“Yo Jehová, a su tiempo haré que esto sea cumplido pronto.” Como Dios dijo, él está trabajando hasta hoy, sin descansar, para nuestra salvación. En estos días, debemos predicar el evangelio del reino celestial con más diligencia de acuerdo a la voluntad de Dios, unidos unos con otros en la santa ciudad de Sion.
『Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.』 Fil. 2:1-2
La Biblia dice muchas veces que “sintamos lo mismo”, “tengamos el mismo amor”, “estemos unánimes” y “sintamos una misma cosa”. Esto nos muestra que es muy importante que estemos unidos, sin divisiones entre nosotros.
Esta es la voluntad y la enseñanza de Dios, que se entienden por medio de lo que él ha hecho. Pensemos en la sal, indispensable en la vida diaria. La sal (NaCl) es la combinación de dos elementos: sodio (Na) y cloro (Cl). La sal es comestible; pero separada en sodio y cloro, estos dos elementos resultan muy perjudiciales para la salud si son ingeridos.
Así también es el agua. El agua (H₂O) se forma por la combinación de dos átomos de hidrógeno (H) y uno de oxígeno (O). Pero supongamos que el agua se separa en sus dos elementos y tan solo el hidrógeno ingresa a nuestro cuerpo. Fue hidrógeno lo que Thomas Edison, el genio inventor de América, hizo inhalar a su amigo, diciéndole que volaría como un globo si lo hacía, pero que al final lo enfermó. Si Edison le hubiera hecho beber agua (combinación de hidrógeno y oxígeno), habría estado bien; pero como le hizo inhalar solamente hidrógeno, su amigo se enfermó.
El nailon, la primera fibra sintética, es una combinación de agua, aire y carbón. Suponiendo que cada sustancia se quedara tal como es, ¿sería posible para el agua convertirse en ropa? ¿O podrían hacerse ropas de aire y carbón? La combinación de estos tres produce un nuevo material: el nailon.
Dios ha creado muchos elementos en la tierra, que producen cosas preciosas al combinarse entre sí. Incluso una sustancia venenosa, al combinarse con otras, produce materiales beneficiosos para nuestra vida. De la misma manera, nosotros, que somos hijos de Dios en la verdad, debemos estar unidos en amor en lugar de vivir con disensiones, envidias y egoísmo.
『¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.』 Sal. 133:1-3
Ante los ojos de Dios, es bueno y hermoso habitar los hermanos juntos en armonía en Sion. Como sabemos, cada uno de nosotros no es más que un pecador expulsado del cielo. No obstante, cuando los 144 mil estemos unidos en amor, se terminará el Templo de la nueva Jerusalén.
Aunque nuestra naturaleza pecadora a veces salga a flote entre nosotros, si nos animáremos unos a otros, corrigiendo deficiencias y errores mutuos, llegaremos a ser el cuerpo unido con el que Dios se complazca. La Biblia nos hace comprender esto.
Ahora, veamos por qué debemos estar unidos en Sion y cómo podemos ser uno.
『Jesús le dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna […]. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.』 Jn. 6:53-58
La vida eterna nos es dada cuando Dios permanece en nosotros, y todos nosotros en él, como un cuerpo unido. Sin dicha unión, la vida eterna jamás podrá dársenos.
Por eso Jesús dijo en Juan 15: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará”. A través de estas palabras, Dios nos muestra el resultado de nuestra desunión. Él no quiere que suframos este terrible final; por eso, nos dice que estemos unidos.
Para que podamos permanecer en él, y él en nosotros, Dios nos ha permitido la pascua. Dios y nosotros podemos ser uno solo a través del pan y el vino de la pascua, que representan la carne y la sangre de Jesús.
『La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.』 1 Co. 10:16-17
¿Cuál es la copa de bendición que es la comunión de la sangre de Cristo? ¿Y cuál es el pan que es la comunión del cuerpo de Cristo? Son el vino y el pan de la pascua, respectivamente. Aquí, el apóstol Pablo explica a los santos de la iglesia de Dios en Corinto, el profundo significado de la pascua, que nos permite ser uno.
Tenemos que seguir el camino de Dios para nuestra salvación. Dios nos permite la vida eterna al hacernos participar del pan y el vino de la pascua, mediante los cuales llegamos a ser uno con Cristo y con nuestros hermanos. El único camino a la vida eterna es llegar a ser uno con Dios. Intentar encontrar en esta tierra otro principio para obtener vida eterna y salvación, significa ignorar el plan y la providencia de Dios.
Mientras una ley química de Dios consiste en obtener agua de la combinación de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, una ley espiritual de Dios consiste en obtener vida eterna mediante el pan y el vino de la pascua del nuevo pacto.
