La Biblia dice que Dios es luz. Los hijos de Dios también son llamados hijos del día o hijos de la luz (1 Ts 5:5, Ef 5:8).
La luz es un elemento esencial para la existencia de los seres vivos. Dios comenzó la obra de la creación haciendo la luz (Gn 1:1-5). Estudiando la Biblia, comprendamos cuál es la luz que Dios ha hecho brillar sobre nosotros y qué misión nos ha encomendado.
Todas las cosas fueron creadas por la voluntad de Dios (Ap 4:11). Cuando Dios creó la luz, incrustó su profunda providencia dentro de la luz que Él creó.
La luz asiste a nuestros ojos, ayudándonos a reconocer y discernir varios objetos. En la oscuridad total, no podemos discernir lo que está justo frente a nosotros. Sin embargo, cuando la luz brilla sobre nosotros, somos capaces de reconocer lo que nos rodea. Por lo tanto, es la luz la que rompe y repele la oscuridad. Cuando la luz brilla, la oscuridad se aleja, porque nunca puede vencer a la luz. Por esta razón, la Biblia testifica que Dios es luz (Jn 1:1-13).
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” 1 Jn 1:5-7
Puesto que Dios es luz, nosotros, que hemos recibido a Dios, podemos discernir la verdad de la falsedad como hijos de la luz. Esto es lo que nos permite caminar en la luz, ya que somos capaces de discernir el bien del mal. Es a través de esto que podemos vencer la oscuridad y ser victoriosos (Ap 17:14). Esta es la profunda providencia que Dios puso dentro de la creación de la luz.
Dios vino a este mundo como la luz, pero la gente le da la espalda porque ama más las tinieblas que la luz.
“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” Jn 3:19
Espiritualmente, el mundo ahora ama la oscuridad más que la luz. Es decir, mucha gente está alejada de Dios, que es luz. En esta situación, ¿no deberían todos los hijos de Sion proclamar la luz?
Dios se ha hecho luz para toda la humanidad, y ha hecho brillar la luz de la vida a través de su palabra (Sal 119:105). En la época del Padre, Jehová Dios era la luz. Los profetas de aquellos días como Noé, Abraham, Jeremías y Ezequiel mostraron la gloria de Jehová Dios e hicieron brillar la luz. En la época del Hijo, Dios, que es luz, vino a esta tierra con el nombre de Jesús. A los santos de la Iglesia primitiva, como los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, se les encomendó predicar la luz de Jesucristo y difundir el evangelio del nuevo pacto que Jesús predicó, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
En la época del Espíritu Santo, en la que vivimos hoy, Cristo Ahnsahnghong y la Madre celestial Nueva Jerusalén, que son el Espíritu y la Esposa, son la luz. Ya que predicamos a Cristo Ahnsahnghong y a la Madre Jerusalén, que son Luz, somos nosotros los que difundimos la luz en esta época.
En Apocalipsis 22, el último capítulo de la Biblia, el Espíritu y la Esposa aparecen y llaman a toda la humanidad.
“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” Ap 22:17
El Espíritu y la Esposa, que son Dios Padre y Dios Madre, están llamando a toda la humanidad a regresar a Sion a toda prisa. Aquellos que reconocen correctamente su voz y responden a su llamado vienen a la luz. Cuando las personas vienen al Espíritu y a la Esposa, que son luz, y tienen fe en Ellos, se les concede gratuitamente el agua de la vida y se les da la promesa de un futuro brillante.
Los hijos de Sion son los que predican la luz a todos los pueblos del mundo. Los que difundieron la luz en la época del Padre predicaron a Jehová, que era el Salvador de la época del Padre; y los que difundieron la luz en la época del Hijo predicaron el nombre de Jesús a todas las personas. Como ahora vivimos en la época del Espíritu Santo, cuando la obra de la redención de Dios debe completarse, nuestra misión es predicar al Espíritu Santo Ahnsahnghong y la Esposa, la Madre Nueva Jerusalén, quienes han venido como la luz verdadera en esta época.
Ya que tenemos la misión de dar testimonio del Padre y la Madre celestiales en esta época, no debemos quedarnos callados. Si permanecemos en silencio, la obra de la redención de la humanidad se retrasará y nuestras almas correrán peligro. Debido a que se nos ha encomendado la misión de difundir la luz, nunca debemos callar. Prediquemos valientemente al Espíritu y a la Esposa, que son la luz en la época del Espíritu Santo.
