La razón por la cual vinimos a esta tierra

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Si va a otro país, la primera persona con la que se encuentra en el aeropuerto es un funcionario de Aduanas y Protección Fronteriza. Hay algo que el funcionario nunca olvida preguntar a los visitantes. Les pregunta cuál es el propósito de su visita. Sea una visita turística o un viaje de negocios, debe dar una respuesta clara al motivo de la visita para pasar el proceso de control y lograr su objetivo en el país.

Si alguien nos pregunta la razón por la que vinimos a esta tierra, ¿qué debemos responder? Éramos el pueblo del cielo. Por lo tanto, definitivamente hay una razón por la cual hemos venido a esta tierra. Si vivimos persiguiendo solo deseos mundanos en esta tierra, sin saber el significado ni el propósito de la vida, sentiremos que nuestra vida fue inútil y diremos: “Vanidad de vanidades, vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec 1:2).

Esta vez, averigüemos a través de la Biblia por qué vinimos a esta tierra y pensemos para qué debemos vivir.

Jesús vino a salvar a los pecadores

Muchas personas viven sin saber el significado ni el propósito de la vida que les ha sido dada. Por eso, desperdician su juventud en cosas sin sentido y carentes de valor real. Muchos consideran la riqueza o la fama de un individuo como algo de gran valor y envidiable. Por eso dedican su vida a alcanzar tal estatus.

Cuando Alejandro Magno aún era príncipe, Aristóteles le preguntó qué haría si se convertía en rey. Respondió que conquistaría Grecia y Europa. Entonces su maestro le preguntó qué haría después de eso. Cuando respondió que conquistaría África y Asia, le preguntó otra vez qué haría después. La respuesta de Alejandro fue la siguiente.

“Probablemente moriré para entonces”.

Debe de haberse dado cuenta de que estaría cerca de la muerte mientras conquistaba el mundo. Sea que muriera después de lastimar a otros y tomar sus tierras o que muriera sin conquistar ninguna tierra, su final sería el mismo: la muerte. Entonces, ¿para qué tuvo que conquistar otros países perjudicando a otras personas? Si observamos detenidamente la vida de los llamados héroes en el mundo, no tenían un verdadero objetivo. Como no sabían la razón por la cual habían venido a esta tierra, intentaron tener más cosas en comparación con los demás y perseguían una vida más fastuosa y espléndida que el resto. Sin embargo, Salomón explica que aunque no niegue a sus ojos ninguna cosa que deseen, ni aparte su corazón de placer alguno, la vida sigue siendo en vano (Ec 2:10-11).

En la Biblia, Jesús era quien sabía claramente la razón y el propósito por los que había venido a este mundo. Jesús reveló la razón por la cual había venido al mundo, a través de las siguientes dos palabras.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Lc 19:10

“Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.” Mt 9:13

Podemos resumir que el propósito de la venida de Jesús al mundo fue buscar y salvar a los perdidos, es decir, a los pecadores. Jesús estaba originalmente en el cielo, pero vino a la tierra (Jn 3:13). A través de las palabras de Jesús, podemos entender que somos transgresores que pecamos en el cielo y fuimos arrojados a la tierra.

Aunque Dios no tiene pecado, vino a este mundo con el claro propósito de salvar a los pecadores. Dios, que vino a esta tierra como hombre, es Jesucristo. Como vino con un propósito claro, la vida de Jesús era alegre, aunque no tenía ni una casa digna. Él dijo: “El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mt 8:20). Estuvo dispuesto a soportar el dolor de la cruz como un cordero sacrificado para la expiación de nuestros pecados porque vino al mundo con una clara razón.

La humanidad vino a esta tierra a causa de sus propios pecados

Si nos damos cuenta de la razón por la que vinimos a esta tierra y el propósito de vivir en ella, seremos capaces de superar las pruebas que a veces se nos presenten a lo largo de nuestra vida sin sentirnos demasiado cansados. Es porque sabemos que son experiencias que debemos atravesar como pecadores.

Vinimos al mundo a causa de nuestros pecados, y la razón por la que Jesús vino fue para salvarnos a los pecadores. La humanidad, que vivía sin saber el propósito o el significado de la vida, finalmente comprendió la razón por la cual nacieron y por qué tenían que vivir aquí cuando escucharon las enseñanzas de Jesús. A través del Antiguo y el Nuevo Testamento, Dios nos ha mostrado que todos los seres humanos nacidos en esta tierra son almas que pecaron en el cielo.

“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua.” Is 59:1-3

La Biblia nos enseña que éramos ángeles que vivían con Dios en el cielo. ¿Por qué nosotros, que éramos ángeles, vinimos a la tierra? Por los pecados que cometimos en el cielo. A través de los casos del rey de Babilonia y del rey de Tiro, quienes perdieron su gloria y fueron arrojados a esta tierra al pecar contra Dios, podemos ver que toda la humanidad eran ángeles pecadores y fueron expulsados del cielo (Is 14:12-15, Ez 28:12-17).

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” 1 Jn 1:8-10

Esta palabra demuestra claramente que somos pecadores. Todos los seres humanos son pecadores; pecamos en el cielo y vinimos a esta tierra. Debido a nuestros pecados, fuimos separados de Dios y no tuvimos más opción que dejar el reino de los cielos.

El nuevo pacto con la bendición del perdón de pecados

Entonces, ¿no hay manera de volver al cielo, donde vivíamos originalmente? Si hemos aprendido que hemos venido a esta tierra a causa de nuestros pecados, nuestra mayor meta en la vida debe ser recibir el perdón de nuestros pecados y regresar a nuestro eterno hogar celestial para disfrutar de la vida eterna y las bendiciones. Sea que tengamos una vida lujosa y grandiosa en el mundo o una vida simple, ese no es el objetivo final de nuestra vida. Como pecadores celestiales, podemos regresar al cielo solo cuando nuestros pecados hayan sido eliminados. Sin embargo, es imposible que recibamos el perdón de pecados por nuestra propia fuerza. Por esa razón, Jesús, el Salvador, vino a esta tierra con la verdad del perdón de pecados.

