Una lección de la Madre: “Seamos considerados con los demás”

12,000 visualizaciones

Estamos recorriendo el camino de la fe, anhelando el eterno reino de los cielos. Por eso necesitamos examinar nuestra vida diaria y verificar si estamos viviendo dignamente ante los ojos de Dios. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora (Ec. 3:1). Si queremos decir confiadamente que hemos llevado una vida sin arrepentimiento cuando lleguemos a la puerta del cielo después de nuestra vida terrenal, debemos agradecer y glorificar a nuestro Dios Elohim y obedecer sus enseñanzas todos los días.

La Madre ha dado todas las buenas enseñanzas a sus hijos. Entre las lecciones de la Madre, pensemos acerca de “ser considerados con los demás”, y tomemos un tiempo para analizarnos y ver cuánto hemos venido esforzándonos por practicar el amor considerado con las personas de nuestro alrededor durante nuestra vida, siguiendo el ejemplo que nuestro Padre y nuestra Madre nos han mostrado.

Ser considerado con los demás significa comprender sus corazones

Había una vez un general ciego de un ojo. Antes de ir a una cruenta guerra para salvar su nación, dispuesto a morir, quiso dejar su retrato a sus descendientes. Así que pidió a un famoso artista que pintara su retrato, pero quedó bastante desilusionado cuando terminó de pintar el cuadro. El problema no era que el retrato no se pareciera a él; lo que lo desilusionaba de la pintura era que uno de sus ojos estaba cubierto con un parche. Él quería que sus descendientes pensaran que había sido un hombre no solo valiente sino también apuesto, cada vez que vieran su retrato.

Así que llamó a otro famoso pintor. El pintor sabía que la razón por la que el general lo había llamado, a pesar de que el retrato del otro pintor estaba bien hecho, era que no estaba contento con uno de sus ojos en esa pintura. Por eso dibujó sus dos ojos. Al general tampoco le gustó la segunda pintura; y es que aunque no quería que sus descendientes lo vieran con el ojo parchado, por otra parte no quería dejar a sus descendientes un retrato fabricado.

Luego lo visitó una pintora, una niña pequeña que se ofreció a pintarle un retrato. A pesar de no estar seguro de ella, el general le dejó pintar su retrato porque ya se acercaba el momento de ir a la guerra y no tenía tiempo de llamar a otro pintor. Pero en esta oportunidad, el general quedó muy satisfecho con el retrato que la niña le pintó. Cuando vio el cuadro, dijo: “¡Ahora puedo morir tranquilo, porque mis descendientes me recordarán de esta manera!”.

La razón por la que estaba feliz con el nuevo retrato que la niña le había pintado, era que este era de su perfil; ella dibujó solo un lado de su rostro con el ojo en buena condición; y era exactamente así como se veía. Entonces el general quedó muy satisfecho y complacido con el hecho de poder dejar a sus descendientes un retrato de su buen perfil.

Este resultado proviene de un corazón considerado y sabio. Ni los mejores pintores pudieron complacer al general, aunque le hicieron un retrato perfecto. Esto sucedió porque no fueron considerados con él. Si no podemos comprender el corazón de los demás, no importa qué tan bien nos expresemos de ellos o expliquemos sobre sus cosas, pues terminaremos dejando una profunda herida en su corazón. Tal parece que la niña, a pesar de su corta edad, tenía perspicacia para comprender el corazón de los demás y ser considerada con ellos.

Ser considerado con los demás crea un amor perfecto

Ser considerado con los demás significa comprender sus corazones y ocuparse de sus dificultades. Si somos considerados con los demás, podemos complacerlos y satisfacerlos. El verdadero amor descrito en la Biblia también proviene de ser considerados con los demás.

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. […] y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido […]. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”1 Co. 13:1-5, 12-13

1 Corintios 13 habla de los atributos del amor. Al examinar los versículos anteriores, podemos ver que ser considerados con los demás es el punto de inicio más básico para el amor. Podemos cubrir los errores de las personas y ser pacientes si los consideramos, ¿no es así? Además, podemos ser benignos con los demás y no ser descorteses cuando los consideramos.

