“Recibiréis el don del Espíritu Santo”

Hechos 2:1-41

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Cuando llegó el día de Pentecostés, los discípulos de Jesús estaban todos unánimes juntos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen.

Cuando los judíos que habían venido de todas las naciones del mundo para guardar la fiesta, oyeron a los discípulos hablando en sus propios idiomas, quedaron perplejos. Algunos se burlaban de los apóstoles y decían: “Están llenos de mosto”.

Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:

“Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis. Esto sucedió porque Dios ha derramado el Espíritu Santo sobre ellos, como él habló a través del profeta Joel. Jesús fue un hombre aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis. Vosotros, con la ayuda de los gentiles, le disteis muerte crucificándole. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Este Jesús a quien vosotros crucificasteis es nuestro Salvador y Cristo.”

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:

“Varones hermanos, ¿qué haremos?”

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo y seréis salvos.”

Los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

Los apóstoles testificaron claramente la palabra de la verdad y predicaron valientemente que Jesús es el Cristo. Cuando vemos el aspecto de los apóstoles, podemos ver que no eran muy estudiados o personas reputadas. A pesar de eso, eran sorprendentemente sabios y valientes. Esto sucedió porque estaban revestidos del poder de Dios dedicándose de todo corazón a la oración.

El poder del Espíritu Santo de la lluvia tardía en esta época es siete veces mayor que el Espíritu Santo de la lluvia temprana de la época de la iglesia primitiva (Is. 30:26). Con el poder del Espíritu Santo, tenemos que completar el evangelio como los protagonistas proféticos, como los testigos de Dios Elohim que salvarán esta generación, proclamándolo a todas las naciones del mundo.

Dediquémonos todos a la oración por el gran poder del Espíritu Santo como una cascada, que el Padre nos ha prometido. Nada es imposible si el Espíritu Santo desciende sobre nosotros.