Había un hombre que siempre se sentía inquieto y ansioso por asuntos pequeños y triviales. Su deseo era vivir sin preocupaciones. Un día se fue a ver a un hombre sabio de su aldea y le preguntó cómo podía liberarse de su ansiedad. El sabio dijo:
“¿Por qué no separas un día para encargarte de todas tus preocupaciones?”.
Desde ese momento, el hombre decidió preocuparse un día a la semana. Cada vez que enfrentaba un problema o preocupación, lo escribía en un papel junto con la fecha en que ocurría, y lo ponía en una caja. El día indicado, abrió la caja y empezó a leer lo que estaba escrito en cada papel. Entonces quedó muy sorprendido, porque las cosas que hasta hacía poco lo fastidiaban ya no le parecían tan graves.
Después de eso, pudo estar libre de esas preocupaciones triviales. La razón era que cada vez que surgía un problema o preocupación, se daba tiempo para recobrar la compostura y después trataba de encontrar la solución, en lugar de preocuparse por ello.