Haciendo un buen uso de nuestro buen corazón

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En una habitación de hospital, dos hombres de edad escriben algo en un papel.

Hacer paracaidismo, ayudar a desconocidos, escalar el Himalaya…

A esto se le llama lista de deseos o cosas que hacer antes de morir. Haciendo una por una las cosas que no habían experimentado durante toda su vida, reflexionan en el pasado.

La vida es solo un sueño

La película “Antes de partir” es una historia de cómo dos pacientes enfermos de cáncer terminal encuentran el significado de su vida en el tiempo que les queda de vida. Ya que no les quedaba mucho tiempo de vida, incluso algo insignificante parecía tener un significado especial para ellos.

A la gente, por lo general, le da pena los pacientes con enfermedades terminales, como los dos hombres de la película. Sin embargo, técnicamente cada persona del mundo lleva una vida limitada. Algunos mueren jóvenes en un accidente o por una enfermedad, mientras que otros viven más de cien años; de cualquier manera, todos enfrentarán la muerte algún día.

La vida es corta, pero pasamos la mayor parte de nuestro tiempo durmiendo o trabajando por las necesidades básicas. En promedio, la gente pasa 26 años durmiendo, 21 años trabajando, 6 años comiendo y 5 años esperando y conociendo gente. Y si tomamos en cuenta el tiempo que nos toma ir al baño y ver televisión, no tenemos tiempo suficiente para lo que realmente queremos hacer en caso de que nuestra vida sea de 70 u 80 años.

No tenemos suficiente tiempo aunque dividamos nuestra vida por edades. Estudiamos en la adolescencia y luchamos para sobrevivir en una competencia infinita cuando llegamos a ser adultos. Cuando somos de mediana edad, no es tarea fácil criar a los hijos y casarlos. Vivimos en una sociedad envejecida pero es difícil planificar una segunda vida si nos enfermamos o nos debilitamos en nuestros últimos años de vida.

Según el equipo de investigación de un profesor de una universidad coreana, los coreanos viven en promedio tres años y medio más en esta última década. Sin embargo, la mayoría de ellos sufren de enfermedades durante cinco o seis años antes de morir. Poniendo a un lado el dolor de los años pasados, al tener en cuenta que vivimos con más estrés y dolor que gozo y felicidad, toda nuestra vida, el período de vida de cien años, no es un largo tiempo. Además de todo esto, son pocos los que llegan a los cien años.

Las buenas obras, una opción para una vida digna

Como nuestra vida es corta, es natural que queramos llenarla de toda la felicidad que podamos. Entonces, ¿con qué podemos sentir felicidad? No hay una sola respuesta correcta en la vida, pero un proverbio chino concerniente a esto suena plausible.

“Si quiere ser feliz por una hora, tome una siesta. Si quiere ser feliz por un día, vaya a pescar. Si quiere ser feliz por un mes, cásese. Si quiere ser feliz por un año, herede una fortuna. Si quiere ser feliz toda su vida, haga felices a los demás”.

Esto enfatiza la ayuda a los demás y hacer feliz a la gente si queremos la felicidad que dura toda la vida, y no solo un instante.

Cada persona encuentra la felicidad en diferentes causas, como el dinero, el honor y el poder, y tienen sus propios criterios para medirla. No obstante, nadie se sentiría triste o mal por hacer buenas obras.

Audrey Hepburn, una famosa estrella de cine, se dedicó durante mucho tiempo a niños que nunca había conocido. Haciendo un buen uso de su fama como estrella de cine, promovió actividades de protección para los niños, y cuidó personalmente de los que sufrían hambre y enfermedades. Incluso dejó a su hijo estas palabras como un testamento:

“Cuando hayas crecido, descubrirás que tienes dos manos. Una para ayudarte a ti mismo y la otra para ayudar a los demás”.

Entre los que tienen riquezas y honor, no pocas personas dan una gran importancia a la contribución a la sociedad y a los servicios voluntarios. Lo que tratan de encontrar es algo más que una vida adinerada. Ver felices a los demás es gratificante, y nos proporciona la sensación de logro. En efecto, una investigación encontró que las personas que ayudan a los demás son más felices y saludables que los que no lo hacen.

Un trabajo experimental se llevó a cabo en el Laboratorio Internacional de Mindlab de la Universidad de Sussex, Reino Unido. Los participantes de entre 18 y 55 años fueron instruidos para pasar nueve días buscando activamente maneras de ser amables con los demás de forma altruista. Cuando se repitieron las pruebas médicas y psicológicas nueve días después, confirmaron sus estados emocionales y de salud. Como resultado, su autoestima e índice de felicidad se incrementaron mientras que la ira y el estrés disminuyeron. Esto sugiere que el comportamiento altruista ayudó a producir un cambio positivo en las personas.

Un participante dijo: “Me sorprendió que la gente estuviera agradecida conmigo cuando cedí mi lugar a una persona que estaba detrás de mí en el supermercado. Esto también me hizo pensar en lo poco generosos que somos para ayudar a los demás en nuestra vida”.

Un comportamiento altruista empieza con cosas pequeñas y secundarias

Todo el mundo sabe que es bueno ayudar a los demás, pero no siempre es fácil practicar lo que sabemos. Muchos de nosotros podríamos sentirnos incómodos cuando dejamos de ayudar a los demás por dudar.

Cuando recordamos que la gente se conmueve por las cosas pequeñas, podría resultarnos sencillo comportarnos de manera altruista en nuestra vida. Cuando ofrecemos el asiento a los demás en el autobús o presionamos el botón del ascensor para los demás, la gente recibe felicidad además de ayuda física como un regalo. Como se mencionó anteriormente, no es necesario decir que obtenemos un incremento de bienestar emocional. Quienes han experimentado esto, hacen movimientos sensibles para aprovechar la oportunidad de hacer el bien, y lo ponen en práctica inmediatamente.

