Las personas del mundo tienen sus propios pensamientos acerca de Dios. Con respecto a Dios que existe como espíritu, su naturaleza y poder divinos van más allá de la imaginación humana, por eso las personas no se atreven a estimarlos. Además, ya que Dios viene en la carne, es imposible que los humanos lo comprendan con su propia sabiduría, por eso cada uno de ellos mira a Dios desde diferentes puntos de vista.
En la primera venida de Jesús, las personas pensaban:“¿Cómo Dios podría venir en forma humana?” Por lo tanto, algunas personas decían acerca de Jesús:“Está fuera de sí”, otros decían:“Es cabecilla de la secta de los nazarenos” (Hch. 24:5), y otros insistían en que debía ser crucificado. Algunos consideraban a Jesús como uno de los profetas, otros como Elías, pero los apóstoles como Pedro y Pablo lo reconocieron como el “Cristo” y “como Dios”.
Dios quiere que los hombres tengan conocimiento de Dios y que sean salvos, y ha dado a la humanidad la Biblia como un libro que testifica a Dios. Deseo que los miembros de Sion tengan un correcto conocimiento y entendimiento de Dios y la fe correcta para dar testimonio de Dios a todas las personas del mundo.
Hace dos mil años, los pastores que guardaban las vigilias de la noche recibieron la noticia más grandiosa y alegre dada a la humanidad. Eran las buenas nuevas de que Cristo había venido a esta tierra en la carne para salvar del pecado a la humanidad. Ellos corrieron a Belén para ver y adorar a Cristo.
『Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. […] Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. […] Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.』Lc. 2:8-20
Los pastores recibieron como su Salvador a Jesús, que nació como un bebé en esta tierra, como los ángeles les habían dicho. Un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, tomó al bebé Jesús en sus brazos y dijo:“Verdaderamente, este es aquel que nos salvará” (Lc. 2:25-35). Ellos reconocieron correctamente a Jesús, que vino en la carne, como Dios y Mesías. Sin embargo, otras personas lo vieron desde un punto de vista completamente diferente.
『Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.』Mr. 3:20-21
Hubo personas que reconocieron a Jesús y se alegraron enormemente como los pastores y Simeón, y también hubo quienes pensaban que estaba loco y trataban de capturarlo. Algunos ni siquiera dudaron en cometer la atrocidad de intentar matar a Dios en la carne.
『Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.』Jn. 10:30-33
Dios dio testimonio de sí mismo, pero los judíos que fervientemente decían creer en Dios en esos días, no reconocieron a Dios y trataron de apedrear a Jesús. No importaba cuántas buenas obras hiciera Jesús, ni tampoco cuántas veces les hablara del reino de Dios, ellos cerraron sus oídos y rechazaron a Jesús, y cometieron el pecado de crucificarlo.
Ante los ojos de algunas personas, Dios que vino en la carne apareció como un hereje que blasfemaba a Dios en su nombre. A los ojos de otras personas, apareció como un profeta o un maestro. Y a los ojos de otras personas, apareció como el simple hijo de un carpintero o como un hombre común. De este modo, las personas tenían diferentes puntos de vista de Jesús. Sin embargo, cuando Jesús preguntó a sus discípulos:“¿Quién decís que soy yo?” Pedro respondió:“Tú eres el Cristo”, dando a entender que él era Dios que vino como Hijo.
『Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. […] Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.』Mt. 16:13-20
A Pedro que reconoció a Dios correctamente, le fueron dadas las llaves del reino de los cielos. Ya que la Biblia dice que la vida eterna se da solo a los que conocen al verdadero Dios y Cristo (Jn. 17:3), la manera de recibir la vida eterna y las llaves del reino de los cielos es conocer y comprender a Dios. Tener un correcto conocimiento y entendimiento de Dios –Jehová en la época del Padre, Jesucristo en la época del Hijo, y el Espíritu y la Esposa en la época del Espíritu Santo– es el camino de la vida eterna.
