
Cuando nos ponemos zapatos nuevos, los cuidamos mucho para mantenerlos limpios; si algo mancha los zapatos, de pronto los limpiamos dándoles brillo. Pero cuando los zapatos han sido ensuciados varias veces, no tenemos tanto cuidado como antes.
Cuando uno comprende completamente a Dios, se esfuerza por mantener el estado purificado de su espíritu, grabando las palabras de Dios en el corazón, poniéndolas en práctica siempre con santidad. Al cometer un error, no sabe qué hacer, apenado ante Dios. Pero con el paso del tiempo, su corazón puede llegar a endurecerse. Ya que los pecados se acumulan, poco a poco desaparece el corazón apenado, y pierde el discernimiento entre lo justo y lo injusto sobre su actitud.
Esto nos hace temer y temblar. Para ser hallados por Dios sin mancha e irreprensibles, siempre tenemos que tomar precauciones para que nuestras almas no sean manchadas por los pecados. Confiando siempre en las palabras y lecciones que el Padre y la Madre celestiales nos permiten en cada momento, tenemos que dar brillo a nuestras almas.
“Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” 2 P 3:14