Un fruto me enseñó la paciencia

Jeon Myeong-hui, desde São Paulo, Brasil

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Fui a predicar el evangelio en Centro, Osasco, y conocí a una señora cerca de la estación del tren subterráneo. Ella vivía en Itapevi, a aproximadamente una hora y media en autobús de Osasco. Había visitado muchas iglesias, pero no había asistido a ninguna de ellas porque nadie le enseñaba la Biblia correctamente. Cuando escuchó la verdad acerca de Dios Madre, se mostró muy interesada y dijo: “Está testificado muy claramente en la Biblia, ¿pero cómo es que nadie me enseñó esto hasta ahora?”. Quiso saber más sobre la Biblia y prometió reunirse nuevamente el domingo.

Unos días después, me dirigí a Itapevi para reunirme con ella como habíamos acordado. Tomé el tren y el autobús alternativamente y subí una colina escarpada durante bastante tiempo, y finalmente encontré su casa. Estaba muy agradecida de que fuéramos a verla; en realidad, ella pensó que no iríamos a causa de la distancia.

Ese día, su esposo también estaba en casa. Él explicó lo que había sucedido justo antes de que llegáramos. El pastor de su iglesia anterior los visitó repentinamente y discutieron acerca de Dios Madre. Finalmente, la señora manifestó al pastor que ella había confirmado la existencia de Dios en la Biblia y lo despidió. Estaba orgullosa de ella, que había confiado en la Biblia, y no en las palabras del hombre, y tomó la decisión correcta. Después de estudiar la verdad sobre el Espíritu y la Esposa que es Dios Madre, que vinieron como los Salvadores de esta época, nació de nuevo ese día como hija de Dios con su esposo y su hijo menor.

Era cerca de las 11 de la noche cuando regresamos a Sion después de terminar nuestra agenda de ese día. Estaba cansada pero muy feliz de haber encontrado a los miembros perdidos de nuestra familia celestial por primera vez en otra ciudad cerca de nuestra Sion de Osasco. Gracias al gozo, hasta la fatiga se sentía dulce.

Por otro lado, estaba preocupada. Los brasileños con naturaleza relajada rara vez asistían a las iglesias a más de una hora de distancia. Ya que quedaba poco tiempo para la Pascua, no tuve otra opción que ir a visitar diligentemente a la familia de la hermana para alimentarlos con las palabras de Dios y sembrar la fe en ellos para llevarlos a rendir culto en Osasco. Sin embargo, no fue fácil encontrarlos. A menudo no estaban en casa a la hora señalada, así que tenía que subir y bajar de la colina, esperándolos unas horas para entregar la palabra de la verdad. A veces, no venían al Día de Reposo porque surgían algunas cosas. Apenas pudieron celebrar la Pascua.

Incluso después de que guardaron la Pascua con mucha dificultad, estaba ansiosa cada Día de Reposo; era común para la hermana, que entendía muy bien cuando estudiaba la Biblia, no venir cuando algo ocurría en los días de culto. Su esposo dijo que era bastante extraño: no tenía ningún problema durante la semana, pero algo sucedía cuando llegaba el Día de Reposo.

Me preocupaba cómo podía ayudar a la hermana que no superaba la situación. Quería darme por vencida. Sin embargo, cada vez que quería hacerlo, Dios se aferraba a la hermana.

Con el tiempo, la hermana creció en la fe y se esforzó por cumplir las reglas de Dios, y también actuaba y hablaba como hija de Dios. Al verla cambiar, me dije: “¡Debido a mi precipitado juicio, casi pierdo a una hija de Dios a quien Él crio con su sacrificio!”.

El Padre y la Madre celestiales me enseñaron la paciencia mediante la hermana. A través del proceso desde nuestro primer encuentro hasta que ella comprendiera el verdadero amor de Dios, entendí que me faltaba paciencia. Doy gracias a Dios Elohim por esperar a esta alma impaciente. Para retribuir la gracia de Dios, me esforzaré al máximo por cumplir mi deber como primogénita espiritual, amando a mis hermanos y hermanas a quienes encontré después de una larga separación, al igual que la Madre celestial nunca abandona a sus hijos.