Después de comprender al Padre y la Madre celestiales

Simon Peter Lindmer, desde Gotemburgo, Suecia

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Nací en Dinamarca, y cuando tenía doce años, mi mamá y yo nos mudamos a Malmö, Suecia. Conforme crecía, me volví egoísta y no podía ver ningún sentido en la vida. Regresé a Dinamarca y me divertí en fiestas tanto como pude. Comencé a hacer mucho ejercicio, queriendo ser el más fuerte y el más apuesto. Luego, regresé a Suecia y volví a la escuela con la intención de empezar una nueva vida.

Un día, alguien llamó a mi puerta. Dos coreanos estaban de pie afuera, queriendo hablarme de Dios Madre. Ya que no hablaban muy bien el inglés, no entendía de qué estaban hablando, pero aun así estaba intrigado. Trataron de explicarme dibujando en un pedazo de papel y busqué en un traductor en línea lo que no entendía. Pero seguía sin entender mucho. Luego me preguntaron si podían regresar la siguiente semana con alguien que hablara sueco. En las siguientes semanas, regresaron con un diácono sueco tal como lo prometieron. Él me explicó acerca de Dios Madre y el Día de Reposo. Pude entender y quería saber más, así que me invitaron a Sion.

Cuando entré, fui recibido por los miembros. Estaba conmocionado al ver que todos eran muy acogedores y cariñosos. Recibiendo el amor de los miembros, continué visitando la iglesia y estudiando. Finalmente, cuando estudié las profecías de la Biblia acerca de Dios Padre, no había razón para no creer en Dios. No mucho después, nací de nuevo como hijo de Dios.

Cuando le dije a mi mamá que me había vuelto cristiano, al principio estaba feliz. Pero cuando le expliqué que la iglesia a la que estaba asistiendo era diferente de otras iglesias suecas, se preocupó mucho y no quería que asistiera a la iglesia. Mantuve mi fe, no obstante, y pronto Dios abrió el camino para que guiara a mi mamá a Sion.

La invité a Sion. Puesto que ella sufría de una enfermedad crónica, le era difícil salir y hacer cosas, pero accedió a venir conmigo a Sion.

Cuando vino a Sion, compartimos una comida y hablamos de la Biblia. Ella notó que yo, que era arrogante, había cambiado. Sintiendo el amor de los miembros, continuó viniendo a Sion, y muy pronto también se convirtió en hija de Dios.

Su vida estaba llena de adversidades. Hace apenas un año, tuvo muchas operaciones y estuvo al borde de la muerte muchas veces. También tuvo problemas con el corazón y el estómago. Pero el Padre y la Madre siempre la ayudaban.

Durante una de sus operaciones para remover coágulos de sangre en su corazón, sus médicos descubrieron que su cuerpo había creado nuevas arterias para que la sangre fluyera de modo que pudiera sobrevivir, a pesar de los muchos coágulos de sangre. Quedaron sorprendidos al ver lo mucho que ella había cambiado en el último año y medio.

Todos alrededor de mi mamá también estaban sorprendidos, porque ella solía estar enferma y deprimida todo el tiempo. No obstante, se volvió más cariñosa y feliz. En estos días, ella predica a los que vienen a ayudarla. Algunos de ellos visitaron Sion. Aún necesita superar sus problemas físicos, pero ha aprendido a manejarlos sola y dice que lo más importante en su vida es seguir al Padre y la Madre, quienes han preparado todo para ella.

Después de comprender al Padre y la Madre celestiales, mi vida entera también cambió. De no escuchar a nadie más que a mí, ahora vivo escuchando las palabras de Dios y pensando en Él. Estoy haciendo esfuerzos para seguir los ejemplos del Padre y la Madre celestiales con una actitud humilde, desechando el corazón arrogante.

He aprendido que lo que más importa es lo espiritual, no lo físico, y cuando algo ocurre siempre trato de ver la conexión espiritual. He comprendido que cualquiera que sea la situación en la que me encuentre, siempre está el propósito de Dios para hacerme crecer y aprender de eso. Aunque ocurren cosas que fácilmente me pueden molestar o tentar, las veo como oportunidades para practicar el autocontrol y la Lección de la Madre en lugar de rendirme ante la situación.

Pocos meses después de recibir la verdad, empecé a unirme a la predicación. Al comienzo, solo seguía a los hermanos y hermanas. Pero a medida que me animaban, también empecé a predicar poco a poco. Al predicar, me di cuenta de lo importante que es la predicación. Desde entonces, aunque estoy ocupado en el trabajo, hago mi mejor esfuerzo por separar un tiempo para predicar.

El verano pasado visité Corea, donde tuve la oportunidad de encontrarme con la Madre. Desde que recibí la verdad, había deseado encontrarme con la Madre celestial. Había estudiado mucho la Biblia y sabía que la Biblia es verdadera, pero aun así era difícil para mí entender que la Madre está en esta tierra. Sabía que Ella es Dios Todopoderoso, pero era difícil entenderlo al 100 % en lo profundo de mi corazón. Sin embargo, cuando conocí a la Madre, pude sentir su infinito amor. La Madre me dijo: “Te amo”.

Ahora estoy de regreso en Suecia. Después de encontrarme con la Madre celestial comprendo más la diferencia entre predicar con el amor de la Madre y solo con el mío. Quiero tener el amor de la Madre y unirme en Sion con mis hermanos y hermanas. Predicando el amor de la Madre, deseo encontrar a todos mis hermanos y hermanas perdidos.