![](/wp-content/uploads/2023/06/thum_spirit_of_ownership.jpg)
Nanami Shiono, novelista japonesa conocida por su obra acerca de la historia de Italia La historia de los romanos, explica que una de las razones de la caída del poderoso Imperio romano fue que los romanos defendían su país trayendo soldados mayormente de otros países. Ya que los soldados no estaban defendiendo su propio país, les faltaba el sentido de pertenencia y del deber, por lo cual descuidaban su defensa.
Durante el período de la colonia japonesa, Ahn Chang-ho, un activista de la independencia de Corea, mencionó la diferencia entre un propietario y un viajero: “La casa que el propietario no administra colapsará algún día”. Puso énfasis en la mentalidad de propietario que los ciudadanos deben tener.
Aunque dos personas estén en la misma casa, la posición de su propietario y la de un viajero son totalmente diferentes. Mientras el viajero permanece ahí temporalmente, el propietario debe administrar y hacerse responsable de todos los asuntos concernientes a la casa.
Dios nos permitió heredar el hermoso y glorioso reino de los cielos. Si tenemos el corazón de propietario, podemos mantener la herencia celestial que se nos ha dado. Sin el corazón de propietario, podríamos sentirnos cansados fácilmente incluso por cosas pequeñas y quejarnos, y finalmente podríamos renunciar al reino de los cielos o ser privados de nuestra herencia por los violentos.
Para el propietario, todo lo que ocurre en la casa es “mi trabajo”. Debemos prepararnos para el reino de los cielos, en lugar de solo esperar que alguien más lo haga. Para el reino de los cielos donde viviremos para siempre con nuestro Padre y nuestra Madre celestiales y con nuestros amados hermanos celestiales, convirtámonos en los verdaderos propietarios del reino, que tomen la delantera en la obra del evangelio con gozo y gratitud.
Aunque otros no trabajen, no nos quejemos, sino cada uno haga su propio trabajo fielmente. Si trabajamos con el corazón de propietario, no estaremos cansados y podremos trabajar alegremente. Sexta Lección de la Madre