Cantando con gracia en vuestros corazones a Dios, con himnos y cánticos espirituales

2 Cr. 20:1-30

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“Contra nosotros viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria, y he aquí están en Engadi.”

Al escuchar de la invasión del ejército de Moab y de Amón, Josafat rey de Judá tuvo temor e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y todos los de Judá vinieron a Jerusalén para pedir socorro a Dios. Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea, en la casa de Dios, delante del atrio nuevo y pidió a Dios.

“Dios nuestro, ahora los hijos de Amón y de Moab nos dan el pago viniendo a arrojarnos de esta tierra. En nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos.”

Y estaba allí Jahaziel, levita de los hijos de Asaf que era el cantor en los días de David, sobre el cual vino el Espíritu de Dios en medio de la reunión.

“No temáis ni os amedrentéis. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Dios con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque yo estaré con vosotros.”

Al escuchar la palabra de Dios a través de Jahaziel, Josafat se inclinó rostro a tierra, asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Dios, y adoraron a Dios. Y se levantaron los levitas para alabar a Dios con fuerte y alta voz.

Cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto. Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar y alabar a Dios, vestidos de ornamentos sagrados.

“Glorificad a Dios, porque su misericordia es para siempre.”

Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Dios puso emboscadas contra los hijos de Amón y de Moab, y se mataron los unos a los otros. Cada uno ayudó a destruir a su compañero.

Después, todos los hombres de Judá, con Josafat al frente, volvieron para regresar a Jerusalén gozosos, porque Dios les había dado motivo de alegría a costa de sus enemigos. Y vinieron a Jerusalén con salterios, arpas y trompetas, al templo de Dios.

Un canto de alabanza para el Salvador es un instrumento de fe que ayuda al pueblo de Dios a unir sus corazones. Aunque cada uno de ellos haga un diferente sonido, al cantar alabanzas a Dios con gratitud en su corazón, esto crea una hermosa armonía y produce una verdadera fe.

A pesar de los temores de la guerra, el pueblo de Judá alabó a Dios, lo cual evocó su fe en la victoria y conmovió el cielo, y así pudieron obtener una gran victoria por la ayuda y el poder de Dios. Donde hay un canto de alabanza, Dios está ahí y concede victoria.

Ahora los Cánticos Nuevos de alabanza a Dios Elohim resuenan en todo el mundo. En cualquier situación, solo miremos a Dios y cantemos los cánticos sagrados con gratitud en el corazón. Muy pronto, el cántico de triunfo del ejército celestial resonará en todo el universo.