El fin de nuestra fe es la salvación de nuestras almas (1 P. 1:9). Dios vino a esta tierra para darnos la verdad de la salvación a los pecadores celestiales que fueron condenados a la muerte eterna. Por eso, vivir una vida redimida obedeciendo la palabra de Dios es la felicidad y el beneficio más grande para nosotros.
Como pueblo de Sion, debemos discernir las cosas espiritualmente a fin de no sufrir ninguna pérdida espiritual, sino que recibamos todas las bendiciones espirituales, sin importar qué sufrimientos enfrentemos. Para conseguir un tesoro escondido en el campo, debemos comprar ese campo vendiendo todo lo que tenemos. Así también, para conseguir el tesoro llamado cielo, debemos invertir todo lo que tenemos; nuestra juventud, esfuerzos y todo lo demás. Sería bueno si pudiéramos conseguir el reino de los cielos sin ninguna pérdida o daño. Sin embargo, si tenemos que escoger entre dos cosas, los beneficios físicos y los beneficios espirituales, escojamos el último, a fin de no sufrir ninguna pérdida espiritual. Pensando en el reino de los cielos que está cerca, debemos adquirirlo.
En la historia de la Biblia, hubo muchas personas necias que rechazaron a Dios y abandonaron su fe en Dios porque consideraron la pérdida física más grande que la pérdida espiritual. A través de la Biblia, obtengamos la sabiduría para saber qué es sufrir una pérdida espiritual y cuál es la manera de acumular las bendiciones espirituales.
『Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos. […] Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron. Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. […] Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.』1 S. 15:1-23
Cuando Dios mostró su ira sobre los amalecitas, ordenó a Saúl que destruyera todo, incluso todos sus animales, pero Saúl insistió en su propia manera. Entonces mató a los animales que estaban débiles y enfermos, pero dejó a los animales buenos, de los carneros engordados, y se los llevó vivos.
Si alguno persigue solo ganancias inmediatas, sufrirá de una gran pérdida espiritual incluso sin ser consciente de esto. Saúl también sufrió una enorme pérdida espiritual mientras luchaba por evitar la pérdida física, pero no se dio cuenta de esto en absoluto. Dios se arrepintió de haber hecho rey a Saúl. Ya que Dios consideraba cada alma mucho más preciosa que un sacrificio de corderos o de becerros, se lamentó de ver a Saúl apartarse del camino de vida.
La pérdida espiritual que Saúl sufrió como resultado de su desobediencia, fue realmente tremenda. Aunque consiguió un enorme rebaño de ovejas y mucho ganado, perdió a Dios por causa de eso, es decir, en realidad lo perdió todo. Lo único que le esperaba después de perder a Dios era un momento doloroso en el infierno eterno.
Después Dios dejó a Saúl, el cual fue atormentado por un espíritu malo, y finalmente encontró una muerte miserable en el campo de batalla.
Separados de Dios nada podemos hacer (Jn. 15:5). Nuestra desobediencia a la palabra de Dios está directamente vinculada a nuestra pérdida espiritual, y obedecer a Dios es la manera de acumular las bendiciones espirituales.
『Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. […] Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir.』Dt. 28:1-6, 15-19
La desobediencia siempre trae maldición, por eso nada va bien. La historia de Saúl, que trajo sobre sí la pérdida espiritual insistiendo en sus propios pensamientos en lugar de obedecer completamente la palabra de Dios, nos enseña una importante lección. Y nosotros también con frecuencia nos encontramos en un dilema de elección. A veces sufrimos pérdidas espirituales persiguiendo ganancias físicas. ¿Cuál es la elección correcta?
Debemos considerar absoluta la palabra de Dios, comprendiendo que la obediencia a la palabra de Dios es la manera de recibir la ganancia más grande y de acumular bendiciones. Si no lo hacemos, perderemos incluso las bendiciones que ya habíamos recibido y nos lamentaremos amargamente.
El libro de Génesis presenta el caso de otra persona que sufrió la pérdida espiritual pero que no pudo reconocerla.
『[…] Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.』Gn. 25:27-34
Así como Esaú que despreció su primogenitura, hay muchas personas en el mundo que no comprenden qué es sufrir la pérdida espiritual y rechazan las cosas espirituales.
