
En el cuento de hadas Broutille, de la escritora belga Anne Herbauts, aparece un niño muy triste por la desaparición de su gato. Se va de viaje para compartir sus sentimientos con alguien, pero nadie siente empatía por él. Un vaquero que perdió su caballo y sus pertenencias, un cuervo con el pico y la pata lesionados, un hombre cuya ciudad natal se inundó… Todos hablan solo de sus pérdidas y su dolor. Nadie ve la tristeza del niño como algo grande. El niño sigue caminando y llega al Ártico, donde siente que su cuerpo y su corazón podrían congelarse. Entonces, un perro que pasa a su lado muestra interés en él, y el niño le dice:
—Estoy muy triste porque ha desaparecido mi gato, que amo mucho. Pero no puedo hablar de eso porque hay muchas otras cosas en el mundo que son más tristes.
—Quizá. Pero aún así, háblame de tu gato.
El niño finalmente puede sacarlo de su pecho.
A veces consideramos las preocupaciones de otras personas como algo trivial o las juzgamos precipitadamente, comparando sus situaciones con la nuestra. Solo el que tiene esa preocupación conoce su peso y no se puede comparar con el de otras personas. Lo único que podemos hacer es reconocer sus sentimientos, escucharlos y mostrar empatía.