Cada vez que me comparaba con otras personas, sentía que no tenía nada mejor que ellos. En esos momentos en los que sentía una pérdida de confianza, un versículo me despertó.
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.” Ap 3:11
La palabra de Dios: “Retén lo que tienes”, me hizo darme cuenta de que poseía cosas preciosas más que otras personas. El Padre y la Madre nos protegen como a la niña de sus ojos, y nuestros hermanos y hermanas comparten conmigo alegrías y tristezas. La bendición celestial se me ha dado a mí, y no a todos, aunque la quieran. Me avergoncé de mí misma por haberme comparado con otros que tenían posesiones físicas, olvidando el valor de las cosas eternas. A partir de ahora, retendré todo lo que tengo hasta que el Padre venga, para poder recibir la corona de vida reservada para mí en el reino de los cielos al que regresaremos.