En esta tierra, a nadie le gustan los pecadores. Además, si es un malhechor que cometió atrocidades imperdonables contra los seres humanos y todos lo señalan y condenan con el dedo, diciendo: “Él merece morir”, su familia tampoco desea acercarse a él.
Sin embargo, el caso de la madre es diferente. Aunque toda la gente del mundo lo aparta, ella siempre toma parte por su hijo. Aunque la madre puede reprender y castigar a su hijo para su mejor futuro, nunca puede abandonarlo. Y es la única persona que puede decir a su hijo pecador: “A pesar de todo, te amo mucho”, y cree en él hasta el final.
Con ese amor, la Madre celestial ha venido a esta tierra, eligiendo una vida dolorosa, siendo la Madre de los pecadores y dejando el trono celestial solo por los graves pecadores que nunca pueden ser perdonados de la pena de la muerte debido al enorme pecado cometido en el cielo.
La única manera de aminorar las pesadas cargas de sufrimiento de la Madre y cumplir nuestro deber filial, es el “arrepentimiento”. Ya que con el aspecto pecaminoso no podemos volver al reino celestial, la Madre desea nuestro verdadero arrepentimiento. Así que seamos los hijos que agradan a la Madre con frutos dignos del arrepentimiento.
El arrepentimiento es el mayor deber filial.