Un documental de televisión presentó a personas que salvaron a otros arriesgando su propia vida. Ellos tenían algo en común: estaban acostumbrados a ayudar a los demás aunque fuera algo pequeño.

Un estudiante universitario salvó a un hombre que cayó en las vías del tren subterráneo; él ya era conocido entre sus amigos por ayudar a la gente de su entorno. Un cartero salvó a una anciana de una casa en llamas; él también había ayudado a los ancianos en el ayuntamiento durante años. Sus buenas obras que se habían vuelto parte de su vida, fueron el punto de apoyo para salvar vidas invaluables.

El punto de apoyo se establece mediante acciones repetitivas. Al repetir una misma cosa, fortalecemos las sinapsis (partes que transmiten información entre las células nerviosas) de nuestro cerebro. Las estimulaciones repetitivas como estudiar, ejercitarse o experimentar, las solidifica aún más. Por ejemplo, es más fácil memorizar una palabra cuando la repetimos en nuestra mente, y nos acostumbramos a conducir un automóvil cuando lo hacemos repetidas veces. Esto se debe a que las acciones repetitivas desarrollan la sinapsis.

Lo mismo se aplica para las buenas obras. Cuando comprendemos lo incómodos que estarían los demás en una situación difícil y damos ayuda repetidas veces, el desarrollo de la sinapsis en nuestro cerebro hace que nos sintamos más naturales al realizar acciones amables.

Una vez que nos acostumbramos al comportamiento altruista, podemos ayudar a los demás con frecuencia, y esto hace que nuestra vida sea más valiosa.

La buena obra más grande del mundo

El 24 de agosto del año 79 d. C., cerca de la 1 p. m., el monte Vesubio hizo erupción. Pompeya, una antigua ciudad romana en el golfo de Nápoles, Italia, quedó enterrada bajo las cenizas en un solo día. Cuando la ciudad de Pompeya fue descubierta por un agricultor que cavaba un pozo debajo de su viña, después de casi mil años, en 1592, las últimas posiciones de las personas en el momento de su muerte se habían preservado sorprendentemente. Una familia a la hora de la comida, una pareja tomándose de las manos, un jinete cayendo al suelo y aldeas elegantes con salones de baile. Las ruinas de Pompeya mostraban cómo el comercio marítimo había asegurado la prosperidad de la economía pompeyana en los tiempos antiguos.

Sin importar la esplendidez de la ciudad, esta se desvaneció en un segundo. Solo sus ruinas y sus artefactos sin brillo mantienen su lugar. La historia de Pompeya nos enseña que la vida puede detenerse en cualquier momento.

Esto significa que nuestra vida puede terminar en vano mientras nos ganamos la vida y postergamos las cosas valiosas. Por eso, si deseamos que nuestra vida sea más significativa, necesitamos esforzarnos en hacer cosas buenas para una vida digna, como si estuviéramos viviendo el último momento de nuestra vida.

Entre todas las buenas obras, la obra más grande es salvar vidas. Si alguno debe su vida a otro, y su vida mortal se prolonga por algunas décadas, se sentirá agradecido con él toda su vida. Entonces, ¿qué es más grande que la buena obra de ayudar a las personas, que morirán después de vivir setenta u ochenta años, a tener la vida eterna, que es más de mil años y decenas de miles de años?

Ya que nuestro Padre y nuestra Madre celestiales no quieren que nadie perezca sino que todos sean salvos, dan gratuitamente el agua de la vida a los que quieren recibirla.

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” Ap 22:17

Para dar el agua de la vida, la vida eterna, a todos los seres humanos, Dios se sacrificó en la cruz y estableció la Pascua del nuevo pacto.

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Jn 6:53-54

“¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! […] Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lc 22:15-20

“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Jn 13:15

Jesús nos enseñó el camino a la vida eterna hace dos mil años; en esta época, Dios Padre y Dios Madre —el Espíritu y la Esposa— nos están mostrando el ejemplo de salvar vidas con amor y sacrificio. Siguiendo el ejemplo de Dios, debemos ser buenos de corazón y salvar almas de manera altruista. Cuando hagamos un buen uso de nuestro buen corazón hasta el día que regresemos a nuestro hogar celestial, y guiemos un alma más al camino de la vida eterna, Dios recordará cada uno de nuestros esfuerzos y nos recompensará con el glorioso premio del cielo.

“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” Dn 12:3

Incluso en este momento en el que tenemos una idea vaga sobre la predicación y pensamos que salvar almas es algo difícil de hacer, el precioso tiempo va pasando. Veamos primero alrededor a nuestros familiares, amigos y vecinos en este momento, para estar seguros de que nadie esté deambulando en el foso de la muerte y del dolor, sin conocer el camino de la salvación. Cuando dudemos en actuar, recordemos que la vida no es una práctica.

Si las personas acumulan virtudes delante de Dios haciendo buenas obras, ¿qué les estará reservado? Recibirán bendiciones de Dios porque hicieron buenas obras y glorificaron a Dios con fe. Entonces, ¿a dónde piensan que irán sus espíritus? Irán al eterno reino de los cielos y serán glorificados.

La Biblia nos dice que nos ejercitemos para la piedad. Aunque sea un poco, debemos ejercitarnos. Debemos ejercitarnos para servir a los invitados y para servir a Dios. Debemos hacer un buen uso de nuestro buen corazón.

Del sermón de Cristo Ahnsahnghong