El agua corriente se purifica naturalmente. Por el contrario, el agua estancada se ve tranquila y pacífica, pero en un futuro cercano llega a pudrirse. Para expresar el carácter ocioso por la costumbre de resistirse a cambiar su estado de reposo o de movimiento como el agua estancada, usamos la palabra “inercia”.
La definición psicológica de la “inercia” implica cuando uno llega a acostumbrarse a hacer algo como hábito, aunque al principio reaccionaba con un sentimiento especial y fuerte después de ver o escuchar algún nuevo material o algún estímulo. Cuando hay algo nuevo, la gente tiene interés y se concentra con atención, pero luego no le presta más atención. Un evento que conmueve al mundo, llega a ser una historia trivial poco a poco; esto también es por causa de la inercia.
El evangelio está llegando hasta el fin del mundo y la gloria de la nueva Jerusalén se está anunciando a los reyes y las naciones. ¿No estaremos viviendo hoy igual que ayer, estando tranquilos en el presente, aunque al principio nos sorprendimos y estuvimos alertas al ver el cumplimiento de las profecías? Esto es la inercia de la fe.
Los atrapados por la inercia empiezan a atrasarse dejando la predicación para mañana, y llegan a ser siervos malos pensando que el señor tardará en venir. Debemos tener una fe firme estando despiertos siempre, concentrándonos en la palabra de Dios, quien nos permite un nuevo corazón. Cuando nos esforcemos cada día por cumplir nuestra misión conforme a la profecía, la obra del evangelio se cumplirá sin parar.
¿Es hoy igual que ayer?