Maduración del maíz con el sudor del granjero

Shin Hae-yeong, desde Wonju, Corea

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A fines de junio, cuando el sol ardía y el calor persistía, los miembros de la Sion de Wonju fueron a una granja de tomates y un campo de maíz ubicado en Sillim-myeon para ayudar a eliminar la maleza. Para hacer las cosas más fáciles, formaron dos equipos, y me uní al equipo para el campo de maíz. El maíz, que se considera un bocadillo nacional, me hizo evocar recuerdos de mi infancia y me entusiasmó incluso antes de comenzar el servicio voluntario. Cuando llegamos a la granja, nos esperaban tomates y maíces bien maduros.

Junio es el período de maduración del maíz. En el campo de maíz de aproximadamente 1650 m2, la hierba había crecido en forma silvestre. Desde cierta distancia, parecía que las mazorcas habían crecido bien, pero estaban llenas de ramas laterales. El propietario de la granja dijo que las ramas laterales y la maleza debían eliminarse durante este período cada año, para que las ramas originales crecieran más gruesas y las mazorcas bien cultivadas pudieran ser cosechadas, y nos enseñaron a eliminarlas. Pensaba que el maíz, una vez sembrado, crecía naturalmente y se servía en la mesa; pero requiere mucho cuidado al igual que otros cultivos.

Antes de comenzar, cubrimos nuestros rostros con la red de cebolla para que nuestra piel no se rayara con las ásperas hojas del maíz. Poco después de comenzar a trabajar, todo nuestro cuerpo estaba empapado de sudor porque estábamos trabajando en un clima caluroso, y ni siquiera podíamos abrir los ojos ya que el sudor los empapaba. Mientras nos agachábamos y arrancábamos la mala hierba, nos dolían las manos y las piernas y la red que usábamos se volvía cada vez más pesada. De repente, pudimos sentir el sacrificio de Dios, que elimina cuidadosamente toda la maleza y las ramas laterales que crecen en nuestros corazones para hacer que nuestras almas crezcan y maduren como buenos frutos. Nuestro trabajo fue solo unas pocas horas de problemas e inconvenientes. Renovando nuestra mente, teníamos sonrisas en el rostro al pensar que, si trabajábamos un poco más, cosecharíamos deliciosos maíces.