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” Is 60:1-3
Espiritualmente, el mundo ahora está cubierto de tinieblas; la oscuridad cubre a las naciones. A pesar de eso, Dios dijo que si mostramos la luz de la gloria de Jerusalén, las naciones y los reyes vendrán a Dios. Para esto, se nos encomienda la misión de predicar la luz.
Si ocultamos la luz en alguna parte, esta no puede funcionar. Debemos hacer brillar vigorosamente la luz de la gloria del Padre y la Madre celestiales. Ahora es el momento de despertar de nuestro sueño (Ro 13:11-14). Cuando la luz brilla, los que duermen naturalmente se despiertan. Difundiendo la luz del Padre y de la Madre con fe, debemos despertar al mundo, y también a nuestros hermanos que están espiritualmente dormidos. Cuando la luz se irradia continuamente, desaparece la oscuridad que ha cubierto a todas las personas.
“Alza tus ojos alrededor y mira, todos estos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos.” Is 60:4
La Biblia testifica que cuando la luz de Dios se difunda por el mundo, donde las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad cubre las naciones, todos los hijos perdidos del cielo se reunirán y regresarán a Sion. Cuando hacemos brillar la luz y mostramos la gloria de Dios, se cumple la profecía: “El pequeño vendrá a ser mil, el menor, un pueblo fuerte” (Is 60:21-22).
El mundo ahora está esperando al Padre y a la Madre. Innumerables personas en el mundo están esperando su venida. Se dan cuenta por el cumplimiento de las profecías que el tiempo está cerca, y que ya es hora de que salga el sol de la mañana. Toda la humanidad, que está envuelta en tinieblas, espera la luz de la verdad del Padre y la Madre Jerusalén. Dios les está diciendo a sus hijos que se levanten rápidamente y alumbren la luz.
Sobre todo, debemos creer en las profecías de Dios y reconocer correctamente nuestro papel y misión de predicar la luz, para que podamos dar a conocer la gloria de Dios que vino a esta tierra y las enseñanzas de la verdad que Dios ha traído a todas las personas. Al hacerlo, prediquemos el amor y la devoción de Cristo, quien se sacrificó por nuestra salvación.
Cuando un hombre enfrenta la luz, hay una sombra detrás de él; y cuando mira al otro lado de espaldas a la luz, la sombra se proyecta ante él. Asimismo, mientras nos dirijamos hacia Dios, que es luz, las tinieblas nunca podrán cubrirnos. Por otro lado, si damos la espalda a Dios, que es luz, la autoridad de las tinieblas nos envolverá desde entonces.
Mientras predicamos a Dios, que es luz, podemos encontrarnos con diversas situaciones difíciles. A pesar de ello, siempre debemos dirigirnos hacia la luz para un futuro más brillante, teniendo en cuenta que Dios siempre nos ayuda. Un futuro oscuro está reservado solo para aquellos que se apartan de la luz (Jn 15:1-8). Quien da la espalda a la luz no puede evitar enfrentarse a la oscuridad.
En los sesenta y seis libros de la Biblia podemos ver que los que predicaron la luz en cada época no se detuvieron ante las dificultades temporales que enfrentaron en esta tierra, sino que siempre avanzaron hacia la luz. A veces tenían dificultades por predicar la luz, pero Dios estaba con ellos y los ayudaba en todo lo que hacían, y al final les dio la victoria.
Al profeta Jeremías se le dio la misión de hacer brillar la luz en la época del Padre. Mientras testificaba la palabra de Dios, fue severamente perseguido por sus amigos y la gente que lo rodeaba. Estaba tan angustiado que dijo que ya no predicaría más la palabra de Jehová. Sin embargo, no pudo contener el ardiente deseo de predicar. Sabía que la única forma en que podía salvarlos era entregándoles la palabra de Dios.
“Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.” Jer 20:7-9
El profeta Jeremías no cedió ante las situaciones difíciles, sino que predicó la palabra de Dios con un corazón como de fuego. Sin duda él fue el profeta que cumplió plenamente la misión de predicar la luz. Aquellos a quienes se les ha confiado la misión de predicar la luz deben ser incapaces de permanecer sin predicar.
