Impronta y crianza: El amor de las aves por sus crías (II)

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¡Pío, pío!

Cuando era niño, habrá podido ver pollitos amarillos piando en una tienda frente a la escuela y terminó comprando una de esas lindas y adorables criaturas después de verla un rato. Emocionado, habrá hecho su mejor esfuerzo por cuidar bien de él, pero desafortunadamente se enfermó y murió unos días después. ¿Por qué murió a pesar de sus esfuerzos?

Los pollitos se incuban entre 37 y 38 ℃, la temperatura de incubación de la gallina; y la temperatura corporal de las crías es de más de 40 ℃. Después de la eclosión, la gallina continúa empollando a sus pollitos porque no pueden controlar la temperatura de su cuerpo por sí mismos. Por esa razón, un pollito sin su mamá moriría fácilmente. No es exagerado decir que el rol de una madre está relacionado con la vida de su hijo.

Impronta: reconociendo a la misma especie a través de sus madres

Los pollitos y los patitos siguen a sus madres inmediatamente después de la eclosión. Esto se llama impronta, una de las características distintivas de las aves. Los bebés de las aves nidífugas1 se conectan por instinto con el primer objeto en movimiento que ven entre las primeras horas de eclosión y lo siguen. Ya que las aves nidífugas hacen sus nidos en la tierra, pueden ser atacadas por sus enemigos naturales. Como resultado, tienen el instinto de huir a un lugar seguro, siguiendo a sus madres. A través de la impronta, la madre y sus bebés construyen una fuerte relación, y los bebés llegan a tener la habilidad de discernir a su propia especie inconscientemente.

1. Aves nidífugas: (del latín nidus, “nido”, y fugere, “huir”; aves precoces) aves que crecen rápido. Poco después de la eclosión, dejan el nido que puede ser atacado fácilmente por los enemigos naturales.

Konrad Lorenz, zoólogo australiano conocido como el Padre de los Ánsares, investigó el principio de la impronta. Con la intención de dar algunos ánsares silvestres a una madre gansa después de la eclosión, Lorenz estudió a los bebés recién nacidos por horas y los confió a una madre gansa. Pero uno de los bebés se veía inquieto y continuaba siguiendo a Lorenz. Luego de estar con él algunas horas después de la eclosión, el bebé improntó a Lorenz como su mamá. Al final, nombró al bebe ánsar Martina, y cuidó de ella. Martina siempre seguía a Lorenz y no reconocía a otros ánsares. A Martina le agradaban Lorenz y las personas más que su propia especie.

Un ave recién nacida no tiene el sentido de reconocer a su propia especie por instinto. Solo acepta el primer objeto que ve como su mamá. Por esa razón, Martina reconoció a Lorenz como su mamá y no sabía si ella misma era un ánsar o no, como el cisne del cuento El patito feo. Las aves que se incuban bajo las alas de sus madres, en un entorno natural, reconocen a su verdadera mamá y aprenden las costumbres de su especie. Sin embargo, no sucede lo mismo con las aves incubadas artificialmente. Esto significa que los bebés pueden entender lo que son a través de sus madres.

Dejando el nido: trasladándose a un nuevo nido, siguiendo a su madre

Las aves nidífugas tienen plumas cuando nacen, y pueden caminar y comer. Así que cuando nacen, dejan el nido inmediatamente y se mudan a un hábitat prolífico. Sin embargo, en este proceso los bebés atraviesan innumerables dificultades.

Una pata mandarín, el monumento nacional de Corea, una vez puso sus huevos en un cuarto de calderas en el noveno piso de un edificio de apartamentos y logró dejar el nido junto con sus hijos. La madre pata mandarín se arrancó las plumas para hacer un nido y pasó empollando todo un mes. Normalmente, los patos mandarines construyen sus nidos en árboles grandes, y los bebés que aún no vuelan, realizan una caída libre desde sus nidos construidos en lugares altos para dejarlos. Como se mencionó, los bebés tuvieron que saltar hacia la calle de asfalto desde el noveno piso. Las personas cubrieron el pavimento con mantas para ayudar a los patos mandarines y a los bebés a saltar sin miedo, siguiendo a su madre.

Mientras tanto, un pato cayó en una alcantarilla y desapareció. Un pato que nació al final, no pudo seguir a su madre. Dos de nueve huevos no pudieron eclosionar, y cinco de los siete que nacieron lograron dejar su nido junto con su madre. Los bebés que nacen y dejan el nido están expuestos a constantes peligros de sus enemigos naturales y del medio ambiente. Si pierden a su madre incluso un instante, se quedan atrás para siempre.

