La primera y la segunda venida de Jesús

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Al observar la situación de la iglesia en los tiempos de Jesús, podemos comprender lo que sucederá con la iglesia en la época del Espíritu Santo, pues los acontecimientos del pasado contienen elementos proféticos sobre lo que ocurrirá en esta época.

La Biblia profetiza claramente que Dios vendrá en carne para salvar a la humanidad, tanto en su primera como en su segunda venida. Aun así, la iglesia ha sido perseguida por el mundo desde los días en que Jesús mismo predicaba el evangelio; esto es algo que todos los creyentes que desean caminar por el verdadero camino de la fe deben tener siempre presente. Veamos en la Biblia cómo fue la situación de la primera venida de Jesús y cómo será en su segunda venida.

Jesús fue odiado sin causa

El profeta Isaías profetizó: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado […] y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno” (Is 9:6). Dios que vino en la carne conforme a esta profecía es Jesús.

El apóstol Juan escribió que el Verbo, Dios que estaba en el principio, se hizo carne y habitó entre nosotros. Sin embargo, los judíos, que afirmaban ser el pueblo de Dios, no recibieron a Dios que vino a los suyos (Jn 1:1-14).

“Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. […] Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.” Lucas 6:20-23

Jesús dio palabras de consuelo y ánimo a sus discípulos, diciéndoles que no se sorprendieran ni tuvieran miedo cuando fueran perseguidos, sino que se regocijaran al pensar en la gran recompensa que les espera en el cielo. A través de esta enseñanza podemos comprender cómo la gente de aquel tiempo odió y rechazó a Cristo, en lugar de recibirlo con alegría.

“Esto os mando: Que os améis unos a otros. Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. […] Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.” Juan 15:17-25

“Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?” Salmos 69:3-4

Tal como fue profetizado en los Salmos, Jesús fue odiado sin motivo; Él no cometió ningún mal ni actuó contra las normas sociales de su tiempo. En su primera venida era algo frecuente que el Dios santo, que vino a esta tierra para salvar a la humanidad, y aquellos que lo seguían caminando por el verdadero camino de la fe, fueran odiados sin razón.

Los que consideraban a Dios como un hereje

Para los judíos, que habían mantenido durante miles de años la fe en Dios Jehová, la fe en Jesús parecía una religión nueva y emergente. Un joven llamado Jesús apareció en Nazaret y los reprendió por su codicia mundana y sus costumbres erróneas, enseñándoles correctamente la palabra de Dios. Por eso, quienes estaban muy arraigados a sus tradiciones y a su antigua fe no lo vieron con buenos ojos.

Además, muchas personas se sumaron a esta nueva religión, debido a que los creyentes en Jesús daban buenos ejemplos de verdadera fe al amarse unos a otros conforme a sus enseñanzas. Los líderes religiosos judíos, sintiéndose amenazados, comenzaron a pensar: “¿Cómo podemos eliminar a ese Jesús?” y “¿Qué acusación podemos levantar contra Él?”, llegando a tener pensamientos malvados que un religioso no debería tener.

“Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.” Juan 10:30-33

Los judíos, que querían apedrear a Jesús, diciendo: “tú, siendo hombre, te haces Dios”, no conocían correctamente a Dios. Ellos, que ni conocían la Biblia ni las profecías de los profetas, solamente se preocupaban por mantener su poder, aliándose con las autoridades.

La crucifixión era un castigo reservado para los peores criminales. Sin embargo, Jesús, que vino con el único propósito de salvar a la humanidad, fue crucificado sin haber cometido pecado alguno. Fueron los líderes religiosos de aquellos tiempos, como el sumo sacerdote, los escribas, los ancianos y los fariseos, quienes, asociados con las autoridades, consideraron a Jesús un hereje y crucificarlo, al tiempo que tildaron a sus seguidores de personas extrañas y malas.

“Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. Y cuando este fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: […] oh excelentísimo Félix […] Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.” Hechos 24:1-5

En el libro de los Hechos aparece una escena en la que el sumo sacerdote y los ancianos acusan al apóstol Pablo ante el gobernador, llamándolo “cabecilla de la secta de los nazarenos”. Los santos de la iglesia primitiva no alborotaban al pueblo; solo predicaban que debían creer correctamente en Dios para recibir la salvación y entrar juntos en el reino de los cielos. Sin embargo, los líderes religiosos calificaron de herejes a los creyentes en Jesús y los persiguieron.

Las fuerzas de la oscuridad que odiaron y se opusieron a la luz

Todo el que hace el mal odia y rechaza la luz de la verdad. Ya que aparta su corazón de Dios y se enfoca únicamente en las cosas mundanas, rechaza a Dios, que vino como la luz, y ama más las tinieblas que la luz. Por el contrario, quienes siguen la verdad vienen a la luz (Jn 3:19-21). La razón por la que el mundo los aborrece es que no pertenecen al mundo.

“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. […] No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” Juan 17:14-17

Los que recibieron la luz de la verdad y reconocieron que las palabras de Jesús eran las palabras de Dios llegaron a tener fe en Él. Incluso después del sufrimiento de Jesús en la cruz y de su ascensión, los apóstoles continuaron predicando el evangelio como testigos de Cristo en Jerusalén, por toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra, y el número de creyentes aumentaba cada día.

Cuando Cristo iluminó con la luz del conocimiento de la gloria de Dios, los santos de la iglesia primitiva obedecieron y siguieron sus enseñanzas. Pero las fuerzas de la oscuridad impidieron que el resplandor del evangelio llegara a brillar.

