En junio de 2014, un científico resultó herido por el desprendimiento de una roca y perdió el conocimiento mientras exploraba una cueva de los Alpes Bávaros, en Alemania. El lugar del accidente tenía aproximadamente mil metros de profundidad, el doble de la altura del World Trade Center en Nueva York. Entre sus dos compañeros, uno se quedó con él mientras que el otro salió de la cueva para pedir ayuda a través de pasajes laberínticos, estrechos y empinados, durante doce horas.

Al enterarse de esta situación angustiante, el gobierno alemán movilizó numeroso personal y equipos. Instalaron cinco campamentos, y más de setecientos médicos y especialistas de cinco países (Austria, Suiza, Italia, Croacia y Eslovenia) participaron en la operación de rescate. Como el interior de la cueva era laberíntico, con charcos y acantilados, la dificultad y complejidad de la operación era inimaginable. Sin embargo, el equipo de rescate levantó al herido en una camilla palmo a palmo, y después de hacer esfuerzos desesperados durante doce días, finalmente lo rescataron. Cuando la misión se completó con éxito, los miembros del equipo de rescate se abrazaron con alegría. “Los equipos de rescate de montaña de élite en Europa, se reunieron y abrieron un nuevo capítulo en la historia de los Alpes”, manifestó el líder del equipo de rescate a cargo de la operación.
Al ver esta operación de rescate sin precedentes, en la cual no escatimaron nada para salvar a un hombre, pensemos de nuevo en la santidad y el valor de la vida.