de Sion, proclamemos con más fuerza la gloria de Dios en Samaria y hasta lo último de la tierra, y cumplamos fielmente nuestra misión espiritual como correos, invitando a muchos a este maravilloso milagro.