Satanás siempre usa una pequeña carnada para quitarnos algo espiritualmente grande.
En el caso de Esaú, él consiguió un plato de guiso de lentejas, pero perdió privilegios espiritualmente grandes.
『Y aconteció, luego que Isaac acabó de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de delante de Isaac su padre, que Esaú su hermano volvió de cazar. E hizo él también guisados, y trajo a su padre, y le dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga. […] Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito. Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío. […] ¿No has guardado bendición para mí? Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío?』Gn. 27:30-37
Este es un ejemplo representativo de pérdida espiritual. Esaú pensaba que como él era el hijo mayor, naturalmente recibiría la bendición de la primogenitura sin importar qué hiciera. Por eso, simplemente vendió su primogenitura a su hermano Jacob sin meditarlo mucho. Finalmente Jacob llegó a recibir la bendición de la primogenitura según la voluntad de Dios. Solo después de perder la bendición, Esaú comprendió su valor. Entonces rompió en llanto amargo y rogó a su padre Isaac que también lo bendijera, diciendo:“¿No has guardado bendición para mí?” No obstante, era demasiado tarde.
Tanto Esaú como el rey Saúl no comprendieron el valor de la palabra de Dios, y esa fue la razón por la que sufrieron una tremenda pérdida espiritual. Debemos evitar la pérdida espiritual aunque tengamos que perder las cosas terrenales. El Nuevo Testamento también nos pide seriamente no sufrir ninguna pérdida espiritual.
『Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.』He. 12:14-17
Debemos adquirir el reino de los cielos aunque suframos alguna pérdida física. Si rechazamos el reino celestial que Dios nos ha dado gratuitamente, lo perderemos.
Aunque roguemos a Dios por su misericordia en el día del juicio, será demasiado tarde. Esaú nunca pudo recuperar su primogenitura que una vez vendió.
Una bendición de Dios depende de cuánto valoremos la palabra de Dios y cuán obedientes seamos a ella. Debemos respetar y temer la palabra de Dios. ¿Por qué piensa que muchas personas de hoy en día desobedecen los mandamientos de Dios diciendo creer en él? Ellos rechazan la verdad descrita en la Biblia y guardan los mandamientos de hombres. Esto es prueba de que no valoran en absoluto la palabra de Dios. Piense cuán severamente merecen ser castigados.
Nosotros también debemos estar en guardia contra estas cosas, ya que hemos recibido la bendición de primogénitos del cielo. Aunque somos el pueblo de Dios que vive en Sion, las bendiciones de Dios no nos son dadas incondicionalmente, independientemente de si obedecemos la palabra de Dios o no. Saúl era rey, pero fue privado de su trono. Esaú era el hijo mayor, pero fue privado de su primogenitura.
Ninguno de los dos pudo recibir las bendiciones que originalmente les pertenecían. Este fue el resultado de haber vivido sin preocuparse por la pérdida espiritual. Sin embargo, Jacob valoró la primogenitura y su bendición. Por eso, nunca perdió la bendición de Dios aun cuando se descoyuntó su muslo. Así, la bendición de Dios viene sobre los que hacen todos los esfuerzos por recibirla. Mientras muchas personas descuidan la pérdida espiritual que es invisible y persiguen valores materiales, los que conocen el valor de la bendición de Dios hacen más esfuerzos que otros y acumulan bendiciones. Esa es la razón por la que la Biblia dice que los violentos arrebatan el reino de los cielos (Gn. 32:22-30, Mt. 11:12).
Corramos diligentemente hacia el reino de los cielos, avanzando con fuerza hacia él, para que no perdamos esta preciosa bendición de la primogenitura del cielo.
Debemos orar fervientemente, estudiar diligentemente la palabra de Dios y predicar seriamente el evangelio con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente, y debemos obedecer alegremente las enseñanzas del Padre y de la Madre por encima de todo.
Todo saldrá bien si permanecemos en Dios; pero si dejamos a Dios, sucederán cosas irrevocables. En uno de los evangelios del Nuevo Testamento, podemos encontrar a otra persona que trajo sobre sí una pérdida espiritual fatal e irrevocable.
『Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.』Mt. 26:14-16
Judas Iscariote, uno de los doce discípulos de Jesús, discutía con los principales sacerdotes por el precio de la sangre que pagarían por la traición de Jesús. Él decidió traicionar a Jesús, que era su maestro, entregándolo en manos de sus enemigos por el pago de treinta piezas de plata. Ya que cometió un acto tan infame y atroz, que fue el pecado de traicionar a Dios que vino a salvar a la humanidad, por treinta piezas de plata, ¿cuán severamente piensa que merece ser castigado por su pecado?
『Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja.』Mt. 26:47-52
Judas Iscariote y Pedro, aunque ambos eran discípulos de Jesús, eran muy diferentes. Mientras Judas era codicioso por el dinero y traicionó a Jesús, Pedro se paró al lado de Jesús y se enfrentó a los siervos del sumo sacerdote cuando trataron de arrestar a Jesús. Uno de ellos sufría constantemente de enormes pérdidas espirituales, y el otro constantemente acumulaba bendiciones.
Después, Judas Iscariote se sintió culpable cuando vio que Jesús era arrestado y llevado a rastras, y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes. Sin embargo, su elección fue irrevocable y finalmente encontró una muerte miserable (Mt. 27:1-8, Hch. 1:16-19).
Aprendiendo una lección de sus casos, necesitamos aprender correctamente qué es sufrir la pérdida espiritual, y debemos vivir según el Espíritu, siguiendo la palabra de Dios. Nuestra vida es una oportunidad dada a los que hemos sido arrojados a esta tierra como resultado de haber pecado en el cielo, para arrepentirnos de nuestro pecado sin desobedecer a Dios ni extraviarnos.
Alguna vez habrá leído la fábula de Esopo “La Zorra y el Cuervo Parlante”. Un día, una zorra vio a un cuervo sentado en la rama de un árbol con un pedazo de queso en el pico. La zorra puso su inteligencia a trabajar para ver la manera de conseguir el queso.
“¡Hola, señor cuervo! ¡Qué guapo se ve hoy! ¿Cantaría una canción para mí?” Al escuchar estas halagadoras palabras de parte de la zorra que estaba al pie del árbol, el cuervo se enorgulleció, y después de aclarar su garganta, gritó fuertemente:“¡Cué, cué!” En cuanto abrió el pico, el queso cayó al suelo, y la zorra lo tomó y se fue con él.
Satanás apunta a esta clase de cosas. Parece que él nos da algo, pero en el momento en que tratamos de aprovecharlo, se lleva todo lo que tenemos. Esta es una treta de Satanás. Debemos aferrarnos a la corona de la vida que Dios nos ha dado. Si la dejamos ir para tomar las cosas terrenales, Satanás no perderá la oportunidad y nos la quitará. No debemos olvidarlo.
『porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo.』2 Ti. 4:10-11
Cuando el apóstol Pablo escribió a Timoteo, expresó su ansiedad por Demas, que amó el mundo y dejó a Dios. Los necios como Judas Iscariote, Esaú y el rey Saúl, que incurrieron en la pérdida espiritual pero no lo comprendieron, deben de haber llorado amargamente.
Reflexionemos: ¿hemos hecho cosas que pueden causar pérdidas espirituales, o cosas que pueden traer bendiciones? ¿Valoramos la primogenitura del cielo? ¿O perseguimos las cosas de este mundo? No importa qué hagamos, cualquier cosa pueda pasar, debemos juzgar todo espiritualmente y escoger el camino que no nos guiará a la pérdida espiritual. Por eso, cuando el apóstol Pedro fue amenazado por los judíos para que no predicara a Jesús, dijo:»Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios» (Hch. 4:17-20). Discerniendo la pérdida y la ganancia espiritual, nunca debemos abandonar la palabra de Dios.
Si pensamos que obtendremos algo grande desobedeciendo la palabra de Dios, esto es un gran malentendido. Podemos avanzar hacia el reino de los cielos solo al respetar siempre a Dios Elohim y al seguirlo confiando en sus palabras y escuchando su voz. Nunca perdamos la primogenitura del cielo que nos permite heredar el reino celestial. Así como Jacob se aferró a Dios pidiendo su bendición, hasta que su muslo se descoyuntó, continuemos pidiendo a Dios las bendiciones sin sufrir ninguna pérdida espiritual, y vivamos según la palabra de Dios como hijos del cielo, para que todos podamos entrar en el reino de los cielos.