Somos más que vencedores por medio del amor
Peter Azucena Valencia, desde Córdoba, Argentina

En la vida atravesé muchas situaciones difíciles que desanimaban mi alma. Había momentos en que lo superaba, pensando en Dios, pero a veces me sentía tan desanimado que solo quería dejarme caer en el suelo.
“¿Por qué no sale bien? Realmente es difícil de soportar”; con tales pensamientos, estaba agotado en cuerpo y mente. En ese momento, nuestro santo Dios Elohim me dio consuelo y ánimo mediante la siguiente lección:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” Ro 8:35-37
Cuando leí este versículo derramé lágrimas sin darme cuenta. Eran lágrimas de arrepentimiento y de reflexión.
“Realmente soy vencedor porque el Padre celestial me amó tanto que soportó hasta el dolor de la cruz, y está conmigo”. Cuando pensé así, en un instante mi angustia se convirtió en gratitud.
La razón por la que los apóstoles de la iglesia primitiva no tuvieron miedo, incluso cuando fueron perseguidos, es que Dios recorrió un camino más doloroso que no se puede comparar con el de ellos. Burlas, menosprecio, azotes y la cruz no eran sufrimientos que Dios debía padecer. Nosotros, los pecadores, deberíamos haber estado en ese lugar. Puesto que recibieron un gran e incalculable amor de Dios, los apóstoles no tuvieron miedo a la muerte y se aseguraron de ser “más que vencedores”.
El sufrimiento de Dios no terminó hace dos mil años. El Padre y la Madre celestiales vinieron a este mundo nuevamente para restaurar la verdad perdida para nosotros. Soportaron todas las burlas, menosprecios y persecución que nosotros, los pecadores, debíamos sufrir.
“El Padre recorrió el largo camino de sacrificio de 37 años solo por nuestros pecados y la Madre celestial aún está en esta tierra y ora por nosotros día y noche… La Madre celestial dijo: ‘Ustedes son todo para mí, todo en mi vida’. En comparación con el camino de espinas que han recorrido el Padre y la Madre, esta dificultad no es nada”.
Hasta ahora, echaba la culpa a las circunstancias cuando algo no salía bien mientras hacía el evangelio. En ese momento solo pensaba en mi aflicción, olvidando todo lo que el Padre y la Madre habían hecho por mí, un pecador. Olvidando ese amor del Padre y la Madre por un tiempo, estaba desanimado y agotado, y por esta razón me angustiaba más y más.
Al Padre y la Madre no les importaron el cansancio y el dolor, sino que lo han soportado cada día con oraciones con lágrimas para la salvación de sus hijos. Incluso cuando hacía calor o frío, el Padre y la Madre no descansan para encontrar al menos un alma más. Desde ahora siempre recordaré ese gran amor de Dios.
El amor de Dios es el motor de mi vida. Aunque enfrente dificultades en el futuro, seré más que vencedor pensando en el Padre y la Madre.
Padre y Madre, hasta ir al cielo, predicaré el evangelio diligentemente a siete mil millones de personas pensando en su gran amor y sacrificio inefable. Hoy también doy gracias eternas al Padre y la Madre por su infinito amor hacia sus hijos.