El pueblo de Sion guarda el día de reposo como Dios les ha mandado: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”, y las hermanas usan un velo durante el culto, como Dios dijo: “Las mujeres deben cubrirse la cabeza al rendir culto”. Así, todo acto de fe según la palabra de Dios, es obediencia a él.
Los cristianos deben vivir siempre según la palabra de Dios. Dios nos dijo que no añadamos ni quitemos de las palabras de la Biblia, porque él ha puesto todas las palabras de salvación en la Biblia.
Si recorremos el camino que Dios nos ha mostrado, hallaremos vida eterna, salvación y el cielo al final del camino, donde nos encontraremos con Dios con mucha alegría. Grabándonos esto en el corazón, pensemos en las bendiciones que recibirán los que obedezcan a Dios.
Había un rey sabio en una antigua nación. Este rey quería ver qué tan honesto era su pueblo y cuánto obedecían sus órdenes. Para ello, repartió semillas de flores en cada casa, y declaró que dentro de un año premiaría al que cultivara mejor la semilla y obtuviera la flor más hermosa.
Un año después, el rey ordenó al pueblo devolver las flores que habían cultivado. Todos salieron a las calles con macetas llenas de flores de distintos colores, alardeando delante del rey de lo bien que habían cuidado de ellas hasta hacerlas florecer.
El rey los felicitó por tanto esfuerzo. Pero mientras pasaba entre la multitud, encontró a un niño llorando, con las manos vacías. Cuando el rey le preguntó por qué lloraba, el niño le respondió que había cuidado bien de la semilla, pero que curiosamente no había brotado; por eso llegó a pensar que era el ser más indigno de la nación.
Escuchando al niño, el rey le acarició la cabeza y declaró que él era el que estaba buscando. En efecto, las semillas que el rey había repartido al pueblo estaban hervidas, y no podían crecer. Aunque parecían intactas y viables, estas semillas jamás habrían podido florecer. El rey estaba buscando a los que lo obedecían y lo seguían con un corazón sincero incluso cuando no los veía. El rey se sintió feliz de haber encontrado una persona honesta, y otorgó un generoso premio al muchacho.
Igual que el niño de esta historia, debemos obedecer y seguir a Dios con sinceridad, haciendo lo que él nos dice. Cuando el pueblo recibió las semillas del rey, las cultivaron, pero no brotaron, y por eso las reemplazaron por otras semillas. Esta clase de pensamiento hace que haya cambios de la verdad y se cierre la puerta de la vida eterna. Los cristianos deben hacer lo que Dios dice, con una sincera actitud de fe. A fin de encontrar a los obedientes, el rey repartió intencionalmente semillas hervidas a cada casa.
Cuando el pueblo hizo brotar las flores empleando otros métodos, para quedar bien con el rey, él reconoció que no eran el pueblo que obedecía sinceramente su orden. El niño pudo haber optado por hacer lo mismo que los demás. ¡Cuánto se habrá preocupado al ver que la semilla que sembró no brotaba ni florecía como las de los demás! Sin embargo, no buscó otra semilla, sino que se esforzó en cuidar de la semilla que el rey le había dado, según su mandamiento. Lo que el rey quería era la sinceridad del corazón.
Nosotros tenemos que hacer lo que la Biblia enseña, porque este es el camino que Dios nos ha dado. Lo que Dios quiere no es nuestra habilidad ni sabiduría. Dios posee todo el poder y la sabiduría, y no necesita nada de lo que tenemos; él solo busca a los que obedecen su voluntad sincera y honestamente. Tales personas son dignas del reino de los cielos.
Por lo que padeció, Jesús aprendió la obediencia y fue perfeccionado. La obediencia es la virtud que tenemos que aprender para ser seres celestiales completos.
『Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.』 He. 5:8-10
Nadie puede llegar a ser perfecto sin la obediencia. Jesús fue perfeccionado por su obediencia a Dios, hasta la muerte. Su perfecta obediencia guió a los que le obedecen a seguir la voluntad de Dios. Si obedecemos completamente la voluntad de Dios y la transmitimos a los demás, los que nos escuchen también obedecerán completamente la voluntad de Dios y serán salvos. Por eso la Biblia dice que Cristo vino a ser autor de eterna salvación. La salvación se basa en la obediencia.
『Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla […] y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, […] ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,』 Fil. 2:5-12
Si nos apoyamos en nuestras propias fuerzas y habilidades en lugar de obedecer la palabra de Dios, no tendremos recompensa de él aunque nos ocupemos con esmero en las cosas del mundo, al igual que el pueblo que no recibió recompensa del rey aunque habían hecho florecer las semillas, porque no eran las del rey. Dios está buscando a los obedientes a su palabra, como el niño que tenía la maceta con las semillas hervidas originales. Él exalta a los que le obedecen completamente, como Cristo.
“Mi fe es imperfecta, y caigo fácilmente en la tentación. Soy muy perezoso para la obra de Dios.” Si usted se siente así, piense si está siguiendo o no la voluntad de Dios con obediencia. El que obedece completamente la voluntad de Dios tiene una fe ardiente y no cae en tentación. Un corazón de desobediencia nos hace tener deseos mundanos y dejar de tener esperanza en el eterno reino de Dios. Debemos obedecer siempre y buscar nuestra salvación con temor a Dios. La salvación es imposible si no hay obediencia.
El Altísimo Dios vino en la carne y nos mostró el ejemplo de obediencia. Nos enseñó el camino a la completa salvación haciéndose obediente hasta la muerte, como primer ejemplo a seguir para nosotros. En nuestra vida de la fe, nuestra obediencia debe basarse siempre en la obediencia de Cristo.
Pensemos en lo que debemos hacer en esta época, viendo lo que Jesús hizo hace dos mil años mientras estaba en esta tierra.
『Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón […]. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. […] y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.』 Lc. 5:1-11
Pedro respetó la palabra de Dios que había venido en la carne, y lo obedeció. Como resultado, fue bendecido enormemente. Dios mismo dijo: “Echad vuestras redes para pescar”; estas palabras de Dios no estaban escritas en el Antiguo Testamento, que eran las únicas escrituras en ese entonces. No obstante, Pedro confió en la palabra de Jesús, y pudo obtener mucho.
Pedro habría podido apoyarse en sus propios conocimientos y experiencia, desobedeciendo a Dios en la carne, cuando le dijo que echara sus redes. Desde el punto de vista humano, Pedro, que era pescador, tenía más habilidad para la pesca que Jesús, que era carpintero. Cuando Pedro, un experto pescador, no había pescado nada toda la noche, Jesús le dijo: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”; entonces Pedro obedeció su palabra y echó sus redes, y pescó una gran cantidad de peces.
Tenemos que pensar qué es lo que nos enseñan estos incidentes pasados. Así como Dios vino en la carne hace dos mil años, del mismo modo Dios Elohim ha venido en la carne y está con nosotros en estos días. Sin embargo, muchas veces descuidamos la palabra que sale directamente de Dios en la carne, por confiar solo en las palabras escritas en la Biblia.
La mayoría de las personas se muestran confusas ante el hecho de que Dios tenga un cuerpo físico como el de nosotros. Si Dios dijera a la gente que echaran sus redes con una voz majestuosa en una forma espiritual invisible y no en la carne, todos se llenarían de espanto y obedecerían su palabra sin preguntar ni quejarse, pensando que es la obra de Dios. La voz de Dios es la misma, la misma palabra de Dios, esté en forma humana o espiritual.
Sin obediencia a la palabra de Dios, no podemos obtener nada. La desobediencia nos hace abandonar la fe. Obedeciendo un solo mandamiento de Dios, Pedro, Jacobo y Juan fueron capaces de pescar muchos más peces de los que habían pescado en años con sus habilidades y experiencia, y ese solo acto de obediencia les permitió decidir seguir el camino de Cristo.