Si queremos renacer completamente como hijos de Dios, quien es amor, debemos practicar esa clase de amor considerado. Ya que la Biblia dice que el amor es el mayor de todos, analicémonos y veamos cuánto amor hemos mostrado a las personas y cuánta ayuda les hemos dado, según la voluntad de Dios.

Además, a través de la siguiente parábola de Jesús, podemos pensar en el amor considerado. Había un hombre que fue golpeado por unos ladrones que lo dejaron medio muerto. En ese momento, ciertas personas lo vieron. Al principio lo vio un sacerdote que era respetado por las personas y llamado justo, y también lo vio un levita, pero ambos pasaron de largo, pretendiendo no haberlo visto. Pero la tercera persona que lo vio era diferente de los otros dos. Era un samaritano; en ese tiempo, las personas despreciaban a los samaritanos y ni siquiera les hablaban. El samaritano tuvo misericordia del hombre que cayó en manos de ladrones, entonces se le acercó, vendó sus heridas, lo llevó a una posada, y pidió al mesonero que lo cuidara, añadiendo que regresaría y le pagaría todos los gastos extras.

Jesús preguntó: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. Los primeros dos volvieron su rostro del hombre que necesitaba ayuda, pero el tercero fue movido a misericordia y le mostró compasión. Entre ellos, ¿quién le parece que fue el prójimo del hombre? Por supuesto, fue la última persona. Jesús dijo: “Ve, y haz tú lo mismo” (Lc. 10:25-37).

Dios considera a la humanidad

Como el samaritano de la parábola, Dios se ha convertido en nuestro verdadero prójimo. Él no se apartó de nosotros, que estábamos destinados a morir por nuestros pecados, sino que se nos acercó para salvarnos, teniendo misericordia de nosotros. Por eso vino a esta tierra en la carne.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”Lc. 19:10

Dios primero pensó en sus hijos que estaban destinados a morir en el infierno y tuvo misericordia de ellos. Él estaba más preocupado por los sufrimientos de sus hijos que estaban gimiendo en el dolor de la muerte, que por su propia seguridad, y vino a esta tierra por sus hijos que estaban destinados a morir eternamente. En consecuencia, los salvó y los guio al camino de la vida eterna dándoles a comer su carne y a beber su sangre. Si Dios no nos hubiera dado su amor considerado, no habríamos recibido la promesa de la vida eterna o el reino de los cielos (ref. He. 2:14-15, Jn. 6:53-58, Mt. 26:17-28).

“[…] para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. […]”2 P. 1:3-11

Dios quiere que sus hijos participen en su naturaleza divina y practiquen su amor considerado. Llenemos nuestros corazones con fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor. Sin falta podremos llevar fruto si llevamos una vida de dominio propio, de paciencia, de fe, de afecto fraternal y de amor. Los que no tienen estas virtudes no difieren de los ciegos espirituales que no comprenden aunque ven muchas palabras de la Biblia, y son los que hasta han olvidado que Dios los ha limpiado de sus antiguos pecados.

¡Cuánto más nuestro Padre y nuestra Madre celestiales han sido considerados con nosotros para perdonar nuestros pecados que son como la grana! Si Ellos hubieran pensado en su propia seguridad y se hubieran quedado en el reino de los cielos, no habría sido necesario que sufrieran la humillación de la cruz, y la burla y el escarnio de los seres humanos que son como gusanos. Ellos soportaron todas las penas y el sufrimiento porque pensaron primero en sus hijos mortales, a pesar de merecer recibir la alabanza, adoración, honra y gloria de miles de miles de ángeles y de todos los demás seres espirituales del universo.

Con la misma clase de corazón de Dios, debemos dar amor considerado a todas las personas, tanto física como espiritualmente. Ahora, todos ustedes, hermanos de Sion, están ayudando a nuestro prójimo en necesidad, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de la Madre celestial. Estas actividades que ustedes hacen también provienen de su consideración hacia ellos. Ya que se preocupan por su hambre, sed, enfermedad y dificultades, pueden ayudarlos.

