Una mañana, un oficinista se levantó tarde porque su despertador se averió. Corrió apresuradamente al baño para lavarse, pero habían cortado el agua. Apenas se lavó el rostro con el agua que había almacenado y se peinó bruscamente. Luego se puso una camisa que había planchado, pero se le cayó un botón. Cuando salió rápidamente de su casa, con otra camisa arrugada sin más opción, cayó por las escaleras y se raspó la rodilla. Soportando el dolor, corrió hacia la parada de autobuses, pero el autobús que tenía que abordar ya se iba. La ira hervía en su interior.
Camino a casa después de pasar un día ajetreado, pensó en lo grato que era abrir los ojos al sonido del despertador, que cayera agua al abrir el grifo, tener los botones en la camisa, y bajar las escaleras con seguridad. Finalmente entendió que lo que había dado por descontado era todo aquello por lo que debía estar realmente agradecido.
Si las cosas que da por descontadas salen como de costumbre, significa que su felicidad se mantiene. Si ha pasado hoy de esa manera, debe de haber tenido un día muy feliz.