
En junio de 1859, el acróbata francés Charles Blondin, se desafió a sí mismo a realizar una hazaña que sorprendiera al mundo. Fue cruzar las cataratas del Niágara caminando en una cuerda floja.
Numerosas personas llegaron para ver la emocionante escena. Él avanzó paso a paso, balanceándose con un palo sobre la cuerda floja 49 metros sobre el agua. Logró cruzar las cascadas exitosamente. E incluso mostró otras hazañas como avanzar parado de manos y caminar con los ojos vendados. Él preguntó a la multitud que vitoreaba:
“¿Creen que puedo cruzar las cataratas cargando a una persona en mi espalda?”
La multitud gritó: “¡Sí, lo creemos!”. No obstante, cuando preguntó quién subiría a su espalda, nadie se ofreció. Entonces Blondin señaló a un hombre. Era su amigo y agente Harry Colcord. Este no dudó e inmediatamente se subió a la espalda de Blondin.
Mientras la multitud observaba en silencio, Blondin avanzó por la cuerda floja con más precaución, cargando a Colcord en la espalda. Y llegó al otro lado de la cascada a salvo sin decepcionar la confianza de su amigo, quien había recorrido el duro camino con él.