Cerca de un mercado abierto de Seúl, un niño empujaba un carrito en lugar de su abuela. Pero accidentalmente raspó un automóvil de lujo que estaba estacionado. Al ver a su abuela totalmente nerviosa sin saber qué hacer, el nieto estaba a punto de llorar. Los transeúntes también se lamentaron por ello. Como el automóvil era de una de las marcas de más alta calidad, parecía que costaría mucho dinero repararlo. Si su dueño se enteraba, era más que obvio que se molestaría.
Una persona que observaba esta situación llamó al dueño del automóvil y le explicó lo que había pasado en detalle. Pronto, apareció una pareja de mediana edad y repentinamente inclinaron la cabeza ante la anciana, disculpándose cortésmente con ella por haber estacionado el vehículo al borde del camino, y no en el estacionamiento. Añadieron que su error causó inconvenientes, e incluso que el carrito chocara con el automóvil.
Un testigo presencial de esta conmovedora escena publicó la historia en Internet, envidiando la personalidad de la pareja, y no su riqueza. Los internautas también dejaron comentarios de elogio: “Son ricos de corazón. Es impresionante. ¡Son maravillosos! En personalidad también debería haber calidad de elección”.
La verdadera dignidad se ve a través de las palabras y acciones. Nunca se puede comprar con dinero, sino que se produce en el corazón.