En esta época en que Dios ha venido a esta tierra por segunda vez como el Espíritu y la Esposa para salvar a la humanidad, muchas personas piensan en Dios de diferentes maneras. La mayoría de las personas rechazan a Dios como los judíos, pero otros reciben a Dios como los pastores. Por medio de esto, Dios distingue entre los que serán bendecidos y los que no serán bendecidos.
Como pueblo de Sion, debemos recibir al Padre y a la Madre celestiales que han venido en carne a esta tierra, y poseer suficiente fe para entrar en el eterno reino de los cielos, y debemos avanzar con más fuerza para predicar al Padre y a la Madre.
Dios nuestro Salvador ha venido a esta tierra; esta es la noticia más alegre del mundo.
『Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.』Lc. 2:8-12
Aquí, “nuevas de gozo” significa el evangelio. En otras palabras, las buenas de gozo de que Dios vino a esta tierra para salvarnos son el núcleo del evangelio.
Como los pastores que predicaron las buenas de gozo del nacimiento del Salvador a María y a José, nosotros, que hemos conocido y comprendido a Dios antes, debemos predicar a las personas que aún no comprenden a Dios, las nuevas de gozo de que Dios ha venido a esta tierra para salvar a la humanidad. Los profetas del evangelio de la iglesia primitiva predicaron las buenas de gozo de que Cristo vino a esta tierra, en Samaria y hasta lo último de la tierra, y guiaron a los que recibieron a Jesús como su Salvador al eterno reino de los cielos. Nosotros también debemos predicar estas buenas de gozo valientemente a todas las naciones, a fin de que todas las personas se arrepientan y vengan a Dios.
Cuando vemos la historia de la predicación descrita en la Biblia, podemos ver que Dios tiene las siguientes tres características: primero, Dios ciertamente trabaja con su pueblo. Segundo, Dios muestra su amor a través de su pueblo y lo transmite a toda la humanidad. Tercero, Dios siempre quiere trabajar vivo en su pueblo cuando realiza su obra de salvación para la humanidad.
Ahora, veamos algunas escenas donde Dios está trabajando con nosotros, y comprendamos cuál es la voluntad de Dios para nosotros, a fin de convertirnos en obreros del nuevo pacto.
『Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.』2 Co. 6:1-2
Somos bendecidos de trabajar con Dios y predicar la salvación de Dios. Dios quiere trabajar con nosotros, y ayudarnos. No obstante, ¿no nos habremos quejado alguna vez por hacer esta obra o nos habremos vuelto ociosos? Reflexionemos sobre esto.
Hoy también Dios nos pregunta:“Quiero trabajar con usted. ¿Quiere trabajar conmigo?” Quienquiera que comprenda correctamente a Dios que ha venido en la carne, debe hacer la obra testificando a Dios y predicando acerca de él, junto con Dios.
『No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. He aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que contienden contigo. […] Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.』Is. 41:10-13
『Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.』2 Co. 1:3-5
Cuando trabajamos con Dios, no tenemos que dudar ante los reproches e insultos de las personas. Los que creyeron que Dios estaba con ellos, dijeron valientemente:“Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios”, y como Pedro y Juan, guiaron a muchas almas al camino de la salvación (Hch. 4:19). Sus nombres brillarán eternamente en el reino de los cielos y también en la Biblia.
Dios está con nosotros en cualquier situación, y nos consuela en todos nuestros problemas. Dios nos anima y nos fortalece, y hace la obra de la predicación del evangelio con nosotros. Creyendo firmemente en esto, debemos ir a Samaria y hasta lo último de la tierra con Dios para predicar la bendita y alegre noticia de que el Padre y la Madre han venido para salvarnos.
Ahora, confirmemos que Dios quiere mostrar su amor a todas las personas por medio de su pueblo, la cual es la segunda característica de Dios.
『Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.』Jn. 15:12-15
Ya que Dios quiere mostrar su amor por medio de nosotros, nos dice:“Amaos unos a otros, como yo os he amado”. Los padres llegan a dar el honor que ellos merecen a sus hijos, a fin de que sus hijos reciban alabanza de las personas del mundo.
