El cuento titulado “De los Apeninos a los Andes”, de la novela “Corazón” (“Cuore”, en italiano), publicado por el autor italiano Edmundo de Amicis a finales del siglo ⅩⅨ, es considerado como una de las obras maestras mundiales. La hermosa historia se convirtió en la base de la serie de anime “Marco” (o Tres mil leguas en busca de mamá): un niño de 9 años llamado Marco que viajó cerca de 12 mil km desde Génova, Italia, hasta Argentina en Sudamérica, buscando a su madre que había viajado para trabajar en el extranjero, conmovió a muchos espectadores hasta las lágrimas.
Es gracias a la empatía de todos los tiempos que la novela, que podría considerarse un antiguo cuento clásico, continúa tocando nuestros corazones. Marco no es el único que necesita una madre. Todas las personas del mundo, que han nacido de sus madres, buscan a su madre, que es el hogar de su corazón.
La existencia de la “madre” es…
La persona que un recién nacido conoce primero en el mundo, es su madre. Una madre es la primera persona con quien un bebé construye una relación humana. Esta relación nunca es equivalente; el sistema está diseñado para que una parte se sacrifique incondicionalmente.
Una madre cuida a su hijo todo el día. Mientras se concentra en su bebé, si este envía una señal, la madre imagina lo que desea y resuelve el problema.
La madre es la única forma de supervivencia para un bebé que acaba de dar su primer paso en el mundo. Esta es la razón por la que los bebés no pueden hacer nada por sí mismos excepto llorar y tranquilizarse. Ya que están en una situación en la que dependen solo de sus madres, se sienten relajados cuando permanecen cerca de ellas; y se sienten incómodos si no pueden verlas. No hay una escena tan pacífica como la de un bebé durmiendo cómodamente en los brazos de su madre.
Cuando los bebés crecen hasta independizarse y llevar una vida ocupada, parecen olvidar la existencia de sus madres. Sin embargo, ellas aún permanecen en sus recuerdos, a diferencia de cualquier otra cosa, incluso después de abandonar los brazos de sus madres por un largo tiempo.
La universidad de Toronto, en Canadá, y la Universidad de Winchester, en Reino Unido, realizaron un experimento conjunto dirigido a hombres y mujeres entre treinta y cuarenta años. Los investigadores verificaron los cambios en el cerebro de los participantes a través de IRM (Imagen por Resonancia Magnética), mostrándoles imágenes de su madre, su padre, celebridades, etc. La parte del cerebro que controla el reconocimiento y la emoción, mostró una fuerte respuesta tan pronto observaron la imagen de su madre.
Aunque no nos referimos a un experimento científico, podemos entender fácilmente en nuestra vida diaria que la existencia de una madre es especial para hombres y mujeres de todas las edades. Así como vemos en un comercial coreano, todos deben de haber experimentado al menos una vez una situación desconcertante en la que gritaron “mamá” sin darse cuenta.
Una relación que no puede romperse
Aun sin mencionar las palabras de Aristóteles: “El hombre es un animal social”, la vida de una persona está conectada con la de otros desde el nacimiento hasta la muerte, ya que nadie puede vivir solo en el mundo. La mayoría de las personas desean tener una hermandad más estrecha y sólida con los demás, y consideran esa sólida hermandad con los demás como algo muy precioso y valioso en sus vidas.
Algunos psicólogos explican esta mentalidad humana como un deseo de recobrar la conexión que tuvieron con sus madres, quienes podían leer sus mentes sabiendo lo que querían y respondían inmediatamente cuando eran bebés.
La teoría suena plausible si pensamos en las madres ordinarias que se sacrifican por sus hijos durante toda su vida, pero hay también algunas personas que afirman que esto no se aplica a ellos. Son aquellos cuyos recuerdos sobre sus madres son escasos o desagradables.
Entre los pacientes que reciben psicoterapia, muchos fueron criados sin recibir atención apropiada y amor cuando eran pequeños, lo cual dejó cicatrices emocionales en ellos y causó problemas en las relaciones personales. Este es un fenómeno que se produce conforme la sociedad se industrializa y se incrementan las parejas que trabajan.
Es muy afortunada una persona que fue criada recibiendo abundante amor de otros miembros de su familia, incluso sin su madre; de lo contrario, el efecto de la ausencia de una madre es enorme. Los psicólogos infantiles dicen que el querer ser amados, es un deseo instintivo de los humanos. Por lo tanto, si este deseo básico no es satisfecho cuando son niños, es altamente probable que su mentalidad permanezca inmadura aunque su cuerpo crezca. En otras palabras, en su mente todavía vive un niño herido.
Por esta razón, la felicidad en la vida de una persona es recibir abundante amor de su madre, que es descrita como el amor y el sacrificio. Si una persona deja de recibir esta bendición, podría tener una vida desafortunada que no deseaba. Sucede lo mismo con los animales.
Harlow, un profesor de psicología de la Universidad de Wisconsin, aisló de su madre a una mona recién nacida y la hizo permanecer sola. A cambio, le ofreció la mejor comida y un buen entorno. Cuidadosamente observó cómo se comportaba el primate mientras crecía.
La mona aislada se sentaba torpemente todo el día, o se mordía hasta sangrar. Cuando otro mono entraba en la jaula e intentaba hacer contacto con ella, gritaba y huía. Cuando parió a un bebé, no pudo cuidar bien de él. La mona que no tenía recuerdos cálidos de su madre, pasó un tiempo infeliz aunque comía deliciosos alimentos en una buena jaula. La relación con su madre también influye enormemente en la vida de los animales que tienen una habilidad de percepción menor que la de los humanos.
