Dios retribuye a todos según sus obras

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Los necios dicen en su corazón: “No hay Dios”, y sus corazones están llenos de planes para hacer el mal (Sal. 14:1). Sin embargo, Dios inspecciona todo y retribuye a todos por lo que han hecho.

También según la manera del mundo, todo lo que se hace tiene su retribución. Si dan amor a los demás, serán recompensados por su amor algún día, y si hacen el mal, serán retribuidos por su maldad. Hagan lo que hagan, siempre regresará a sí mismos.

Nuestro Dios vino a esta tierra e hizo el mayor bien para nosotros: Él nos ha amado y ha salvado nuestras almas. Por lo tanto, con el fin de retribuir a Dios por su amor, estamos esforzándonos por dar amor y vida a nuestro prójimo. Si hacemos algo bueno, esto siempre va acompañado de felicidad y gloria. Esto es porque hay un Dios que retribuye nuestras obras.

Cosechamos lo que sembramos

Había una vez un hombre rico. Un día, él ordenó a su siervo: “Siembra cebada en el campo este año”. Pero después de pensarlo mucho, el siervo sembró trigo en lugar de cebada; el trigo era lo que más odiaba su amo. Cuando llegó el momento de la cosecha, lo que cosechó fue, por supuesto, trigo.

Su amo se enojó tanto que llamó a su siervo y lo reprendió, diciendo: “¡Te dije que sembraras cebada! ¿Por qué sembraste trigo en lugar de cebada?” Entonces el siervo respondió: “Sembré trigo con la esperanza de que saliera cebada”. Su amo se enfureció aún más y le dijo que dejara de decir absurdos. Entonces el siervo dijo.

“Señor, usted siempre hace cosas malas a sus vecinos. Los oprime con la usura, desprecia a los pobres y los trata mal. Aunque siempre hace todo ese tipo de mal, siempre dice: ‘Tengo que ir al cielo después de la muerte’. Por eso no hay diferencia entre usted y yo; usted ha seguido haciendo cosas malas y aún así ha tenido esperanza de ir al cielo, y yo he sembrado trigo con la esperanza de que saliera cebada. Como usted quiere ir al cielo haciendo cosas malas, del mismo modo yo esperaba que creciera cebada después de sembrar trigo. Sin embargo, como sembré trigo, terminé cosechando trigo inevitablemente.”

Al escuchar las palabras del siervo sabio, el amo reflexionó sobre sí mismo y se arrepintió mucho. Cosechamos lo que sembramos. Dios trae toda obra a juicio, sea buena o mala, y retribuye a todos según sus obras: devuelve mal por mal y bien por bien.

“El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” Ap. 22:11-12

Los que hacen cosas malas, sin duda recibirán males, y los que hacen cosas justas seguramente serán recompensados por sus buenas obras. Es por eso que la Biblia dice que cosechamos lo que sembramos.

“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Gá. 6:6-9

Es natural que el que siembra para agradar a su naturaleza pecadora, de esa misma naturaleza coseche destrucción, y que el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu siegue vida eterna. Los que siembran con un motivo malvado no pueden recibir cosas buenas, pero los que son conscientes de Dios y el reino de los cielos y ponen todo su esfuerzo por poner en práctica las enseñanzas de Dios, recibirán la corona de la justicia de Dios tarde o temprano. Dios escudriña los corazones.

Una mente y obra justas traen buenos resultados

Esto sucedió en los Estados Unidos. Un día, un joven conducía a toda prisa a una entrevista de trabajo. Después de un momento, vio un auto detenerse y junto al auto a una señora de mediana edad, que parecía muy nerviosa y avergonzada. Así que detuvo su auto y se acercó a ella para preguntarle si pasaba algo con su auto. Entonces la señora dijo que de pronto se le pinchó un neumático y que no sabía qué hacer. Después de decir eso, le pidió que la ayudara.

No había suficiente tiempo; aunque hubiera partido de allí de inmediato, no habría podido llegar a tiempo a la entrevista. Dudó un momento, pero no podía pasar de largo de quien necesitaba ayuda. Por eso examinó su auto y luego sustituyó el neumático pinchado con el de repuesto, y así ella pudo seguir su camino. Luego se dirigió a toda prisa a la entrevista de trabajo.

Cuando llegó, la entrevista ya había concluido. Pidió encarecidamente al departamento de personal de la empresa que aceptara su solicitud de empleo, y de esta manera apenas pudo presentarla. Entonces, sorprendentemente recibió el aviso de que había conseguido el empleo de la empresa en ese mismo instante.

