Sean conscientes de Dios
Equipo Misionero de Corto Plazo a Swakopmund, Namibia
A mediados de noviembre, la Sion de Namibia, África, planeó un viaje misionero de corto plazo de tres días. El lugar al que fuimos fue Swakopmund, la segunda ciudad más grande de Namibia. Aunque teníamos nuestros empleos y estudios, nos ofrecimos voluntariamente para la misión. Los que no podían ir, nos apoyaron con lo que se necesitaba para la misión, deseando participar en la obra del evangelio de Dios.
La misión de corto plazo se preparó sin problemas, pero había algo que nos preocupaba: la mayoría de los miembros habían recibido la verdad hacía menos de un año, y una hermana había comenzado su vida de la fe hacía solo cinco meses. Estábamos orgullosos de los miembros nuevos que eran apasionados, pero al mismo tiempo nos preocupaba si lo harían bien en la misión de corto plazo debido a su falta de experiencia en la predicación. Entonces leímos un sermón titulado “Sean conscientes de Dios”.
“Cuando la gente ve un árbol que ha producido mucho fruto, tienden a prestar atención a sus frutos y ramas visibles, pero olvidan pensar en el papel y la influencia de la raíz invisible… Ningún árbol puede mantener su vida ni dar fruto si no tiene raíz, aunque sus ramas sean fuertes… Si logramos algo o no, depende totalmente de Dios, no de nuestras propias habilidades y sabiduría. Entonces, siempre debemos pensar primero en Dios, y comprender que Él administra el mundo y guía a todos los pueblos y naciones. Entonces podremos cumplir todos nuestros planes para el evangelio y lograr la meta que nos hemos propuesto.”
Mientras leíamos el sermón, nos conmovimos mucho y nos convencimos de que, aunque carecíamos de experiencia en la fe, sin duda obtendríamos buenos resultados si confiábamos en Dios. Los miembros leyeron juntos el sermón y establecieron la meta de llevar abundantes frutos confiando en Dios, que es la raíz de nuestra fe y quien nos da la habilidad y nos fortalece.
El primer día de la misión, salimos de la capital Windhoek a las 4 a. m. y llegamos a Swakopmund después de cuatro horas y treinta minutos. Tan pronto como desempacamos y comenzamos a predicar, se escucharon buenas noticias. Una señora que se dirigía del supermercado a su casa se alegró mucho de escuchar sobre la Madre celestial y preguntó cómo podía ser bendecida por Ella. A la hermana Emma, que se convirtió en hija de Dios en el acto, le gustaba mucho estudiar la Biblia e hizo muchas preguntas. Le encantaba la palabra de Dios y realmente era miembro de la familia celestial a quien encontramos después de seis mil años.
Después de reunirnos con la hermana Emma, conocimos a una pareja al lado del lugar donde estábamos reunidos. El esposo, que escuchó las palabras de la Biblia, exclamó: “Hace poco, conversaba con mi esposa que debíamos buscar a Dios, y ustedes llegaron. Creo que no llegaron a nuestra casa por su voluntad sino por la voluntad de Dios”.
Cuando preguntamos si querían recibir la salvación de Dios, la esposa respondió afirmativamente, sin dudarlo. La hermana Roland, que aceptó la verdad, rio alegremente y nos dijo que se sentía libre como una niña. Su esposo, que la miraba sonriendo, nos llamó la siguiente noche y dijo que también quería convertirse en hijo de Dios Padre y Dios Madre, y nos pidió ir. El hermano John y la hermana Roland, que encontraron a Dios a quien habían estado buscando, asistieron al culto del Tercer Día con rostros felices.
Después de escuchar la verdad sobre la Madre celestial, la hermana Gregencia no pudo contener las lágrimas de alegría hasta que terminó la santa ceremonia. Al verla, decidí difundir la palabra de Dios sin descansar para encontrar a los hermanos y hermanas que están esperando las nuevas de salvación en algún lugar como ella.
Algunos miembros nuevos no solo escuchaban la verdad, sino que también la transmitían a sus familiares y parientes y recibían la salvación juntos. El hermano Steven había escuchado la verdad unos años atrás, pero no estaba interesado en ese momento. Sin embargo, al oír la verdad esta vez, guio a su familia y parientes, un total de ocho almas, a ser bendecidos con una nueva vida. El hermano Bartlett, comprendiendo que los desastres pasan por encima de nosotros si celebramos la Pascua, fue deprisa a su hijo y a su hija y los animó a recibir la verdad. El hermano Bartlett es tan bueno como un obrero del evangelio.
Encontramos veintiún hermanos y hermanas en solo tres días en Swakopmund. Como vimos a los nuevos miembros recibiendo la verdad como si la hubieran esperado, comprendimos que es Dios quien realmente cumple la obra de la redención, no nosotros.
Así como las raíces absorben agua y nutrientes y los suministran a las ramas para que puedan dar fruto, Dios añadió a cada uno de nosotros el poder que necesitamos para encontrar a los miembros perdidos de nuestra familia. A través de esta misión de corto plazo, reflexionamos sobre nosotros mismos por haber confiado en nuestra habilidad mientras llevábamos a cabo la obra del evangelio. Habíamos olvidado a Dios que siempre nos ayuda y fortalece. Nos arrepentimos de nuestro pasado y renovamos nuestro compromiso con la obra del evangelio.
Siempre pensaremos en Dios primero y confiaremos en Él para cumplir la obra del evangelio en África, porque es Dios quien completa la obra de la redención y da la salvación al mundo.
¡Padre celestial y Madre celestial, por favor dennos el poder del Espíritu Santo para que tengamos resultados del evangelio fructíferos y llenos de gracia!