
“Dios siempre nos da un nuevo día y una nueva fuerza. Si Dios no nos diera un nuevo día y una nueva fuerza, ¿qué sería de nosotros? Pensé en ello y me sentí muy agradecida. Sería difícil a medida que la fatiga se acumula”.
Mientras escuchaba a una hermana que pasaba los días ocupada llevando la vida de la fe, trabajando en la oficina y cuidando de su casa, agradecí y me avergoncé al mismo tiempo. Di por descontado el tiempo que se me concedió y el poder del Espíritu Santo, ya que me lo dan todos los días. Recibiré el regalo nuevo y diario de Dios con agradecimiento y dedicaré mi tiempo y pasión a la obra que agrada a Dios.