De igual manera, Dios nos ha confiado el recado bendito de predicar el amor de Dios, a fin de darnos la gloria eterna del cielo.
『Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. […] Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. […] Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.』1 Jn. 4:11-21
Dios quiere morar en nosotros para expresar su amor por medio de nosotros. La Biblia describe al que no ama como un “asesino” y como “el que no tiene a Dios”.
Mientras hagamos la obra de Dios, que no podemos hacer con nuestra naturaleza pecadora, podremos estar seguros de que Dios ahora está trabajando con nosotros mientras viva en nosotros.
Dios puede salvar a toda la humanidad por medio de su palabra. Así como envió a sus ángeles para que dijeran a los pastores las nuevas de gozo del nacimiento de Cristo, ahora también puede enviar a sus ángeles a predicar las buenas de gozo a toda la humanidad, a fin de que la obra del evangelio se cumpla en un instante. Sin embargo, Dios no hace eso, sino que nos ha encomendado el evangelio. Esto es porque quiere bendecirnos para ayudarnos a parecernos a su divina naturaleza. Haciendo esta obra de Dios, llegamos a conocer el corazón de Dios y a tener el amor de Dios que ha estado muy ansioso de salvar a sus hijos.
『Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.』1 P. 4:7-8
Dios quiere expresar su amor por medio de nosotros, y nos ha escogido como instrumentos para cumplir este deber. Por consiguiente, no debemos estar en silencio sino expresar el amor de Dios. Esta es la razón por la que debemos predicar el evangelio y mostrar amor a otros.
Cuando contemplamos nuestro pasado, hubo momentos en que no comprendíamos el ansioso corazón de Dios y nos resultaba difícil predicar el evangelio. Dios nos ayuda en todo, pero a veces tratamos de persuadir a las personas con nuestro propio conocimiento y habilidad en lugar de confiar en la ayuda de Dios, y nos resulta difícil predicarles. Todo lo que tenemos que hacer es decirles lo que hemos visto y escuchado.
Ahora, por medio de la Biblia examinemos el hecho de que Dios quiere morar siempre en nosotros, que es la última y la tercera característica de Dios.
『Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.』Gá. 2:20
『[…] porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.』He. 13:5-9
Dios nos dice repetidamente que él siempre está con nosotros. Por eso Pablo, cuando recibió a Jesús, se crucificó a sí mismo y llevó a cabo fielmente la obra que Dios quería que hiciera mientras tenía a Dios en él. Cuando contemplamos su vida, él tenía confianza de que había cumplido la misión que se le había encomendado, y que por tanto le estaba reservada la corona de justicia, y nos dio esperanza diciendo que esta corona de vida sería dada como premio no solo a él, sino a todos los que esperan el día de la venida de Dios.
Debemos comprender a Dios que ha venido a esta tierra en la carne y también comprender la ansiosa voluntad de Dios, a fin de que podamos trabajar con Dios y expresar el amor de Dios, teniendo siempre a Dios en nosotros. Ahora pensemos nuevamente en cuánto sabemos de Dios y cuánto debemos comprender el corazón de Dios. Si conocemos a Dios, debemos guiar a muchas almas al camino de la salvación poniendo en práctica la voluntad de Dios que él desea, en lugar de solo sentirnos satisfechos con conocerla.
Cuando consideramos el hecho de que tres mil personas se arrepintieron en un día a través de la predicación de Pedro, no podemos sino reflexionar sobre cuánto hemos tenido a Dios en nuestro corazón y cuánto hemos predicado el evangelio.
Algunos pueden rechazar al Espíritu y la Esposa sin comprenderlos, pero los que los comprenden recibirán el derecho de convertirse en hijos de Dios y alcanzarán el eterno reino de los cielos.
Podemos hacerlo todo por el poder de Dios, no por nuestra propia habilidad.
Todos despertemos y esforcémonos para hacer de este año un año maravilloso del evangelio trabajando con Dios. Les pido repetidamente que llenen todos sus días con momentos hermosos y graciosos, para que puedan decir con seguridad que han vivido una vida sin lamentarse, predicando el evangelio, como Pablo.