Puede averiguar fácilmente a qué país pertenece una persona si ve qué días conmemora. Si esa persona celebra el Día de la Independencia el 15 de agosto y el Día del Hangul (Día del Alfabeto Coreano) el 9 de octubre, ¿de qué país será? Si alguien celebra el Día de la Independencia el 4 de julio, ¿a qué país pertenece? Podemos descubrir con facilidad que el primero es coreano y el segundo es estadounidense.
Del mismo modo, podemos decir fácilmente qué tipo de personas pertenecen al reino de Dios, a través de los días conmemorativos que Dios ha establecido. Hoy en día existen numerosas iglesias como la arena a la orilla del mar. Necesitamos averiguar si observan el día conmemorativo del Creador y el día conmemorativo del Redentor. Si una persona celebra el día conmemorativo del Creador, que hizo los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos, y el día conmemorativo del Redentor que nos redimió del pecado, tal persona debe pertenecer al verdadero pueblo de Dios. Por el contrario, si alguien no guarda el día que conmemora el poder del Creador ni el día que celebra el poder del Redentor, esa persona no pertenece al reino de Dios.
Mediante el día conmemorativo del Creador y el día conmemorativo del Redentor, confirmemos que somos el pueblo santo del reino de Dios, que ciertamente puede recibir la salvación eterna en el cielo, y que estamos en la fe que garantiza la salvación.
La razón por la que hoy rendimos el culto del Día de Reposo es que somos el pueblo del reino de Dios. El Día de Reposo es el día conmemorativo del Creador, que nunca debe descuidarse.
“porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.” Mt 12:8
Jesús, siendo en forma de Dios, claramente nos enseñó: “Yo soy el Señor del día de reposo”. Por ello, Él consideró el Día de Reposo como el santo día que conmemora al Creador y lo guardó conforme a su costumbre. Podemos confirmar este hecho a través de la Biblia (Lc 4:16).
El Día de Reposo es un día para conmemorar el poder de Dios el Creador que hizo todas las cosas.
“Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” Gn 2:1-3
Dios, quien creó los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos, bendijo el séptimo día y lo santificó. Veamos lo que Dios nos ordenó con respecto al Día de Reposo, el santo día que conmemora el poder del Creador.
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” Ex 20:8-11
Para guiar a su pueblo al eterno reino de los cielos redimiéndolos de este mundo pecaminoso y separándolos de entre todas las personas, Dios estableció sus mandamientos, decretos y leyes. Uno de ellos es el Día de Reposo, el día que conmemora el poder del Creador; Dios ordenó a su pueblo que se acordara del Día de Reposo para santificarlo.
No todos pueden celebrar este día. El Día de Reposo es un día conmemorativo que solo puede celebrarlo el verdadero pueblo de Dios que cree en Dios el Creador, no los que no creen en Él. El feriado nacional de un país es simplemente un día normal en otros países, pero es un día significativo para el pueblo del país. Del mismo modo, el Día de Reposo, el día conmemorativo del Creador, puede parecer un día normal para otras personas, pero es un día muy precioso y significativo para el pueblo del reino de Dios.
Actualmente, diversas iglesias interpretan el Día de Reposo a su manera e insisten: “El Día de Reposo no es el sábado”, “El Día de Reposo se observaba el sábado en el pasado, pero ha cambiado al domingo”. Sin embargo, el día conmemorativo del Creador, que hizo los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos, nunca puede cambiarse según las opiniones humanas, ¿no es cierto? Un día conmemorativo nacional no puede ser cambiado arbitrariamente por un individuo. Lo mismo ocurre con el Día de Reposo. Dios descansó el séptimo día después de crear los cielos y la tierra y todas las cosas en ellos, y nos ordenó recordar el día santificándolo. Entonces, aunque alguien intente cambiar el Día de Reposo al primer día de la semana, de ninguna manera puede cambiarse.
Dios ha dado a su pueblo no solo el día conmemorativo del Creador, sino también el día que conmemora el poder del Redentor.
“Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. […] es la Pascua de Jehová. Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis.” Ex 12:6-14
La Pascua se remonta a hace tres mil quinientos años, cuando Dios ordenó a los israelitas que pusieran la sangre del cordero en los dos postes y en el dintel de sus casas para salvarlos haciendo que la plaga pasara sobre ellos al ver la sangre. Es el día en que Dios liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto con su mano poderosa, y espiritualmente es el día que conmemora el poder del Redentor que nos ha rescatado y liberado para siempre de la esclavitud del pecado en este mundo pecaminoso.
Dios dijo: “Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis”. La historia del Antiguo Testamento muestra que Dios reprendió a las personas que no recordaban el día en que los redimió, y que estuvo con ellos y los salvó cuando guardaron sagradamente la Pascua, el día conmemorativo del Redentor (Sal 78:40-42, 2 Cr 30:1-27, 2 R 19:1-35).
Por lo tanto, los que celebran la Pascua son el pueblo de Dios y los que entrarán en el reino de Dios. También podemos confirmar este hecho a través de las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento.
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, […] preparad allí. Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” Lc 22:7-15
Jesús celebró la Pascua, el día conmemorativo del Redentor, y sus discípulos Pedro y Juan también la celebraron. La Pascua puede ser un día común para otras personas, pero es un día muy significativo y precioso para el pueblo de Dios. Es por eso que Jesús esperó la Pascua, el día que conmemora el poder del Redentor, y deseó ansiosamente celebrarla, y en este día estableció el nuevo pacto.