Resulta que el jefe del departamento de personal de la empresa era la señora a quien acababa de ayudar a cambiar el neumático pinchado. La mayoría de las personas buscan sus propios intereses y no prestan atención a las situaciones de otras personas ni los ayudan. Sin embargo, él no se limitó a pasar de la persona que se encontraba en una situación difícil, sino que en cambio consideró la dificultad de ella como la suya, y la ayudó. Por eso la compañía decidió darle el empleo de inmediato, teniendo en cuenta que él era una persona realmente capaz y necesaria para la compañía.

Por eso, si queremos hacer algo justo con el corazón lleno de justicia, esto siempre irá acompañado de buenos resultados. Lo mismo ocurre en nuestra vida de fe, así como en nuestra vida terrenal. Por lo tanto, siempre tenemos que examinarnos para ver si estamos haciendo bien ante los ojos de Dios, si estamos haciendo lo que es recto ante los ojos de Dios, y si estamos poniendo todo nuestro corazón, mente y alma en la obra de Dios.

Ya que la Biblia dice que cosechamos lo que sembramos, sembremos cosas buenas en nuestros corazones para que siempre podamos obtener buenos resultados. El mundo aprende lo malo, pero nosotros hemos aprendido la justicia de Dios. Por eso debemos guiar al mundo convirtiéndonos en más justos que la gente del mundo, y dar un buen ejemplo ético y moral para ellos.

La obra de María de respetar a Cristo con todo su corazón

Si queremos ir al cielo, necesitamos la fe y la obra suficientemente dignas de llevarnos al cielo. Por otra parte, tenemos que hacer nuestro corazón bueno y puro lo suficiente como para entrar en el reino de los cielos. Dios ciertamente nos paga con cosas buenas por todas las buenas obras que hemos hecho con buen corazón.

“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.” Mt. 22:35-38

Dios dice que primero sancionará a los que no conocen a Dios cuando se ejecute el Juicio Final (2 Ts. 1:7-9). En este mundo, hay personas que quieren obtener buenos resultados sin dejar de hacer el mal, engañando a otras personas e incluso a su propia conciencia, porque no conocen a Dios. Es como esperar que crezca cebada aunque se siembre trigo. Sin embargo, la cebada nunca crece donde se siembra trigo, aunque esperemos que salga.

Bienaventurados los que reconocen a Dios y ponen en práctica su voluntad entendiéndola correctamente. Veamos un caso histórico en el que el mandamiento de Jesús “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” se observa completamente.

“Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.” Mt. 26:6-13

Como una mujer derramó un frasco de alabastro de perfume muy caro sobre la cabeza de Jesús, los discípulos se indignaron, diciendo que el perfume podría haberse vendido a un precio muy alto y el dinero dado a los pobres. Si consultamos los demás evangelios, podemos ver que la mujer que derramó el perfume sobre Jesús era María, y el discípulo que se indignó era Judas Iscariote. El perfume de María derramado sobre Jesús equivalía a un año de salario para un trabajador promedio en ese momento. Entonces Judas, lleno de avaricia y codicia por el dinero, levantó la voz más fuerte que cualquiera de los discípulos y se quejó de que ella había perdido el costoso perfume. Entonces Jesús detuvo a los discípulos y alabó a María por su obra, que provenía de su fe y su entendimiento. Por otra parte, Él dijo: “Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho” (Mr. 14:3-9, Lc. 7:36-50, Jn. 12:1-8).

María dio a Jesús el perfume pensando para sí: “Dios, que es el Creador de todo el universo y todo en él, vino a esta tierra para salvar a los pecadores viles y sin valor. Este perfume es nada comparado con su gran amor por nosotros”. Jesús alabó a María por su fe, porque lo amaba con todo su corazón, mente y fuerzas, y no solo porque hubiera derramado en Él el perfume de gran valor.

Tenemos que examinarnos para ver si amamos a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas, igual como María. Cada uno de nosotros tiene un papel diferente en el evangelio. Algunos predican el evangelio a tiempo completo, y otros apoyan el evangelio indirectamente, tratando de hacer voluntariamente las cosas de Sion. Como partes del “cuerpo de Cristo” (1 Co. 12:27), debemos dedicarnos plenamente a nuestro papel dado por Dios, sin importar cuál sea nuestro papel, dirigiendo nuestro corazón hacia Dios. Si lo hacemos con quejas en nuestro corazón, será inútil y no podrá dar buenos frutos.

