Los pescadores tejen las conchas de las rapanas venenosas y las colocan debajo del mar por un tiempo y las levantan para capturar a los pulpos. Se debe a que los pulpos toman las conchas como sus hogares. Puesto que la concha de la rapana venenosa es dura y su acceso es amplio, es muy conveniente para los pulpos no solo para ingresar, sino también para poner sus huevos y protegerlos.
Cuando una madre pulpo pone sus huevos, cientos de huevos, que se ven como granos de arroz, se adhieren densamente al interior de la concha y esperan a eclosionar. La madre pulpo no abandona los huevos ni un instante hasta que eclosionen, lo cual demora unos 55 días. Mientras tanto, la madre pulpo hace circular el agua en la concha para proporcionar oxígeno fresco, y mima a los huevos, limpiándolos con sus ventosas. Cuando otros peces se reúnen a su alrededor para comerse sus tentáculos, ella nunca escapa, sino que renuncia a su vida.
Sus crías eclosionan y se dispersan para encontrar su propio camino sin mirar atrás. Para ese momento, la madre pulpo está exhausta y termina su vida. Solamente permanece una concha vacía como si consolara su conmovedor amor maternal.