
En 520 a. C., han pasado unos 16 años desde que los israelitas fueron liberados de Babilonia y regresaron a Jerusalén con el pleno apoyo de Ciro. A través del profeta Hageo, Dios reprende al pueblo de Israel.
“Meditad bien sobre vuestros caminos.”
Los israelitas tenían la misión de construir el templo de Dios, sin embargo, pensaban que todavía no era el momento y estaban dedicados a su vida diaria. El profeta Hageo aclaró al pueblo de Israel, que ignoraba el trabajo que debía hacer: “Por favor, piensen en la razón por la cual no obtienen resultados satisfactorios de todo el trabajo que han hecho y tampoco consiguen muchas cosas, aunque las desean”. El pueblo de Israel se conmovió por esas palabras y reanudó la obra de la construcción del templo de Dios.
La razón por la que Dios liberó a los israelitas, que estaban cautivos en Babilonia, a través de Ciro, rey de Persia, fue para que reconstruyeran el templo de Jerusalén. No obstante, solo se sentaron las bases para el templo y la obra se detuvo incluso en la fase inicial; debido a los impedimentos de los samaritanos, la construcción se detuvo el año siguiente después de su emancipación (Esd. 4). Como los israelitas enfrentaron obstáculos desde el principio, se dedicaron a construir sus propios lugares en vez del templo.
Dios nos emancipó sin precio a los que estábamos cautivos en la Babilonia espiritual. Además, dio la santa misión que debe ser cumplida por los israelitas espirituales que siguen la profecía de Dios. Se trata de construir el templo de la Nueva Jerusalén. Mientras llevamos a cabo esta misión, podemos enfrentar dificultades u obstáculos. No obstante, si no hacemos ningún trabajo, diciendo que la situación es desfavorable, entonces nunca podremos convertirnos en los protagonistas de la profecía. Todavía tenemos la oportunidad, ¡la más maravillosa del mundo para tomar la bendición que Dios ha preparado!