La obediencia es preciosa y hermosa. La fe sin obediencia es inútil. Pero a veces se nos hace muy difícil obedecer, porque confiamos en nuestros propios pensamientos en lugar de confiar en Dios. Averigüemos en el libro de Isaías por qué debemos obedecer la palabra de Dios, olvidando nuestros pensamientos.
『Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. […] así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.』 Is. 55:6-11
Dios está a nuestro lado. No debemos perder la oportunidad que se nos ha dado desobedeciendo la palabra de Dios. La razón por la que dejamos de obedecer es que confiamos en nuestros propios pensamientos, sabiduría y experiencia.
Cuando Dios nos dice algo, debemos olvidar nuestros pensamientos y hacer lo que Dios dice que hagamos, sin dudar, como Pedro. ¿Habría podido Pedro pescar tantos peces si no hubiera echado sus redes mar adentro de inmediato, sino unos días después? El momento en que Jesús le dijo que echara sus redes, era propicio para obtener una gran pesca. Si dudamos cuando Dios nos manda algo, es igual que si no obedeciéramos.
Debemos hacer lo que Dios nos dice sin demora. Si alguno duda de obedecer la palabra de Dios, pero dice que ha entendido la verdad de Dios que ha venido en la carne, es una prueba de que no tiene absoluta fe en Dios.
Algunos piensan que la obediencia nos hace ser pasivos. Pero no es así. Dios nos dijo que lo obedezcamos para obtener los beneficios espirituales de la libertad eterna y la salvación, y no para ponernos bajo reclusión. Él abandonó la gloria del cielo para salvarnos, y no dudó en tomar el humilde aspecto de un pecador. Si Dios nos ama tanto, ¿nos pedirá obediencia para reprimirnos y limitarnos? Claro que no.
Espiritualmente, los hombres son ciegos. No saben qué traerá el día. Somos incapaces de prever acontecimientos futuros, pero Dios nos conoce desde antes del principio del mundo, y nos instruye para guiarnos al eterno reino de los cielos.
Supongamos que un ciego es guiado por uno que puede ver. Cuando el guía le dice al ciego que alce el pie porque hay una escalera delante de él, este necesita oír lo que le dice el guía y tener cuidado al caminar; pero si camina como en suelo plano, se caerá y se herirá. Cuando se le dice que salte un poco porque hay un arroyo, el ciego necesita saltar. Nosotros somos los ciegos espirituales, por eso no podemos saber qué obstáculos están delante de nosotros. Solo Dios nos indica el camino a la vida eterna mediante sus palabras. Los que no sigan la palabra de Dios, caerán y se herirán.
Dios no nos dice que lo obedezcamos para quitarnos la libertad, sino para guiarnos a nuestro hogar espiritual mostrándonos los peligros que están delante de nosotros y enseñándonos qué hacer. Dando gracias por el amor de Dios, debemos obedecer su palabra con fe firme, para que podamos volver al cielo.
『Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.』 Ro. 5:17-19
Por la desobediencia de un hombre, Adán, todos los hombres se hicieron esclavos del pecado. Sin embargo, por la obediencia de Jesucristo, el postrer Adán, hasta la muerte, muchos son hechos justos y vienen a la salvación. Del mismo modo, la obediencia de uno puede salvar a muchos, y la desobediencia de uno puede herir muchas almas. ¿De qué lado debemos estar?
Recordando que somos semillas muy importantes en la fe, tenemos que seguir el camino de la obediencia. La desobediencia de uno de nosotros puede ocasionar el mismo resultado que la desobediencia de Adán, y la obediencia de uno puede obtener un resultado como el de la obediencia de Jesucristo.
