De excursión

Cho Eun-jin, desde Changwon, Corea

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“Mamá, ¿puede llevar mi maleta?”

Un feriado cuando mi esposo salió en un viaje de negocios, decidí ir de excursión después de pensar mucho sobre cómo pasar el tiempo con mi hija. Pero ella se quejó desde el momento que empezamos la excursión.

“¿Acaso pesa mucho? Pronto llegaremos al manantial. Ten un poco de paciencia. Descansemos allí.”

Mi hija no estaba acostumbrada a salir de excursión, por eso le resultaba pesado hasta llevar su mochila que solo contenía sus propias cosas como agua, bocadillos, etc. Esta situación me hizo recordar mis días de infancia.

Poco después del nacimiento de mi hermana menor, mi madre dio a luz gemelos. Con el llanto de los bebés recién nacidos y mi abuela que había venido a ayudar a mi madre, no había un día tranquilo en mi casa. Mi padre debe de haber pensado que salir de casa con su hija mayor, que no era muy útil aunque estaba en casa, era la manera de ayudar a mi madre. Por eso todos los domingos me llevaba a la montaña que estaba detrás de nuestra aldea. Mi padre puso en mi mochila una pequeña botella de agua, dos galletas de chocolate, un puñado de caramelos y una toalla, lo cual era el peso adecuado para mí, y me puso la mochila en la espalda.

“Cuando salgamos de excursión, nunca te pongas pantalones cortos aunque haga mucho calor. Si tus brazos y pantorrillas se rasguñan con el césped, puede ser muy doloroso. Y no debes patear piedras aunque sean pequeñas, porque podrías lastimarte los dedos o hasta perder una uña. Si descansas a medio camino, te sentirás más cansada. Aunque camines lentamente, sigue avanzando. Si tomas un descanso, no querrás seguir moviéndote.”

Mi padre me decía varias cosas con las que debía tener cuidado en detalle. Y hablaba seriamente de mi mochila.

“Aunque quieras escalar la montaña ligeramente sin llevar la mochila, no lo hagas jamás. Aunque te caigas, resultarás con menos heridas si tienes la mochila. Pon agua en tu mochila y también una toalla o una muda de ropa, porque cuando descanses y tu sudor se enfríe, podrías resfriarte y eso no es bueno. Y también coloca bocadillos dentro de ella.”

Escalando la montaña, mi padre me enseñaba cómo atarme los cordones de los zapatos para que no se desataran, la manera de distinguir el roble venenoso, etc.

Logré subir hasta la mitad de la montaña, pero de allí en adelante me quedé sin aliento. Jadeando exhausta, le pedí a mi padre que cargara mi mochila y que me llevara en su espalda, y le insistí que bajáramos de la montaña. Entonces mi padre se ató un lado de la toalla a la cintura y me hizo seguirlo sosteniendo el otro lado de la toalla. Entonces tomé la toalla con ambas manos y subí la montaña, casi como si estuviera colgando de mi padre. A pesar de eso, no dejaba de quejarme, así que mi padre ponía caramelos en mi boca y me decía los nombres de las flores que brotaban en el camino, o un cuento sobre las ardillas de la selva, o una historia divertida. Así, escaló la montaña sosteniéndome a su lado.

En la cima de la montaña, había un manantial cuya agua sabía absolutamente sorprendente. Mi padre me dejó tomar primero el agua, y llenó las botellas vacías que llevaba en su mochila. Después, comí con mi padre las dos galletas de chocolate y miré abajo de la montaña, sentada en la cima. Hasta hoy no he podido olvidar esa vista. El pueblo que vi a lo lejos se veía muy amplio, y las casas se veían como pequeños juguetes. Me sentí muy emocionada de encontrar mi casa entre ellas.

Al recordar los días en que salía de excursión con mi padre, comprendo que todavía no he desechado mi mala costumbre de quejarme espiritualmente. El Padre y la Madre ponen toda su fuerza para guiar a sus hijos uno tras otro hasta que todos alcancen la cima del monte de Sion. Ahora me examino para ver si me he quejado por la pequeña carga que he recibido para la seguridad de mi alma, y si sigo murmurando que no puedo continuar.

“Deben escuchar a la Madre. Deben preparar la lámpara y el aceite. Estudien la Biblia diligentemente, prediquen duro y oren mucho.”

No debemos despreciar lo que el Padre nos pidió hacer en detalle, para poder subir seguros hasta la cima del monte de Sion. Sigamos sus instrucciones hasta que podamos estar de pie en la cima del monte de Sion, donde podremos saciar nuestra sed con el agua de la vida tan diáfana como el cristal y ver con claridad el universo brillante.