“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lc 22:19-20
Jesús dijo acerca del pan de la Pascua: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado”, y acerca del vino de la Pascua: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”. Mediante la sangre de Cristo, hemos recibido la redención: el perdón de los pecados (Ef 1:7, 1 P 1:18-19). La sangre de Cristo, a través de la cual hemos sido redimidos, se refiere a la sangre del pacto que Él dio en la Pascua.
La Pascua es el día conmemorativo del Redentor que nos ha dado el perdón de los pecados y la vida eterna al sacrificar su carne y su sangre preciosas. Por ello, la Biblia dice: “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”, y enfatiza que debemos guardar la Pascua, el día conmemorativo del Redentor, hasta que Cristo regrese (1 Co 11:23-26).
¿Cuál es el estándar para identificar al verdadero pueblo de Dios entre las innumerables personas que viven en esta tierra? El pueblo del reino de Dios guarda el Día de Reposo que conmemora a Dios como Creador y celebra la Pascua que conmemora a Dios como Redentor. En otras palabras, si algunas personas celebran el Día de Reposo y la Pascua, podemos reconocerlas fácilmente como el pueblo del reino de Dios.
Sin importar cuánto se parezca la cizaña al trigo, Dios las distingue con facilidad. Muchas personas creen en Dios con sus labios, aunque no guardan el Día de Reposo ni la Pascua, y no tienen fe en Dios Padre y Dios Madre, quienes nos han llamado a ser su pueblo a través de las leyes, decretos y reglas del nuevo pacto. Ellos nunca podrán entrar en el reino de los cielos. ¿Cómo pueden ser el pueblo del reino de Dios sin siquiera conocer el día conmemorativo del Creador o celebrar el día conmemorativo del Redentor?
Somos el pueblo del reino que observa el día conmemorativo del Creador y que guarda el día conmemorativo del Redentor. Esto significa que nuestra patria es el eterno reino de los cielos. Por eso, podemos llamar a Dios “Abba, Padre”, y se nos da el privilegio de poder entrar en el eterno reino de los cielos y disfrutar de la vida eterna y las bendiciones para siempre. La Biblia nos habla claramente de nuestra identidad.
“Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo.” Ex 31:13-14
“Y les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico […]” Ez 20:12-13
El Día de Reposo es el santo día de Dios. Guardar este día significa reconocer la existencia de Dios el Creador y honrarlo y adorarlo con reverencia. Dios nos dio el Día de Reposo como una señal entre Él y su pueblo, reconociendo que aquellos que guardan este día son su pueblo y Él es su Dios. Con respecto a la Pascua del nuevo pacto, Dios también dijo: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer 31:31-34). En última instancia, siempre que guardemos el Día de Reposo y la Pascua, estaremos claramente marcados con la señal de ser el pueblo de Dios.
En el día del juicio, Jesús también separa a las personas que pueden entrar en el cielo de las que no, viendo si han observado plenamente las leyes del reino de Dios o no.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mt 7:21-23
Mucha gente quiere ser salva sin guardar las leyes, reglas y decretos que estableció Jesús. Jesús dijo que les diría rotundamente: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad [‘ustedes, que violan las leyes de Dios’, NTV]”. No observan el día que conmemora el poder del Creador ni el día que conmemora el poder del Redentor. Esto significa que no son el pueblo del reino de Dios. ¡Qué miserables serán si no logran entrar en el reino de los cielos sin ser reconocidos como el pueblo del reino de Dios!
Debemos ayudarles a darse cuenta de este hecho. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos al menos observar los días conmemorativos que se celebran en el reino de Dios, entendiendo su significado. Es por eso que Dios nos ha dado el Día de Reposo, las siete fiestas de tres tiempos y todas las demás leyes y reglas del nuevo pacto. Como pueblo de Dios, siempre debemos recordar y guardar todas las leyes del nuevo pacto que se nos han dado, sin tomar ninguna de ellas a la ligera.
Nuestra Iglesia de Dios es la única iglesia que guarda el día conmemorativo del Creador y el día conmemorativo del Redentor. Debemos estar orgullosos de este hecho. Dado que conmemoramos el poder del Creador al guardar el Día de Reposo y conmemoramos el poder del Redentor al celebrar la Pascua, somos los que pertenecen a Dios y el lugar al que vamos es el eterno reino de los cielos. Como pueblo celestial, tenemos una señal definitiva. ¡Qué benditos somos!
Dios nos ha enseñado que el cielo es nuestro hogar adonde debemos ir (Pr 8:22-30, Job 38:1-21, He 11:14-16). Dado que nadie puede entender completamente acerca del glorioso reino de los cielos, Dios lo describe como un lugar donde no hay muerte ni llanto ni dolor, sino abundante gozo y alegría todos los días. Dios nos está criando y entrenando ahora, para que reinemos para siempre en un mundo tan maravilloso y glorioso. Este brillante futuro nos espera. Por esa razón, aunque estemos pasando por momentos difíciles en la vida, regocijémonos y animémonos, pensando en la gracia que Dios nos ha otorgado y el reino de los cielos al que estamos yendo.
Hay muchas almas pobres a nuestro alrededor que piensan que entrarán en el reino de los cielos, pero no podrán entrar. Les pido sinceramente a todos que se conviertan en obreros del evangelio y los guíen por el camino correcto al cielo, presentándoles nuestro eterno hogar celestial y jactándose de nuestro Padre y nuestra Madre, los Dueños del cielo, para que puedan recibir el elogio del Padre: “¡Bien hecho!”, cuando Él venga.