Cuando Dios vino a esta tierra en la carne, algunos fueron totalmente obedientes a la palabra de Dios y recibieron abundantes bendiciones, como el ciego que recuperó la vista. Todo lo que dice Dios Elohim, el Espíritu y la Esposa, es el camino a la salvación. Creyendo en esto, debemos obedecer siempre lo que nos digan que hagamos. Ellos están con nosotros, y nosotros andamos con ellos.
Supongamos que Dios dice: “Acuérdate del cuarto día para santificarlo de ahora en adelante”. Si somos el verdadero pueblo de Dios, tenemos que obedecerlo y guardar el cuarto día en lugar de insistir en la costumbre que hemos seguido hasta ahora, ¿no es así?
El apóstol Pedro fue bendecido al obedecer completamente a Dios. Sin embargo, una vez insistió en sus propios pensamientos, y Dios corrigió su error; así pudo comprender la voluntad de Dios, como está escrito en la Biblia.
『[…] Pedro […] le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.』 Hch. 10:9-16
En los tiempos del Antiguo Testamento, había una distinción entre los animales limpios y los inmundos, y el pueblo podía comer solo de los animales limpios (Lv. 11). Por esta razón, Pedro no comía animales inmundos, pero Dios le dijo que cambiara su costumbre con respecto a la comida, costumbre que había guardado por décadas.
Entonces Pedro insistió en su propia opinión. Dios le dijo que comiera toda clase de animales, diciendo que estaban limpios, pero Pedro dijo que no comería y que guardaría la palabra que Dios le había dado antes. Al mencionar el asunto de la comida, Dios le quería enseñar que el evangelio tenía que ser predicado no solo a los judíos, sino también a los gentiles. Dios mostró a Pedro esta visión para darle a conocer que también debía dar a los gentiles la oportunidad de escuchar el evangelio de vida.
Considerando los versículos anteriores, tenemos que seguir la voluntad de Dios con fe obediente, en lugar de insistir obstinadamente en nuestra propia opinión. Fue Dios quien hizo distinción entre los animales limpios y los inmundos, y fue también Dios quien abolió dicha distinción y nos dijo que comiéramos de todo. La ley consiste en la palabra de Dios. Si Dios, que nos dio la ley, nos dice que comamos animales limpios e inmundos, ¿acaso no debemos comerlos? La ley es nuestro ayo para llevarnos a Cristo (Gá. 3:24) y el camino para encontrar a Dios. La palabra de Dios está por encima de la ley.
Pedro insistió en su propia opinión, a pesar de que Dios mismo le había hablado. No obstante, pronto comprendió la voluntad de Dios y obedeció su palabra. Podemos ver a Pedro predicando a Cornelio y su familia (Hch. 10:17-48) y tomando decisiones acerca de las reglas de la comida en el Nuevo Testamento con los apóstoles, diciendo que podemos comer todo excepto de lo sacrificado a los ídolos, de sangre y de carne de animales ahogados o estrangulados (Hch. 15:7-29).
Teniendo en cuenta que, como los cielos son más altos que la tierra, así los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos, debemos seguir la voluntad de Dios que es más alta que los cielos. Cuando Dios dijo a Pedro que bogara mar adentro y echara la red para pescar, parecía algo simple y ordinario; sin embargo, cuando obedeció su palabra, obtuvo un buen resultado. Necesitamos recordar esto.
Les pido seriamente a todos que sigan obedientemente a Dios Elohim, el Espíritu y la Esposa, que van delante de nosotros y nos guían. El Padre y la Madre han dicho a sus hijos que hagamos todo esfuerzo para predicar el evangelio en Samaria y hasta lo último de la tierra, como sus testigos. Como el pueblo de Dios llegó a ser testigos de Jehová en la época del Padre, y testigos de Jesús en la época del Hijo, así nosotros debemos ser los testigos de Dios Elohim en esta época. Hermanos y hermanas de Sion, guiemos a todo el mundo a la salvación, siendo perfectos como hijos de obediencia, y entremos juntos en el eterno reino de los cielos.