Dios ha prometido dar a sus hijos, que moran en Sion, la herencia eterna del reino de los cielos donde no hay muerte, ni dolor, ni pena. Dando gracias y gloria a Dios por concedernos la promesa del eterno reino de los cielos que poseeremos por siempre y para siempre, debemos seguir a Dios con fe por dondequiera que nos guíe.
La Biblia dice que el hijo sabio alegra a su padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre (Pr. 10:1). Como hijos e hijas sabios de Dios, debemos vivir una vida llena de gracia sin ningún remordimiento por el evangelio, pensando en cómo complacer a Dios y qué clase de fe y determinación debemos tener a fin de glorificar a Dios.
Un hombre rico, que había vivido una vida de la fe, murió y fue al cielo. En el cielo fue guiado por Pedro, que tenía las llaves del reino de los cielos. Cuando estaba en la tierra, el hombre rico vivía en una casa lujosa; además, creía en Dios, y por fin había llegado al cielo. Por eso esperaba vivir en una casa espléndida en el cielo. Con el corazón palpitante, siguió a Pedro. Después de un momento, vio un complejo de viviendas donde había lujosas casas de oro que nunca antes había visto en esta tierra.
—Oh, mi casa debe de ser una de esas.
Con un corazón lleno de expectativas, siguió a Pedro. Extrañamente, Pedro no lo guio allí sino que solo pasó por esas brillantes casas. Después de ir un poco más lejos, vio otro complejo de viviendas donde había casas grandes y hermosas que eran menos espléndidas. Pero esta vez, Pedro también pasó de largo. Finalmente, llegó a un pueblo donde había casas muy pobres. Allí, Pedro se detuvo en frente de una casa del tamaño de una cabaña, y dijo al hombre rico:
—Usted vivirá en esta casa para siempre.
El hombre rico quedó muy sorprendido. Enfadado, se quejó:
—Cuando estaba en la tierra, llevaba una vida lujosa en una casa espléndida que todos envidiaban. ¿Cómo puede decirme que voy a vivir en esta casa para siempre?
Entonces Pedro le explicó la razón.
—Hay una regla en el cielo. Según esa regla, tenemos que construir una casa en el cielo para que cada persona viva eternamente, usando solo los materiales de construcción que esa persona nos envía mientras está en la tierra. Yo quería construir una casa bonita para usted, pero los materiales que nos enviaba eran muy viejos y pobres. Esto me hacía doler el corazón. Pero según la regla, tuvimos que construir su casa solo con los materiales que nos envió desde la tierra. Por eso no pudimos hacer más que construir esta casa tan pobre.
Por supuesto, la historia antes mencionada es algo exagerada; nadie vivirá en una casa pobre del tamaño de una cabaña en el cielo. El reino de los cielos que Dios ha preparado para sus amados hijos es un lugar inmensamente hermoso que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido en corazón de hombre (1 Co. 2:9).
Pero a través de esta historia, necesitamos prestar atención a algo importante. Dios ha abierto la puerta de la salvación, por tanto, quien entre en Sion y sirva diligentemente a Dios con reverencia y perseverando en la verdad, ciertamente irá al reino de los cielos. Sin embargo, cuando lleguen al cielo, serán premiados según sus obras; sus premios serán diferentes de los demás. La Biblia dice que Dios dará a cada uno según sus obras (Ap. 22:12).
Aunque una persona haya tenido una vida lujosa que todos envidia-ban, si los materiales y las acciones de esa persona son pobres, nunca podrá recibir una casa espléndida en el cielo. Todos, sean justos o malvados, comerán del fruto de sus caminos y obras (Pr. 1:31, Is. 3:10), y cosecharán lo que sembraron.
『Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.』2 Co. 9:6
Debe haber una diferencia de premios por las acciones entre el que siembra generosamente y el que siembra escasamente, entre el que se esfuerza mucho y el que se esfuerza poco, y entre el que trabaja con todo su corazón, mente y alma, y el que no trabaja. En la antigua Corea, había grados para los oficiales que habían prestado servicios distinguidos al rey: el oficial meritorio de primer grado y el de segundo grado; el rey daba a cada oficial el premio que merecía por sus servicios.
Lo mismo será para el pueblo de Dios. Cuando lleguen juntos al cielo, cada uno recibirá premios y bendiciones diferentes. En la parábola de los talentos o de las minas, los siervos que siguieron fielmente la voluntad de su señor y ganaron más talentos, pudieron compartir el gozo de su señor, que es la gloria del cielo; sin embargo, algunos de ellos recibieron autoridad para gobernar sobre diez ciudades, y otros sobre cinco ciudades (ref. Mt. 25:14-30, Lc. 19:12-27).