Pero el diablo, el espíritu inicuo, intenta destruir esta ley espiritual de Dios inmiscuyéndose en las almas de la gente. “No necesitas cumplir la pascua”, susurra. “¿Acaso no es parte de la ley de Moisés de la época del Antiguo Testamento?” Debemos permanecer firmes contra las fuerzas del mal que tratan de destruir el principio de la salvación de Dios; así podremos predicar mejor el camino de la salvación.
『Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. […] No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. […] Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?』 Ro. 11:16-24
Nosotros éramos mortales pecadores; pero Dios nos injertó en él cortándose la carne y uniéndonos a él, de modo que nuestro pasado pecaminoso se ha extinguido. Las ramas que fuimos desgajadas hemos venido a la vida recibiendo la savia de la raíz.
Si fuéramos dejados solos, moriríamos. No obstante, Dios nos ha injertado en él a través de la verdad de la pascua, para poder permanecer nosotros en él, y él en nosotros. Por esta razón, en la época de la iglesia primitiva, los apóstoles consideraron muy importante la pascua, en especial Pablo, conocido como “el apóstol de los apóstoles”, quien la predicaba dondequiera que iba. Y aun en esta época, la importancia de la pascua no ha decrecido.
『Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.』 1 Co. 11:23-26
Este testimonio nos ayuda a comprender un poco mejor por qué Dios nos dijo que seamos uno, nos amemos unos a otros y prediquemos la pascua del nuevo pacto a todas las gentes del mundo.
Toda nuestra familia de Sion debe estar unida en amor, y dejar de lado los celos y el exclusivismo; solo así podremos entrar en el eterno reino y experimentar la vida eterna.
Para llegar a ser uno, hay algo que debemos recordar: tenemos que estar unidos no para hacer nuestra voluntad, sino la de Dios.
『Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: […] Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre [hagamos famoso nuestro nombre], por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. […] He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.』 Gn. 11:1-9
Cuando los hombres construían la torre de Babel, intentaban distinguirse de los demás y mostrar su gloria en lugar de la de Dios. Entonces Dios confundió su lengua para que no continuaran con la obra. Aunque habían llegado a ser uno en pensamiento, intentando mostrar su propia gloria y hacerse un nombre, Dios detuvo su obra. Mediante esta historia, meditemos otra vez en qué pensamiento debemos ser uno.
Si nos uniéremos para mostrar nuestra propia justicia, Dios nos impedirá concretar nuestros planes; pero si llegáremos a ser uno en pensamiento para la gloria de Dios, recibiremos de él la gracia y ayuda que jamás hayamos esperado.
『Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.』 Hch. 1:12-14
『Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. […] Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. […] Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.』 Hch. 2:1-12
Todos los discípulos prepararon el día de Pentecostés dedicándose a orar con un solo pensamiento: la gloria de Dios. Cuando llegó el día de Pentecostés, el fortísimo poder y la ayuda del Espíritu Santo descendieron del cielo sobre ellos.
Cuando se reunieron con una sola mente para la gloria de Dios, él unificó todas las lenguas confundidas. Aunque los discípulos hablaban en hebreo, partos, medos y los que habitaban en Mesopotamia los oyeron hablar en sus propias lenguas, pues Dios les había permitido hacerlo.
Tanto en Hechos como en Génesis, podemos encontrar un punto en común: todos tenían un mismo pensamiento. Sin embargo, obtuvieron resultados muy diferentes. En Hechos, Dios unificó sus distintas lenguas para que pudieran hacer su obra, mientras que en Génesis confundió su lengua para que no pudieran continuar con la obra. Dos grupos totalmente opuestos.
Ahora vivimos en los últimos días. Al hacer la obra del evangelio, no debemos procurar hacer famoso nuestro nombre. Es bueno para los hermanos y hermanas de Sion estar unidos todos en mente y corazón; mas dicha unión debe tener un propósito digno de la ayuda de Dios.
Aquel que recibe la ayuda de Dios es invencible, y ninguna arma del mundo puede servirle. Recordemos que el ejército de Madián, de unos 135 mil hombres, fue completamente destruido por los 300 guerreros de Gedeón. ¿Cómo pudieron vencer? Lo hicieron permaneciendo todos unidos para la gloria de Dios, y no para la suya propia.
Con un solo pensamiento: “Luchamos en esta batalla por nuestro Dios”, todos tuvieron la misma mente. Como resultado, todos los israelitas, oprimidos durante mucho tiempo por los madianitas, fueron liberados con gozo. Aquellos 300 hombres pudieron vencer a 135 mil porque lucharon para la gloria de Dios. Sin embargo, aunque los hombres que construían la torre de Babel eran muchos, esta fue destruida porque ellos dijeron: “Hagámonos un nombre”.