“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” Ef 1:7

La Biblia nos enseña que podemos recibir el perdón de pecados solo a través de la sangre de Cristo. Entonces, ¿a qué se refiere la sangre de Jesús que nos salva y nos da el perdón de pecados? Jesús ha concedido la Pascua como la verdad a través de la cual podemos recibir la gracia de su sangre preciosa. La Pascua contiene la voluntad de Jesús que desea el perdón de pecados para la humanidad.

“[…] Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” Mt 26:17-19, 26-28

El vino de la Pascua se prometió como la sangre de Jesús, que Él derramó para el perdón de nuestros pecados. Por lo tanto, solo si guardamos la Pascua, podemos recibir el perdón de nuestros pecados cometidos en el cielo y se abre para nosotros el camino glorioso para regresar a nuestro hogar celestial. No hay forma de recibir el perdón de pecados excepto a través de la sangre de Cristo. Por lo tanto, Jesús deseaba ansiosamente celebrar la Pascua con sus discípulos, y proclamó la Pascua como el nuevo pacto.

“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. […] Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! […] De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lc 22:7-15, 19-20

El nuevo pacto tiene la promesa de perdonar nuestros pecados. Para la humanidad que pecó en el cielo y fue arrojada a la tierra, no hay noticia más alegre y bendita que el nuevo pacto, el camino para ser perdonados de nuestros pecados. Ya estaba profetizado en el Antiguo Testamento que Jesús concedería el perdón de pecados a través del nuevo pacto.

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. […] Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” Jer 31:31-34

Dios dijo que perdonaría los pecados de aquellos que tienen la ley del nuevo pacto, y que no se acordaría más de sus pecados. Por lo tanto, nunca debemos perder la verdad del nuevo pacto bajo ninguna circunstancia mientras vivamos en esta tierra. Siempre debemos recordar a Dios, quien estableció el nuevo pacto con su cuerpo santo y su sangre preciosa para los pecadores. Es porque, para nosotros, los pecadores, la promesa de salvación y aquel que la concedió son más importantes que cualquier otra cosa y persona.

La gran misión encomendada a los pecadores

Hoy en día, muchas personas no logran morar en la verdad del nuevo pacto porque no entienden correctamente la razón por la que vinieron a esta tierra. Como no conocen el significado y el propósito de la vida, persiguen el placer momentáneo, extraviándose aún más. Al final, llegan a perder las bendiciones de la salvación.

Dios nos ha encomendado una preciosa misión a nosotros, que hemos sido llamados primero a la verdad del nuevo pacto, para que la humanidad pueda recibir el perdón de sus pecados y volver al cielo.

“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” 1 Co 3:6-9

Dios nos ha elegido a nosotros, los pecadores del cielo, y nos ha hecho sus colaboradores. ¡Qué glorioso es! Si somos colaboradores de Dios, ¿no deberíamos seguir el camino que Dios recorrió? Dado que Jesús estableció la verdad del nuevo pacto para buscar y salvar a los que se perdieron, como sus colaboradores, también debemos guiar a muchas personas a la salvación a través de la verdad del nuevo pacto. Por eso la Biblia nos llama “ministros del nuevo pacto”.

“el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” 2 Co 3:6

La tarea de los obreros del nuevo pacto que guían al mundo al arrepentimiento es envidiada hasta por los ángeles del cielo (1 P 1:12). Dios nos ha confiado una obra tan grande y santa que solo Él puede hacerla. Esto no es algo que cualquiera pueda hacer, sino una misión preciosa encomendada solo a quienes Dios ha aprobado (1 Ts 2:3-4).

Arrepintámonos cada día y salvemos al mundo

Ahora sabemos por qué hemos venido a esta tierra. Pecamos, pero en lugar de tener que pagar por nuestros pecados de inmediato, se nos dio la oportunidad de arrepentirnos, y Dios nos lo hizo saber. Para darnos la oportunidad de arrepentirnos y la bendición del perdón de pecados, Jesús fue sacrificado y soportó ser azotado y crucificado.

“[…] Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. […] Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” Is 53:1-10

Pensando en la razón por la que vinimos a esta tierra, no olvidemos el ministerio y la misión que se nos han otorgado como colaboradores de Dios. El tiempo que se nos da cada día debe ser utilizado para arrepentirnos continuamente ante Dios y guiar a muchos otros al arrepentimiento. Si todos los miembros en cada país se levantan y continúan diligentemente el movimiento de arrepentimiento por todo el mundo, en poco tiempo podremos predicar el evangelio del nuevo pacto en Samaria y hasta lo último de la tierra y guiar muchas almas al arrepentimiento y al camino de la salvación.

Si tenemos un claro entendimiento de la razón por la que hemos venido a esta tierra, la meta de nuestra vida se vuelve clara. Si no sabemos por qué se nos ha dado esta vida, fácilmente olvidaremos quiénes somos. Preguntémonos qué tipo de trabajo debemos hacer y para qué debemos vivir, y corramos con fuerza al camino que Dios nos ha mostrado. Les pido que trabajen en unidad para que todos puedan entrar en la verdad del nuevo pacto, recibir a Dios Padre y a Dios Madre, arrepentirse por completo y volver juntos al eterno reino de los cielos. Familia de Sion, deseo que sigan la noble voluntad de Dios, guíen a toda la humanidad al arrepentimiento y completen rápidamente el evangelio del reino de los cielos.