Cuando los descendientes de Jacob vivían en Egipto, los hijos de Israel aumentaron en extremo a medida que pasaba el tiempo, y llegaron a ser más que los egipcios. Ante esto, el rey de Egipto se sintió amenazado y dio una orden estricta a las parteras de las hebreas, Sifra y Fúa.
“Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva.”
Si desobedecían la orden real, no podían evitar la muerte. Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como el rey de Egipto les mandó, sino que preservaron la vida a los niños.
Al oír esto, el rey de Egipto se enfadó mucho e hizo llamar a Sifra y Fúa.
“¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?”
Entonces Dios les dio sabiduría y las parteras evitaron la crisis, diciendo:
“Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas.”
Y Dios hizo bien a las parteras y prosperó sus familias, y también el pueblo de Israel se multiplicó.
Las parteras pusieron en peligro su vida al desobedecer la orden del rey, pero estaban del lado de Dios y se decidieron y actuaron consecuentemente. Así que las dos mujeres, que no perjudicaron a la nación incluso arriesgando su vida, pudieron salir del aprieto con la sabiduría dada por Dios, y sus familias prosperaron.
La razón por la que las parteras pudieron estar del lado de Dios en la encrucijada entre la vida y la muerte, era que temían a Dios. Los que pertenecen al reino de Dios ponen por delante la voluntad de Dios en cualquier momento.
Mientras llevamos la vida de la fe, a veces resulta difícil tomar una decisión. Por lo tanto, juzguemos con el corazón que teme a Dios y actuemos consecuentemente. Entonces, recibiremos en abundancia la sabiduría y las bendiciones del cielo.
“Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen.” Sal. 34:9