El regalo de Dios

Kim Mi-hui, desde Geoje, Corea

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“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Ro 10:14

Un predicador del evangelio es esencial para salvar un alma. Esperando que yo también pudiera asumir ese papel, oré mucho para encontrar un alma que estuviera buscando ansiosamente a Dios.

Y finalmente, Dios me permitió encontrar una. Manifestó que su alma ha estado sedienta cuando nos escuchó decir la palabra “iglesia”, lo cual nos sorprendió. Nos contó que había intentado ir a diferentes iglesias, pero que dejó de hacerlo porque ninguna iglesia pudo saciar su sed espiritual. Pudimos ver que había atravesado momentos difíciles mientras buscaba la verdad.

Le predicamos la verdad mediante la Biblia poco a poco y continuamos estudiando con ella al día siguiente. Mientras más compartíamos la verdad con ella, podía sentir con más fuerza que Dios estaba guiando su alma utilizándome como un instrumento del evangelio.

Ella comprendió la importancia de la Pascua y recibió la verdad de inmediato en cuanto se dio cuenta de que la Iglesia de Dios es la única iglesia que guarda la Pascua del nuevo pacto. Puesto que su sed espiritual era grave, estudió la Biblia sin detenerse. Cuando descubrió que Jesús había venido por segunda vez para nuestra salvación como estaba profetizado en la Biblia, derramó lágrimas.

“¡Qué frustrante y difícil debe de haber sido para Dios cuando vino a esta tierra!”

Estábamos impresionados de verla aceptar la palabra con un corazón tan puro y por entender el corazón ardiente de Dios.

“¡Realmente hay un alma que anhela a Dios de este modo!”

Reflexioné sobre mí y entendí que había estado ocupada dudando del amor de Dios. Fui bendecida con la salvación a pesar de no haber hecho ninguna obra por Dios. Sin embargo, no le agradecí a Dios lo suficiente por su gracia que me permitió gratuitamente, ni entendía su corazón. Me sentí avergonzada de mí misma.

Aprendí muchas cosas mientras la guiaba a Sion. Predicar el evangelio es la manera de salvar un alma, pero también es el regalo de Dios para salvarme. Estoy contenta de haber recibido este regalo de Dios. Hoy también, recorreré vigorosamente el camino de evangelista.