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“Yo estaré contigo”

Éxodo 3:1-4:20

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Moisés, que vivía como un pastor, apacentando las ovejas en el desierto de Madián después de dejar el palacio de Egipto, un día llegó a Horeb, el monte de Dios. En el monte impenetrable, ardía una zarza que no se consumía. Sorprendido por la extraña visión, Moisés se acercó para ver. En ese momento, Dios lo llamó de en medio de la zarza.

“Moisés, no te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Yo soy el Dios de tu padre. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.”

“¡Dios! ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Ellos no me creerán, ni oirán mi voz.”

Dios mostró milagros a Moisés convirtiendo en una culebra la vara que él sostenía, y haciendo que su mano se volviera leprosa y luego se volviera como la otra carne. Sin embargo, Moisés no pudo tener valor.

“¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra. Soy tardo en el habla y torpe de lengua.”

“¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? Yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.”

Dios dijo a Moisés, que seguía dudando, que su hermano Aarón, que podía hablar bien, lo ayudaría. Moisés comprendió que Dios ya había preparado todo. Entonces, tomó su mujer y sus hijos, los puso sobre un asno y volvió a Egipto.

No hay ninguna condición perfecta para hacer algo. Un hombre que espera la situación perfecta de acuerdo a su propio estándar jamás puede hacer algo. Es lo mismo con acumular bendiciones en el cielo.

Cuando sentimos que nos falta algo o nos angustiamos por nuestro futuro incierto, ponemos varias excusas y a veces queremos conformarnos con el presente. Desechar estos temores y ansiedad y levantarse, es la fe.

Como son más altos los cielos que la tierra, así son los pensamientos de Dios más altos que nuestros pensamientos (Is 55:8-9). Es difícil para nosotros comprender completamente la voluntad de Dios –que quiere darnos eternas e infinitas bendiciones del cielo– con el conocimiento y el pensamiento limitado de los seres humanos.

Si creemos que Dios nos guía por el camino más bendito, prediciendo nuestro futuro, pongamos toda nuestra ansiedad sobre Dios y cumplamos la misión para la que hemos sido llamados, y así no perdamos la oportunidad de acumular bendiciones en el cielo.