“en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. […] Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” 2 Corintios 4:4-6

Cuando el número de creyentes en Jesús aumentó rápidamente —tres mil o cinco mil en un solo día—, los líderes religiosos de aquella época temieron que el judaísmo se derrumbara. Por eso se aliaron con las autoridades y se esforzaron por reprimir el cristianismo. Ellos no eran personas que sirvieran sinceramente a Dios, sino que utilizaban el nombre de Dios para los intereses de su propio grupo.

Las mentiras y la maldad que cometieron para preservar sus poderes

Ellos no dudaron en propagar mentiras con tal de conservar su poder.

“Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.” Mateo 28:11-15

Los soldados que custodiaban la tumba de Jesús fueron testigos de su resurrección y lo informaron a los principales sacerdotes. Sin embargo, en lugar de reconocer su error y aceptar a Cristo, los líderes religiosos sobornaron a los soldados para ocultar la verdad acerca de la resurrección de Jesús, difundiendo rumores maliciosos y mentiras.

“Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; […] Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.” Hechos 5:12-18

Los líderes religiosos encerraron a los apóstoles por haber testificado de Jesús. Ellos temían que, si los dejaban en libertad, todo Israel se apartara del judaísmo y creyera en Jesús. Aquellos que ejecutaron al mismo Dios que había venido para salvarlos, tildándolo de hereje, también intentaron ejecutar sin piedad a quienes creían en Él.

“ […] Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” Hechos 7:51-60

Incluso apedrearon a Esteban hasta matarlo por predicar fielmente la palabra de Dios y señalar sus errores. El libro de los Hechos muestra claramente cómo los grupos religiosos de aquella época trataron a los creyentes en Jesús. A través de esto podemos ver cuánto sufrimiento soportó la Iglesia de Dios hace dos mil años para difundir la fe y despertar al mundo.

La victoria y la gloria que los santos obtendrán al final

Los santos de la iglesia primitiva fueron falsamente acusados e incluso despojados de sus bienes mientras predicaban las santas palabras de Jesús. Muchos fueron encarcelados, arrojados a los leones en el coliseo romano o quemados en la hoguera. Sin embargo, ninguna amenaza ni persecución pudo destruir su fe, porque el camino que recorrían era el camino verdadero y recto: el camino de la verdad.

“Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” Hechos 5:27-29

A medida que los santos de la iglesia primitiva predicaban el evangelio con fervor, confiando en las promesas de Dios, Jerusalén pronto se llenó de creyentes en Jesús. El evangelio se difundió no solo en Jerusalén, sino también por toda Israel y hasta Europa. Con la ayuda de Dios, la obra del evangelio se cumplió rápidamente.

La Biblia profetizó que Cristo volvería por segunda vez para la salvación de la humanidad y para restaurar la verdad (He 9:28, Mi 4:1-2). Hoy en día, al igual que los santos de la iglesia primitiva, creemos en Dios que vino en la carne para la salvación de la humanidad, y difundimos la luz del evangelio del nuevo pacto por todo el mundo. Las conductas de las organizaciones religiosas con poder no son diferentes a las de tiempos pasados. La historia de la persecución contra la iglesia primitiva, tildada de hereje y perseguida, se repite hoy en día. La obra de difamar a la iglesia verdadera con mentiras y maldades se repite ahora con nosotros, que hemos recibido a Cristo en su segunda venida.

No podemos llamar verdaderos religiosos a aquellos que rechazaron a Dios, quien vino a esta tierra para salvar a la humanidad, y se afanaron únicamente por mantener su estatus social, ¿No es así? Los santos de la iglesia primitiva, que temieron y honraron a Dios con todo su corazón y con toda su mente, son el verdadero modelo de fe que todo creyente debe seguir. A través del camino que recorrieron los apóstoles y los profetas en la primera venida de Jesús, es necesario reflexionar acerca de la dirección que debe tomar la religión en esta época. Aunque los santos de la iglesia primitiva fueron odiados por el mundo, siguieron fielmente las palabras de Jesús hasta el final y fueron elogiados por Dios. Su fe en Cristo y su esperanza en las palabras de vida eterna constituyen, sin duda, la fe más recta y hermosa.

En esta época, mantengamos una fe pura en Cristo Ahnsahnghong y en la Nueva Jerusalén, nuestra Madre celestial —el Espíritu y la Esposa—, y vayamos a todas las naciones para enseñarles la verdad del nuevo pacto que el Padre y la Madre nos han enseñado. Solo así podremos guiar a muchas almas del infierno al cielo. ¿No cree? Dios dijo: “[…] pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Jn 16:33).

En los últimos días, Dios se manifestará como el Señor de la victoria y la gloria (Ap 17:14, 2 Ts 1:5-10). Tal como dice la Biblia, el mundo nos odia porque no pertenecemos a él; por eso, aunque suframos desventajas o dificultades por causa de la verdad, mantengámonos firmes en la fe hasta el final. Dios, que ya previó estas circunstancias, nos enseñó que nuestra recompensa en los cielos será grande si somos perseguidos por causa de su nombre. Queridos miembros de Sion, sigamos el ejemplo de los santos de la iglesia primitiva, ejerciendo una influencia positiva en el mundo y proclamando la gloria de Dios en Samaria y hasta los confines de la tierra, para entrar en el eterno reino de los cielos.