En 1912 cuando el Titanic, llamado el “Palacio Flotante”, estaba a punto de hundirse en el océano, el capitán ordenó dejar subir primero a las mujeres y a los niños en los botes salvavidas, que no eran muchos. En la actualidad, “mujeres y niños primero” es una ley común, pero esta se originó en el Birkenhead, un buque de la Armada Británica.
En 1852, el buque navegaba a lo largo de la costa de Sudáfrica con 472 soldados y sus familias: 162 mujeres y niños. Desafortunadamente, el buque chocó con un arrecife cerca de Ciudad del Cabo. Solo había tres botes salvavidas, con una capacidad de 60 personas cada uno. Cuando el buque comenzó a hundirse, el comandante, Sydney Seton, ordenó a todos los soldados que se reunieran en la cubierta y les dijo:
“Si permanecemos aquí, nuestras familias podrán sobrevivir. Pero si nos aferramos a un bote salvavidas para vivir, definitivamente se hundirá y todos morirán. ¡Mantendremos nuestra posición aquí hasta el final!”
Ante su orden, los soldados ayudaron a todos los niños y a las mujeres a subir a los botes salvavidas sin ninguna queja. Pese a que varias personas podían subir a los botes porque quedaban algunos asientos, todos los soldados, incluyendo el comandante, permanecieron en línea sin moverse, para mantener el orden, y se hundieron en el mar con el barco.
Después de este incidente, se erigieron muchos monumentos a los soldados del Birkenhead en toda Inglaterra. Cuando las personas enfrentaban un desastre en un barco, los tripulantes susurraban mutuamente: “¡Recuerda el Birkenhead!”.