Para nosotros, las aves se ven similares y sus voces no se pueden distinguir. Pero entonces, ¿cómo es que los patos mandarines reconocen a su madre con tan solo oír su voz? Hay un experimento muy interesante sobre la cognición mutua entre una madre ave y sus hijos. Los padres pingüinos adelaida, que comparten los deberes de la crianza, son conocidos por reconocerse entre sí a través de diferentes voces. Dos o tres semanas después de la eclosión, cuando los pingüinos adultos se van a cazar, solo los bebés pingüinos permanecen en el hábitat, así que se juntan y forman un grupo. En ese momento, los científicos les reprodujeron sonidos grabados de pingüinos adultos, y el 90 % de los bebés reconocieron las voces de sus padres y salieron del grupo. Es imposible que los oídos humanos distingan esos sonidos, pero estos eran lo suficientemente diferentes para ser distinguidos por el analizador de voz. Los padres y sus hijos pueden reconocerse unos a otros con voces grabadas que son ligeramente diferentes.

Crianza: el extremo cuidado de los padres

Los padres ave cuidan de sus bebés y los crían después de la eclosión. Algunas aves incluso cargan a sus crías en su espalda igual que las madres humanas. Las aves acuáticas como los somormujos y los patos cargan a sus crías en su espalda mientras nadan. Las jacanas africanas y las aves lotus cargan a sus hijos bajo sus alas. Cuando una madre se agacha y muestra una señal de peligro, los bebés se esconden bajo las alas de su madre. En ese momento, la madre endurece sus alas para que los bebés puedan sostenerse.

Las gallinas tienen un comportamiento similar. Cuando se ve expuesta a cosas que no son familiares o a enemigos naturales, la gallina levanta una señal de advertencia para llamar a sus crías y eleva las alas para hacer que su cuerpo sea lo suficientemente grande para contener a sus polluelos. Es un comportamiento instintivo para proteger a sus hijos.

A diferencia de las aves nidífugas, las aves nidícolas2 nacen sin plumas y ciegas. Los padres permanecen más tiempo en el nido y crían a sus bebés. Mientras están con ellos, los padres atraviesan días difíciles para alimentar a sus crías. Las aves mito cargan comida cada tres o cinco minutos y retiran la excreción de sus crías con sus picos. Ambos, macho y hembra, llevan comida alrededor de doscientas cincuenta veces al día en total, y en cada ocasión capturan un par de orugas. Eso significa que los mitos capturan más de quinientas orugas cada día para criar a sus hijos.

2. Aves nidícolas: (del latín nidus, “nido”, y colous, “habitar”; aves altriciales) aves que crecen lento. Permanecen en el nido por un largo tiempo y reciben el cuidado y protección de sus padres.

Usualmente, el nido de un ave no tiene techo, así que cuando llueve, los padres cubren a sus hijos con todo su cuerpo. Además, protegen a sus crías de cualquier enemigo natural como aves rapaces o serpientes, arriesgando su vida, y siempre están alertas cuidando que sus crías no caigan del alto nido. Mientras cuidan de sus hijos, no tienen fuerza para acicalar sus plumas y no tienen tiempo de encontrar comida para ellos. Como resultado, los padres crecen delgados y feos.

Cuando llega el tiempo en que sus preciosos hijos maduran y dejan el nido, los padres muestran su aleteo y les enseñan a volar, o los atraen con comida para que dejen el nido y vuelen. Es un proceso necesario para que los hijos vuelen en el cielo azul. Después de que los hijos se van, los padres circulan alrededor del nido vacío por largo tiempo, como si supieran algo.

Desde el nacimiento hasta el momento de volar, las aves bebé son capaces de sobrevivir a todo tipo de peligros gracias al sumo cuidado de sus padres. Es como los pollitos que solo pueden sobrevivir cuando están bajo las cálidas alas de la gallina. Hoy también, nuevas vidas nacen y son criadas en el bosque, por el río y alrededor de nosotros. Los padres protegen a sus hijos aunque se mojen bajo la lluvia, y los animan a aletear. El gorjeo de los padres animando a sus hijos, está sonando en nuestros oídos.

“[…] ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” Mt. 23:37

Referencias
Olin Sewall Pettingill Jr., Ornithology in Laboratory and Field, Academic Press, 1985
Vitus B. Dröscher, Tierisch erfolgreich: Überlebensstrategien im Tierreich (en alemán), Goldmann, 1996