El gozo de cosechar frutos

Park Jeong-ah, desde Gimcheon, Corea

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Cuando era niña, mi patio de recreo eran todos los campos y arrozales de mi aldea rural. Ayudar a mis padres era uno de los juegos más divertidos.

En la atareada estación de cultivo, corría por el campo con una pala o un pico en la mano, o seguía a mis padres mientras rociaban los pesticidas. Cuando llegaba la estación de la cosecha, los ayudaba a recoger las judías, los pimientos rojos o a desenterrar las batatas que habían cuidado muy bien durante un año de cultivo. En lugar de sentirme cansada, estaba feliz de poder estar con mi mamá. Cada vez que ellos salían a trabajar, siempre los seguía.

El tiempo que pasé con mis padres en el campo y los arrozales todavía permanece en mi corazón como un precioso recuerdo, aunque ahora soy madre de dos hijos.

Un día soleado de otoño, fui a visitar a mis padres con mis hijos. Dejé que mis hijos ayudaran a sus abuelos con la cosecha de cultivos para darles un recuerdo especial, porque ellos no estaban familiarizados con la agricultura. Cuando les enseñé cómo recolectar pimientos, me entendieron muy bien. Pudimos terminar el trabajo con alegría porque afortunadamente les gustó el trabajo.

Luego vi un árbol de caqui y un castaño que no estaban allí antes. Los caquis y las castañas que colgaban de los árboles se veían deliciosos.

—Mamá, ¿cuándo los sembró?

—Una vez me preguntaste por qué no teníamos tus árboles favoritos, caqui y castaño, ¿no es así? Por eso los sembré.

No fue en serio lo que dije, pero mi mamá lo tomó en serio.

—Te avisaré cuando estén maduros, y puedes llevarte todo —dijo mi mamá con una sonrisa.

A los pocos días después de regresar de la casa de mis padres, sonó el teléfono. Era mi mamá. Me dijo que fuera a llevarme todas las castañas porque habían madurado. Regresé con mis hijos el siguiente domingo.

Alrededor del castaño había muchos aquenios de castaña abiertos. Mi mamá los recogió para que mis hijos y yo tuviéramos la oportunidad de abrirlos. Gracias a ella, tuvimos un momento de diversión, recogiendo las castañas escondidas dentro de sus aquenios. Era muy emocionante sacar el fruto abriendo los aquenios nosotros mismos.

En el camino de regreso a casa con una bolsa llena de castañas que nos había dado mi mamá, pensaba que era igual con las bendiciones de frutos que la Madre celestial nos concede. Ya que la Madre es Dios Todopoderoso, Ella misma puede completar toda la obra del evangelio, pero no lo hace. Para que sus hijos sientan gozo llevando fruto, dejó la obra espiritual de la cosecha para nosotros.

Participaré alegremente en la cosecha espiritual para que podamos cultivar los buenos frutos que la Madre ha preparado para nosotros, porque lo que más agrada a la Madre es que recibamos grandes premios celestiales de Dios por llevar buenos frutos.