Buscando el amor de una madre
No todas las personas tienen una vida infeliz solo por no haber recibido el amor de sus madres apropiadamente cuando eran niños. Sin embargo, les resulta muy difícil ser completamente libres de los recuerdos oscuros de su niñez. Escuchamos frecuentemente noticias sobre personas que se lamentan después de haber cometido errores irreparables mientras vivían en total soledad, siendo atados por sus recuerdos sombríos.
Por el contrario, los que tienen una fuerte voluntad de superar el trauma (daño psicológico en el presente producido por un trauma severo en el pasado) y lideran activamente una nueva vida, se dedican a sanar sus heridas mentales. Ellos reciben tratamientos psicológicos y llenan sus vacíos emocionales a través de diversas actividades sociales o reuniéndose con los demás. Hacen sus propios esfuerzos en el tiempo presente para encontrar una alternativa al amor maternal que no recibieron completamente, ya que no es posible regresar al pasado y cambiar lo que ya ha ocurrido.
Un mono sanador fue puesto en el lugar donde estaba la mona aislada que no tenía la capacidad de resolver problemas por sí misma. Se dice que un mono puede sentir lo que siente otro mono tres meses después de su nacimiento; por esto pusieron un mono de tres meses de edad en la jaula de la mona aislada.
Cuando el mono sanador se aproximó a la mona aislada, esta mostró signos de intensa ansiedad. Al notar su nerviosismo, el mono sanador se acercó cautelosamente a ella y arregló su pelaje.
Unas semanas después, la actitud de la mona aislada hacia el mono sanador cambió. Gradualmente mostró una respuesta positiva, se arreglaron el pelaje el uno al otro y jugaron juntos. La mona aislada pronto se volvió tan normal como los demás monos.
Lo que proporcionó una cómoda vida diaria a la mona aislada, no fue la mejor comida o el mejor entorno, sino la satisfacción de su deseo de atención y amor que no había recibido de su madre. Aunque no fue a través de su madre, la mona aislada cambió su comportamiento cuando satisfizo sus deseos básicos, que no habían sido satisfechos por su madre.
Parece estar bien aplicar el resultado de este experimento a los humanos. Cuando profundizamos en la mente de los que buscan amor, generalmente anhelan el amor que no recibieron en abundancia de sus madres cuando eran niños, aunque externamente podría parecer que no importa quién es el que da amor.
La Madre que el mundo está esperando, y su amor
Según una encuesta a más de 40 mil votantes en 102 países del mundo, realizada por el Consejo Británico (British Council, en inglés), la palabra “madre” fue elegida como la más hermosa en inglés; podemos entender fácilmente que la encuesta no se realizó para evaluar las palabras en sí. Un hermoso y cálido sentimiento hacia la “madre” es el sentimiento común en todo oriente y occidente.
“Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.” Gá. 4:26
La relación entre una madre y su hijo, que no puede romperse, no se origina en esta tierra. En realidad, éramos ángeles que recibían un especial amor de la Madre Jerusalén celestial, aunque ahora llevamos una vida difícil después de haber dejado su seno (Pr. 8:22-26, Job 38:4, 7).
Ya que hemos recibido abundante amor en el reino de los cielos, la vida en esta tierra donde es difícil encontrar el amor verdadero, no puede dejar de ser dolorosa y difícil. Esta es la razón por la que gemimos cada vez más con soledad y vacío aunque disfrutemos toda clase de cosas materiales en abundancia.
La moda por la “sanación” en estos días es parte de un esfuerzo por llenar el vacío del alma humana. Sin embargo la “sanación” solo da una comodidad temporal, sin satisfacer el deseo humano fundamental. Lo único que puede llenar por completo el vacío de nuestra alma es el amor de la Madre que dio a luz nuestras almas.
Nuestras almas que están cansadas en este mundo, han añorado el amor de la Madre por un largo tiempo. Nuestras almas han recordado, aunque de manera difusa, el amor de la Madre celestial, quien cuidó de nuestras almas frágiles que no podían hacer nada, como la niña de sus ojos, y nos ha concedido su infinita gracia.
Comparado con nuestro recuerdo, el recuerdo que la Madre mantiene es muy vívido.
“Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; […]” Is. 49:14-16
La Madre Jerusalén celestial nunca ha olvidado a sus hijos ni un instante. Ella sabe que sus hijos e hijas que estuvieron junto a Ella desde que los formó con el aliento de vida, pecaron y dejaron el reino de los cielos, y ahora están derramando lágrimas de sufrimiento y tristeza, viviendo en esta tierra.
Para enjugar las lágrimas de sus hijos, la Madre celestial ha venido a esta tierra.
“Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo.” Is. 66:13
Hemos recibido el tan esperado consuelo y el amor en los brazos de la Madre Jerusalén celestial, poniendo punto final al viaje de “Tres mil leguas en busca de la Madre”. Sin embargo, aún hay muchas almas solitarias que están exhaustas, y no han hallado la forma de ser consoladas.
Prediquemos a los que no abren fácilmente su corazón debido a que sus recuerdos son más débiles que los nuestros, aunque añoran los cálidos brazos de la Madre más que cualquier otra cosa: “¡La Madre celestial, el lugar del eterno reposo que Usted ha estado buscando, ha llegado!” Y entreguemos el hermoso amor celestial que hemos recibido de la Madre.