El Nuevo Testamento también muestra la obra de los apóstoles y los santos que difundieron la luz en la época del Hijo. En la Iglesia primitiva, Jesús era conocido como el simple hijo de un carpintero nazareno. Dios vino a esta tierra como la luz verdadera que alumbra a todo hombre, pero el mundo no lo reconoció. Dios vino al mundo que era suyo, pero los suyos no lo reconocieron (Jn 1:10-11, 12:46-48).
La creencia más fundamental y esencial del cristianismo es que Dios vino a esta tierra como hombre. Sin embargo, nadie pudo aceptar fácilmente que Jesús era Dios que vino a esta tierra según las profecías. Las circunstancias no eran buenas, pero día tras día, los santos que fueron llamados como predicadores de la luz nunca dejaron de enseñar y proclamar la buena nueva de que Jesús es el Cristo (Hch 5:42).
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Hch 4:11-12
Los apóstoles, incluido Pedro, emitieron la luz con valor. Les era muy difícil predicar en aquellos días en que a Jesús solo se le conocía como el hijo de José, el carpintero de Nazaret, Galilea. No obstante, mientras caminaban hacia la luz, la oscuridad nunca pudo presentarse ante ellos.
Cuando entregaron la luz, Dios hizo que ocurriera un cambio maravilloso. Según la Biblia, solo unos ciento veinte miembros de la Iglesia primitiva se reunieron en el aposento alto de Marcos cuando recibieron el Espíritu Santo de la lluvia temprana en el Día de Pentecostés. Sin embargo, a medida que Dios abrió y conmovió los corazones de las personas, casi tres mil y hasta cinco mil personas se arrepintieron y vinieron a los brazos de Dios en un día. Pronto, el evangelio comenzó a extenderse a todo Israel e incluso a Asia Menor y Europa. Todo esto se hizo de acuerdo con el plan de Dios, y fue el resultado de todos los santos que se levantaron para emitir la luz con un solo corazón.
Desde los tiempos del Antiguo Testamento hasta los del Nuevo Testamento, muchos antepasados de la fe proclamaron la luz de la gloria de Dios. En este momento, el profeta Jeremías debe de estar morando en gran gloria y siendo consolado en los brazos de Dios. Qué pacíficas están ahora las almas de los apóstoles y de los santos con Dios en el paraíso celestial. Aunque sufrieron por un tiempo, gracias a sus esfuerzos por emitir la luz, hoy muchos hijos de Sion están madurando en la fe en 175 países de todo el mundo, como los frutos finales del evangelio. Debemos recordar que sus esfuerzos nunca fueron en vano.
Incluso hoy en día, muchas personas rechazan a Ahnsahnghong, Cristo en su segunda venida, y a la Madre celestial solo porque vinieron como seres humanos. Como el pueblo que difunde la luz, debemos ser capaces de guiar a las personas que aman la oscuridad más que la luz a discernir entre lo que está bien y lo que está mal, para que ellos también puedan amar la luz, y guiarlos al arrepentimiento. Den testimonio del Padre y la Madre celestiales con todo el corazón al predicar el evangelio. Así como existe Dios Padre, ¿no es natural que también exista Dios Madre? Recordando qué tipo de camino de la fe recorrieron los que predicaron la luz en el pasado, hagamos brillar también la luz del Espíritu y la Esposa y guiemos a todas las personas del mundo hacia la luz.
Los que difunden la luz en la época del Espíritu Santo son los que dan testimonio del Espíritu y la Esposa. Cuando hagamos brillar la luz de acuerdo con las profecías de la Biblia, el evangelio del reino de los cielos se cumplirá. Dios está llevando la gran obra que ni siquiera podemos imaginar. Prediquemos el evangelio a toda la humanidad, siguiendo la guía de Dios, que es la luz. Los que caminan de espaldas a la luz están destinados a sufrir muchos obstáculos y errores, pero a los que caminan hacia la luz, Dios les quitará todas las dificultades.
Por favor, recuerden las palabras: “Vosotros sois la luz del mundo. Para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Dios” (Mt 5:14-16). No hay oscuridad en el camino que recorremos, mirando a Dios. Como hijos de la luz, semejantes a Dios, llevemos esperanza, bendiciones y buenas nuevas de salvación a la humanidad. Así, nuestras bellas virtudes y obras de gracia se escribirán detalladamente en el libro de la vida del cielo; sean la familia de Sion que reciba grandes bendiciones de Dios, quien da según nuestras obras.