No debemos dejar que estas palabras entren en nuestra mente ni salgan de nuestra boca; al contrario, solo debemos dar gracias a Dios, quien nos ha redimido de nuestros pecados y mostrado el camino al eterno cielo, y seguir su voluntad y obedecer todos sus mandamientos. Así seremos dignos de ser parte de los 144 mil que siguen al Cordero por dondequiera que va.
Cada vez que hagamos algo, por pequeño que esto sea, cumplamos nuestro deber con un solo pensamiento: la gloria de Dios; así se cumplirá la última reforma. La misión que se nos ha dado consiste en proclamar. Nuestra misión es predicar el evangelio desde Samaria hasta lo último de la tierra, proclamando el nombre nuevo de la época del Espíritu Santo que restauró el nuevo pacto, y clamando: “Este es nuestro Dios”. Para esto, debemos ser uno en pensamiento. Cuando todos tengamos un solo corazón para la gloria de Dios, él nos ayudará de todas formas.
『Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado. […] y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas. Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; […]』 Jer. 13:15-17
Toda la verdad que ahora predicamos ha venido de nuestro Dios; nada en este mundo nos pertenece. Nosotros somos tan solo mensajeros de Dios que predican las buenas nuevas de salvación a las almas que están muriendo en esta tierra. Debemos dar gracias a Dios por darnos esta gran misión, y dedicarnos a mostrar su gloria.
Para mostrar la gloria de Dios en esta tierra, cada uno de los 144 mil es muy precioso. Supongamos que un perno se desprende de un automóvil. Aunque todas las demás partes fueran de la mejor calidad, y el perno inferior en calidad, ¿qué sucedería con el vehículo si este se desprendiera del automóvil en movimiento?
Nosotros hemos recibido la verdad, y cada uno de nosotros ha llegado a ser un obrero de Dios partícipe de la última misión para la salvación en estos últimos días. Por eso ninguno de nosotros puede ser ignorado. Cada uno es precioso y valioso. Miembros de nuestra familia espiritual, ahora nuestro Padre y nuestra Madre nos dicen: “Ya han rodeado la ciudad siete veces; ahora, ¡griten a gran voz!” Obedezcamos la palabra de nuestro Padre y nuestra Madre, y gritemos fuertemente con un solo corazón.
En estos días estamos escuchando muchas noticias alegres sobre nuestros hermanos y hermanas perdidos que están recibiendo la verdad. Además, Dios está acelerando la difusión del evangelio a través de los medios de comunicación. En esta época, debemos tener todos el mismo pensamiento de dar gloria a Dios, para que así él nos ayude a cumplir la última reforma, como ayudó a los 300 guerreros que vencieron a los 135 mil madianitas, como permitió a los israelitas cruzar el Mar Rojo aun sin bote alguno, y como alimentó a 600 mil hombres durante cuarenta años.
La iglesia de Dios mantiene su historia hasta hoy gracias a dicha ayuda de Dios. Aunque nos han perseguido y calumniado de muchas maneras, Dios siempre nos ha ayudado. Aunque han procurado impedir el crecimiento de nuestra iglesia, exagerando asuntos insignificantes y divulgando rumores infundados, Dios ha dado a conocer nuestra iglesia más extensamente, y ha hecho a muchos reconocer que es verdadera. Y ahora, muchos hermanos han venido a Sion, donde mora nuestro Padre, y a los brazos de nuestra Madre la nueva Jerusalén.
Todo el pueblo de Sion debe dar gloria a Dios, siguiendo la costumbre de la iglesia. Los que siempre piensan primero en la gloria de Dios, no pueden ser malos; en cambio, los que piensan en su propia gloria, llegan a serlo. Estos son egocéntricos y tratan de obtener fama y superación pasando por encima de otros y perjudicándolos. Su egoísmo hace a nuestra sociedad más dura y perversa. Mas Sion no es así. Sion es un bello organismo unificado para la gloria de Dios.
Dios nos ha permitido buenas condiciones. Por eso, proclamemos ahora más diligentemente. Todo es posible si obramos para la gloria de Dios. Creyendo firmemente en esto, cumplamos nuestra misión fielmente, siguiendo a nuestro Padre y a nuestra Madre hasta el final por dondequiera que vayan.
Nuestra misión consiste en proclamar la última reforma desde Samaria hasta lo último de la tierra, y así salvar del pecado a todas las almas y guiarlas al cielo. Hermanos y hermanas amados, unámonos para la gloria de Dios, y en lugar de ser envidiosos y conflictivos, estemos unidos en amor, manifestando el amor de Dios no solo con palabras, sino con obras, para poder llegar al cielo con seguridad después de concluir el viaje de la fe en este desierto espiritual.