Además de ayudar a nuestro prójimo físicamente durante su vida corta y temporal en esta tierra, los ayudan eternamente predicándoles la palabra de Dios. Este también es un acto de consideración hacia ellos y de amor espiritual. Por supuesto, satisfacer su hambre temporal también es una expresión de amor, pero el amor más valioso y verdadero es guiarlos al camino al cielo, teniendo compasión de sus almas que están destinadas a sufrir el castigo de la destrucción eterna, y siendo pacientes con ellos, según el ejemplo de Dios.

Practiquemos el amor considerado por los demás salvando sus almas

Así como el hombre que fue asaltado y quedó medio muerto, hay numerosas almas a nuestro alrededor, que entrarán en el eterno tormento del infierno si los dejamos solos. Todos los que viven en la tierra son como el hombre que fue asaltado y quedó medio muerto. ¿Actuarán como el sacerdote o el levita que vieron al hombre y solo pasaron de largo? ¿O mostrarán su preocupación por esas almas y pondrán su corazón en la obra de salvar almas como el samaritano?

El sacerdote y el levita fueron indiferentes al hombre moribundo. Si se hubieran preocupado por él, al menos habrían tratado de moverlo para averiguar si estaba herido, o le habrían preguntado si estaba bien. Ahora debemos pensar si estamos siendo egoístas e indiferentes con las demás personas, como el sacerdote y el levita.

Dios vino a esta tierra con un corazón considerado, pensando primero en la seguridad de las almas de sus hijos. Con el amor de Dios, miremos a nuestro alrededor. Hay muchas almas que están corriendo al camino de la muerte, sin saber nada sobre el eterno reino de los cielos. Debemos mostrarles nuestra preocupación y ayudarles, teniendo el mismo corazón lleno de gracia como el del buen samaritano. Con un corazón considerado, guiémoslos al camino de la salvación del alma. Esta es la clase de corazón que Dios verdaderamente desea.

El amor de Dios es eterno, así que Dios nos pide que demos el amor eterno a todas las personas del mundo más que el amor temporal y pasajero. Si queremos ir al cielo después de vivir sin lamentaciones en esta tierra, debemos darles el mismo amor considerado que el del buen samaritano, tal como Dios nos ha enseñado. Sembrando el amor de Cristo y la esperanza en el cielo en el corazón de los que están espiritualmente secos, debemos guiar a todos los seres humanos al glorioso camino del cielo.

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. […] él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.”1 Jn. 4:7-11

El amor pertenece a Dios, por eso tiene gran poder.

El amor transforma a una mujer débil en una madre fuerte, y a un cobarde que tiembla de miedo en un valiente guerrero. Dios, que es amor, nos ha cambiado por medio de su amor. Dios ha transformado a los pecadores en personas justas, a los que no pueden ser salvos en los que pueden recibir la salvación, y a los débiles y despreciables en seres especiales.

Existen muchas almas pobres a nuestro alrededor. En lugar de dejarlos solos, pensando: “Esa persona no cree en Dios”, o: “Esa persona cree en otra religión”, debemos preocuparnos por cada uno de ellos y guiarlos del camino incorrecto al camino de la salvación eterna.

El Padre y la Madre vinieron a esta tierra en la carne para salvarnos a sus hijos, y recorrieron el camino del dolor, gustosos de soportar todo el ridículo y la persecución. No obstante, no nos culparon. Es porque fueron muy considerados con nosotros.

Sin un corazón lleno de amor y consideración, no podemos seguir las huellas de sacrificio que el Padre y la Madre han dejado por nosotros, los pecadores. Ya que hemos recibido el santo y noble amor del Padre y la Madre, necesitamos compartir su amor con los demás. Hermanos de Sion, guiemos a muchas almas al camino de la salvación practicando el amor considerado, que el Padre y la Madre nos enseñaron y mostraron personalmente, y predicándolo a todas las personas del mundo.