Si una casa celestial para que moremos eternamente, se construye con materiales enviados desde esta tierra, ¿qué clase de materiales tenemos que enviar al cielo? Si hacemos algo con una mala intención, serán enviados al cielo materiales pobres y malos. Por el contrario, si lo hacemos con entusiasmo y sinceridad hacia Dios y con fe para seguir todas las enseñanzas de la Biblia, serán enviados materiales sólidos.
『No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.』Gá. 6:7-9
Las personas cosechan lo que siembran. Los que ponen su esfuerzo y tiempo en complacer su naturaleza pecadora, no pueden evitar enviar materiales perecederos al cielo. Por otro lado, los que siembran para complacer al Espíritu, serán guiados a una hermosa y eterna casa en el reino celestial; ellos son los que tratan de hacer todo para el evangelio y acumulan premios en el cielo.
Orar mucho, estudiar diligentemente la palabra de Dios, y esforzarse mucho por guiar a la salvación a las almas que aún no son salvas, según el ejemplo de Dios que vino a esta tierra para buscar y salvar lo que se había perdido; todas estas cosas también pueden ser buenos materiales en el reino de Dios. Nuestro futuro puede variar según cuánto nos esforcemos por el reino de los cielos.
Necesitamos sembrar generosamente, y lo que más debemos sembrar es la obra de obediencia a la voluntad y la enseñanza de Dios, y no la obra de perseguir nuestros propios placeres. Si siempre vivimos según la palabra de Dios, podremos enviar mejores materiales al cielo.
『Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.』Ro. 8:5-8
Podremos obedecer a Dios y complacerlo cuando tengamos nuestro corazón puesto en los deseos del Espíritu, y no en lo que desea la naturaleza pecadora. Los que siguen al Espíritu no viven según la naturaleza pecadora, sino que siempre piensan en complacer a Dios.
Persiguiendo las cosas que complacen a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales, seamos fieles en lo poco a fin de glorificar a Dios. Si Dios dice que si nos humillamos en esta tierra, seremos exaltados en el cielo, debemos ser humildes y servir a los demás según su palabra; y si Dios nos dice que prediquemos diligentemente la palabra de Dios, preparándonos a tiempo y fuera de tiempo, tenemos que predicar la palabra ansiosamente como Dios nos dice que hagamos. Entonces recibiremos la casa más hermosa en el cielo (ref. Mt. 23:12, 2 Ti. 4:2).
『Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.』Col. 3:1-10
Para enviar buenos materiales al cielo, debemos deshacernos de todo lo que pertenece a nuestra naturaleza terrenal, nuestro “viejo hombre”, incluyendo nuestras asperezas y todos los deseos mundanos y avaricia. A diferencia de los que solo persiguen las cosas de esta tierra, los que corren hacia el reino de los cielos se esfuerzan por cambiar su naturaleza o carácter y renuevan sus metas en la vida. Haciendo estas obras, siempre emiten la fragancia de Cristo.
“¿Qué clase de materiales he enviado al cielo hasta ahora? ¿Cómo se está construyendo mi casa ahora?” Necesitamos pensar en esto cuidadosamente. ¿No estamos empleando las 24 horas del día en las cosas y los placeres mundanos, sin dedicar tiempo a Dios, al menos una hora? Si cambiamos la dirección de nuestros pensamientos y tenemos una visión de las cosas un poco más orientada espiritualmente, los ángeles podrán construirnos una casa muy bonita con los mejores materiales. Pero si solo desperdiciamos nuestro tiempo sin hacer nada, se sentirán ansiosos.
Así como sentimos hambre si no comemos, nuestras almas sienten hambre cuando no comemos la comida espiritual. No es suficiente escuchar los sermones en los días de culto. Leamos al menos unas páginas de la Biblia todos los días, a fin de tener a Dios en lo profundo de nuestro corazón y prestar constante atención a las enseñanzas de Dios contenidas en la Biblia. No podemos llevar fielmente la vida de la fe solo asistiendo a los cultos. En nuestra vida diaria, debemos dedicarnos fervientemente a la predicación del evangelio y siempre caminar en las enseñanzas de Dios. La Biblia enseña que cosechamos el fruto de nuestras acciones; los que hacen poco esfuerzo tendrán pequeños resultados, y los que hacen mucho esfuerzo cosecharán resultados fructíferos. Teniendo esto en mente, dediquemos todo nuestro corazón y mente al evangelio, a fin de que no tengamos remordimientos cuando lleguemos al reino de los cielos.
