Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado

36,040 visualizaciones

“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Esto es lo primero que dijo Jesús cuando vino a predicar el evangelio después de ser bautizado a la edad de treinta años, hace dos mil años (Mt. 4:17). Al decir estas palabras, Jesús expresó su deseo de que los seres humanos se prepararan para el reino de los cielos arrepintiéndose de corazón. Jesús quería que todos entráramos en el reino de los cielos llevando una vida de justicia con un corazón arrepentido, porque el reino de los cielos se había acercado, y por esa razón abrió la puerta de la predicación del evangelio diciendo: “¡Arrepentíos!”.

El eterno reino de Dios está más cerca este año que el año pasado, y hoy está aún más cerca que ayer. Pensando en el reino de los cielos que se nos ha acercado, examinemos las enseñanzas de la Biblia que nos dan idea de lo que debemos hacer, a fin de lograr el completo arrepentimiento que complace a Dios.

La destrucción viene sobre los que no se arrepienten

Nosotros celebramos la Fiesta de las Trompetas, el Día de Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos. Estas fiestas de otoño contienen el significado del arrepentimiento. La Fiesta de los Tabernáculos se enfoca principalmente en la predicación, pero el arrepentimiento debe ser la base de nuestra predicación para que pueda ser agradable a Dios. Predicar sin el fundamento del arrepentimiento no tiene sentido.

Desde un punto de vista profético, ahora vivimos en la época de la Fiesta de los Tabernáculos. Primero, necesitamos reconocer claramente nuestros propios pecados y luego debemos arrepentirnos completamente de ellos. Con esta clase de arrepentimiento en nuestros corazones, debemos guiar a otras almas al arrepentimiento; este es el movimiento del arrepentimiento que debemos realizar en esta época.

『Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; armado tiene ya su arco, y lo ha preparado.』Sal. 7:10-12

Dios es amable, justo y bueno, pero a los que no se arrepienten, Dios dijo que Él afilará su espada y que armará su arco. Dado que las almas que no se arrepienten serán destruidas de esta manera, Dios insta a la humanidad a arrepentirse. Al decir: “Arrepentíos”, Dios quiere decir que debemos prepararnos completamente para entrar en el reino de los cielos.

『Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.』Ez. 18:30-32

Los versículos anteriores muestran bien el ansioso corazón de Dios por las almas que están moribundas sin arrepentirse de sus pecados. También en el Nuevo Testamento, Dios dice claramente que quienes no se arrepientan, serán todos destruidos.

『En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilatos había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.』Lc. 13:1-5

Jesús, que empezó a predicar diciendo “arrepentíos”, instó repeti-damente al arrepentimiento. Esto es porque una vida sin arrepen-timiento guiará a la destrucción, a la muerte y al dolor del infierno.

Ahora hemos sido guiados a Sion y estamos permaneciendo en la gracia de Dios. Sin embargo, esto no quiere decir que podamos ser salvos sin hacer nada. Para ir al eterno reino de los cielos, necesitamos prepararnos. Cuando regresemos a nuestro hogar celestial, Dios no querrá nada más de nosotros; Él solo quiere que nos arrepintamos y que regresemos a Él con fe. Por eso debemos llevar una vida de arrepentimiento, examinándonos siempre a través de las palabras de Dios para ver si realmente estamos siguiendo sus enseñanzas.

Dios vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento

Los seres humanos éramos originalmente ángeles arrojados a la tierra como resultado de haber pecado en el cielo. Ya que somos pecadores, primero debemos arrepentirnos para volver al reino de los cielos. La razón por la que Jesús vino a esta tierra fue también llamar a los pecadores al arrepentimiento.

『Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.』Lc. 5:31-32

Los “pecadores” mencionados en el versículo anterior significan las almas que pecaron en el mundo angelical del cielo. Todos los seres humanos cometieron pecados en el cielo, y aun después de venir a esta tierra han continuado cometiendo diferentes tipos de pecados contra Dios, con intención o sin intención. Sin embargo, en este mundo de pecado, sus corazones se han vuelto tan sombríos que solo viven sin darse cuenta de sus propios pecados.

Sin arrepentimiento, ninguno puede ser salvo o entrar en el reino de los cielos. Para los pecadores espirituales que pecaron en el cielo y han sido arrojados a esta tierra, es imposible regresar al reino de los cielos sin arrepentimiento de sus pecados. Es por eso que Dios nos dice que nos arrepintamos. Dios está esperando ansiosamente que sus hijos, pecadores, se arrepientan y regresen a Él.

『¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.』Lc. 15:4-7

No podemos imaginar completamente cuánto glorifican los noventa y nueve justos a Dios en el cielo y qué contento está Dios con ellos. Sin embargo, Dios nos dice que se complace más cuando un pecador se arrepiente.

Aquí, podemos ver que no es fácil para un pecador arrepentirse. Cuando un bebé nace, si sus padres lo dejan solo, este nunca será capaz de crecer y convertirse en adulto por sí mismo. Los padres tienen que alimentar a su hijo regularmente, amando y guiando al niño para que pueda rechazar el mal y hacer lo que es bueno y justo, distinguiendo entre lo correcto y lo incorrecto. Del mismo modo, nos toma mucho esfuerzo guiar un alma al arrepentimiento.

Los que comienzan su vida de la fe solo están en la etapa inicial de su arrepentimiento; ellos no son los que han venido al completo arrepentimiento. Si guiamos a una persona al bautismo, esto no significa el fin de nuestra predicación a esa persona. Tenemos muchas cosas que hacer por esa alma, enseñando y ayudando al alma hasta que confiese sinceramente sus pecados a Dios y participe de la eterna gloria del cielo. También debemos ayudar a esa persona a entender correctamente la palabra de Dios y a mejorar sus habilidades para distinguir lo que es de Dios y lo que es de Satanás. A través de este proceso, esa persona entra en el camino del verdadero arrepentimiento, arrepintiéndose de sus pecados y tratando de guiar a otras almas al arrepentimiento.

El verdadero arrepentimiento se logra a través del fruto del arrepentimiento

Hasta que un alma se arrepienta completamente, nuestros corazones no pueden evitar ser heridos. A través de ese proceso, nos arrepentimos más profundamente comprendiendo cuánto hemos herido el corazón de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales debido a nuestros corazones obstinados y no arrepentidos.

Cuando nos arrepentimos profundamente de nuestros pecados, podemos guiar a otras personas al arrepentimiento. Los que no se arrepienten nunca pueden guiar a otros al arrepentimiento. Por eso Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20). A través de nuestros frutos, Dios mira cuánto nos hemos arrepentido.

Por encima de todo, debemos arrepentirnos para vivir completamente según la palabra de Dios como el pueblo celestial deshaciéndonos de todos los residuos de nuestra vida mundana. La predicación es la manera de expresar nuestro amor por Dios, y es algo que solo puede ser hecho por los que verdaderamente se arrepienten.

『Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana; pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición. Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.』1 Ts. 2:1-4

La tarea de la predicación del evangelio ha sido confiada a quienes Dios aprueba, y no a alguien más. La predicación es una expresión de nuestro verdadero arrepentimiento. En el proceso hay mucha dificultad o dolor al igual que el de dar a luz. Cuando soportamos todas las dificultades y tenemos el deseo de no solo ser guiados sino de guiar a otros al arrepentimiento, podemos ser reconocidos por Dios como los que se han arrepentido verdaderamente.

De esta manera, Dios ha dado a todos una amplia oportunidad para arrepentirse. Sin embargo, hubo necios que perdieron la oportunidad. Podemos encontrar un caso en el Antiguo Testamento: Esaú vendió su primogenitura a su hermano y comprendió tardíamente su valor, así que le pidió a su padre que también lo bendijera, pero ya no pudo recibirla. Luego clamó con una muy grande y amarga exclamación y rogó a su padre por alguna otra bendición guardada para él, pero no encontró oportunidad de arrepentirse (ref. Gn. 25-27, He. 12:16-17).

No debemos perder la oportunidad que Dios nos ha dado para arrepentirnos. Como la Biblia dice que todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora, hay un tiempo en el que podemos trabajar y también un tiempo en el que no podemos trabajar. Cuando llegue el momento en el que no podamos trabajar, no recibiremos más circunstancias u oportunidades para trabajar para el evangelio aunque hayamos comprendido su valor muchas veces.

Nada es más importante que este momento. Aunque es imposible regresar el tiempo y cambiar algo de nuestro pasado, podemos recrear nuestra vida en el tiempo que se acerca, cuantas veces queramos. Hemos recibido la oportunidad de quitar todos nuestros errores y pecados. Hasta que el Padre venga, tenemos la oportunidad de arrepentirnos. Así que tenemos que empezar inmediatamente. ¡Qué arrepentidos nos sentiremos si no tenemos más oportunidad, solo postergando para mañana, como Dios dijo: “Esta noche vienen a pedirte tu alma”!

『Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.』2 Ti. 4:1-5

“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo.” Esto significa que siempre debemos tener un tiempo para arrepen-tirnos, estando preparados a tiempo y fuera de tiempo. Solo los que han llegado al verdadero arrepentimiento pueden ser aprobados por Dios, y Dios ha confiado la tarea de la predicación del evangelio a los que Él ha aprobado.

El arrepentimiento es nuestro único deber y responsabilidad como pecadores expulsados del cielo. Guiar no solo a nosotros mismos, sino también a los demás al arrepentimiento y a venir a Dios, y purificar el mundo, es la obra de un predicador que ahora estamos realizando.

Los que se arrepienten entrarán en el reino de los cielos

Ahora se acerca el eterno reino de los cielos. Como el día de volver al eterno reino de Dios se acerca, si nadie se arrepiente, ¿quién podrá entrar en el reino de los cielos?

El arrepentimiento es absolutamente necesario para quienes esperan el cielo. Solo los que se arrepientan podrán entrar en el reino de los cielos.

En la parábola de los talentos, Jesús dijo al hombre que había gana-do cinco talentos más y al que había ganado dos talentos más: “Vengan y entren en el gozo de su señor”. Ganar más talentos significa guiar a los pecadores al arrepentimiento. Cuando los padres crían a sus hijos se preocupan y angustian por los muchos problemas causados por ellos. De igual manera, cuando guiamos un alma al arrepentimiento, hay muchas cosas que nos causan ansiedad. Tenemos que atravesar muchas dificultades para llevar un fruto. Así Dios bendijo tanto al que ganó cinco talentos más como al que ganó dos talentos más (Mt. 25:14-30).

El hombre que escondió un talento en la tierra era el que odiaba hacer el trabajo duro. En otras palabras, expresó su falta de voluntad para arrepentirse, y por eso Jesús dijo: “Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera”. Los otros dos hombres se arrepintieron y pudieron ganar más talentos a través de su arrepentimiento. Sin embargo, el hombre que escondió su talento en la tierra no tuvo voluntad de arrepentirse. Por eso Jesús le echó afuera y le quitó el talento, y se lo dio al que tenía diez talentos.

Hoy oremos fervientemente a Dios, poniendo la palabra “arre-pentimiento” en nuestro corazón, en vez de solo pasar cada día sin fruto. También tengamos un tiempo para examinarnos cuidadosamente; un tiempo de arrepentimiento, pensando: “¿De qué tenemos que arrepentirnos realmente? El Padre y la Madre celestiales han estado guiando al arrepentimiento a los numerosos miembros de Sion de todo el mundo, y han estado cuidando de cada una de las almas desde que descendieron a esta tierra en la carne. ¡Qué ansiosos y desconsolados deben de haber estado! ¿Estoy refinado como el oro muy puro para presentarme delante de Dios Padre sin ninguna vergüenza, aunque me encuentre con Él en este mismo instante?”.

Grabando la palabra “arrepentimiento” en lo profundo de nuestros corazones, presentémonos ante Dios con un verdadero arrepentimiento. Todos los miembros de Sion del mundo deben alcanzar el verdadero arrepentimiento. Si nos arrepentimos completamente, podremos guiar a mil o diez mil personas a Dios en tan solo un día. El fruto es el resultado del arrepentimiento. Como Jesús dijo: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”, debemos estar completamente arrepentidos y así podremos llevar muchos frutos dignos de arrepentimiento.

Si hacemos todos los esfuerzos posibles por salvar cada una de las almas con un corazón arrepentido, podremos reunir materiales verdaderos y fieles para completar el templo celestial. Una vez que estén reunidos los materiales para el templo, será inútil traer más material, sin importar cuánto sea, como fue en los días de Moisés. Ahora se nos ha dado la oportunidad y el tiempo de arrepentirnos. Durante este tiempo, con mucha más seriedad en nuestro corazón para guiar un alma más al arrepentimiento y la salvación, participemos todos en el movimiento del evangelio de Dios arrepintiéndonos primero nosotros y guiando a otros al arrepentimiento. Pido encarecidamente a todos que vivan una vida hermosa y llena de gracia, arrepintiéndose ansiosamente y predicando con diligencia.