Dios nos ha dado los regalos del Espíritu Santo: a uno Dios ha dado el regalo de la sabiduría por medio del Espíritu, a otro el regalo del conocimiento por medio del mismo Espíritu, y a otro fe por el mismo Espíritu (1 Co. 12:4-11). Por tanto, debe de haber muchas cosas que podamos hacer para complacer a Dios. Él ha dado a cada uno de nosotros diferentes talentos y habilidades, a fin de que reunamos todos nuestros talentos y habilidades para construir el eterno templo celestial, el Templo de la Nueva Jerusalén. Debemos esforzarnos por cumplir nuestros deberes dados por Dios.
Jesús dijo que los violentos arrebatan el reino de los cielos. Debemos esforzarnos por ir al cielo con suficiente pasión para ser llamados “los violentos”. Aunque está escrito que iremos al cielo sin costo, esto no significa que podamos ser transformados naturalmente y entrar en el cielo sin hacer nada; esto implica que nuestros esfuerzos no son nada comparables con la gloria que Dios nos dará. Solo los que se esfuercen por el reino de los cielos y envíen continuamente buenos materiales para una casa eterna en el cielo, donde vivirán eternamente, podrán ir al reino celestial. ¿Cómo podría llevar Dios al reino celestial a los que no tienen casa en el cielo, donde vivirán eternamente? Si fuera posible entrar en el cielo sin ningún esfuerzo, ¿por qué el apóstol Pablo recibió de los judíos cinco veces cuarenta azotes menos uno, y por qué Dios permitió que en la Biblia estuviera escrito el destino del hombre que recibió un talento?
Esa es la razón por la que Dios nos dice que seamos celosos y fieles hasta la muerte, y que pongamos nuestro corazón en las cosas de arriba, en lugar de perseguir las cosas terrenales y disfrutar de los placeres mundanos. Nuestra eterna alegría está en el cielo.
Pensemos en el reino de los cielos adonde iremos, nuestra casa en la que viviremos para siempre. Si quieren morar en una casa maravillosa en el cielo que nunca han oído ni visto, de ahora en adelante envíen buenos materiales: ansiosas oraciones, ferviente entusiasmo en el evangelio, etc. Por medio de nuestros esfuerzos temporales, en este momento se está construyendo una casa hermosa y eterna en el reino de Dios.
『Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.』2 Co. 4:16-18
En este mundo visible, la alegría dura solo un momento y todo lo demás es temporal. En el invisible mundo espiritual, sin embargo, todo es eterno. Por eso, tengamos en nuestro corazón las cosas eternas y sigamos la voluntad del Padre y la Madre más obedientemente, a fin de llevar muchos buenos y hermosos frutos.
『Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.』Ro. 8:24-25
La Biblia nos dice que si esperamos lo que es invisible (lo que está en el cielo), que lo esperemos pacientemente. Pronto llegará el día en que experimentaremos el gozo infinito y gritaremos de alegría por el hecho de haber vivido según la palabra de Dios. Pensando en la gloria que recibiremos según la palabra de Dios, trabajemos duro por las cosas espirituales que complacen a Dios.
Pablo volvió al cielo, y dijo con una firme confianza que le esperaba la corona de justicia porque había acabado la carrera y había hecho todo lo que tenía que hacer. Esto muestra que envió al cielo muchos materiales buenos y maravillosos. Esa es la razón por la que todos lo envidiamos.
En lugar de solo envidiarlo, de ahora en adelante examinémonos y constantemente enviemos al cielo materiales espirituales, que puedan glorificar y complacer a Dios. Les pido ansiosamente que envíen los materiales de mejor calidad que sean aceptables en el cielo, no defectuosos, a fin de que los ángeles puedan construir alegremente una casa hermosa y espléndida para ustedes.
Prediquemos diligentemente y salvemos muchas almas. Dios ha prometido que si guiamos a muchos a la justicia, brillaremos como las estrellas por los siglos de los siglos. Verdaderamente deseo que todos nuestros hermanos de Sion continúen enviando al cielo muchos materiales maravillosos —obras buenas y hermosas— hasta que los ángeles digan: “Ahora ya tenemos muchos materiales, ya no traigan más”, a fin de que su casa celestial se construya hermosamente.