Sé que los miembros, incluyendo a las esposas del personal pastoral, preparan la comida de todo corazón todos los días de reposo, orando sinceramente y con fe que todos los que coman la comida tengan buena salud, tanto física como espiritualmente, para que puedan ser completamente fieles a Dios y puedan entrar en el reino de Dios. Ponen todo su corazón, mente y alma en la obra de Dios. En este sentido, estoy seguro de que lo que hacen no es diferente de la obra de María de verter un frasco de alabastro de perfume sobre Jesús.

La obra de Zaqueo y Abraham de recibir a Dios con alegría

Zaqueo recibió a Cristo con todo su corazón y con toda su alma.

“Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Lc. 19:1-10

Zaqueo estaba feliz de recibir a Jesús en su casa, y le prometió que daría la mitad de sus posesiones a los pobres y que si había engañado a alguno, le devolvería cuatro veces la cantidad. Esta fue la mejor obra que él hizo para probar que amaba a Dios con todo su corazón, mente y fuerzas, y Jesús aceptó de buen agrado su corazón sincero.

¿Por qué cree que estos acontecimientos pasados están escritos en la Biblia? Dios se complació con la fe y las obras de esas personas que lo amaban con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, y les dio la bendición de la salvación. Si sembramos el bien, la rectitud, la honestidad, la fe y la pasión por Dios, sin falta recibiremos los resultados de nuestras obras. Hay tantos accidentes que a veces hacen que la gente pierda todo lo que han guardado para sí mismos en este mundo. Sin embargo, todo lo que hemos hecho para Dios nos será devuelto sin falta. Dios nos retribuirá incluso un sinnúmero de veces más. Por lo tanto, los que se dedican a la obra de Dios son realmente los más sabios e inteligentes del mundo.

“Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa […]. Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron. Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. […]” Gn. 18:1-10

Aquí podemos ver la escena en que Abraham sirve a Dios con todo su corazón. Así, todos los antepasados de la fe dedicaron todo su corazón, mente y alma a Dios. Dios se complació con las obras llenas de gracia y les dio grandes recompensas y bendiciones.

Las bendiciones del cielo dadas a los que se jactan de Dios

Para amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas, tenemos que poner en práctica. La Biblia dice que si amamos a Dios, primero debemos obedecer los mandamientos de Dios y luego jactarnos de Dios (Jn. 14:15, 21:15-17). Si verdaderamente amamos a Dios, nuestro corazón se llenará de ferviente pasión de jactarnos de Dios ante quienquiera que encontremos.

“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.” Sal. 20:7

“Porque no confiaré en mi arco, ni mi espada me salvará; pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, y has avergonzado a los que nos aborrecían. En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre.” Sal. 44:6-8

Si usted ama a alguien, se jactará de esa persona ante sus familiares, parientes o amigos. Es probable que sienta ganas de decirles todo lo relacionado con la persona que usted ama: su personalidad, apariencia, estatura, forma de hablar, etc. Del mismo modo, si amamos a Dios, es natural que siempre nos jactemos de Dios, de lo maravilloso y asombroso que es. Si nos sentimos incómodos o tímidos para hablarle a la gente acerca de Dios, debemos examinar nuestro amor por Él.

David se jactaba de Dios todos los días, y Dios lo elogió, diciendo que él era un “varón conforme a mi corazón”. El hecho de que se jactara de Dios delante de la gente todo el día es una prueba de que amaba a Dios profundamente en su corazón. El libro de Salmos describe muy bien su corazón de amor por Dios.

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él. Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen.” Sal. 34:1-9

Si hablamos a la gente acerca de Dios y nos jactamos de Él, la gente cuyo corazón está cansado escuchará nuestro mensaje y se acercará a Dios, para que también se alegren juntos en la esperanza. Hermanos y hermanas de Sion, sigamos la voluntad de Dios plenamente con todo nuestro corazón, mente y alma, jactándonos de Dios todos los días, igual como David.

Dios nos paga conforme a nuestras obras; nos recompensa con cosas justas si hacemos lo justo, y nos devuelve cosas malas si hacemos el mal. Todo lo que sembramos, eso cosechamos. Por eso, si queremos ir al reino de los cielos, debemos sembrar buenas obras lo suficientemente dignas de entrar en el cielo. Si queremos ir al cielo sin dejar de hacer las cosas mundanas, no es diferente de esperar cebada después de haber sembrado trigo en el campo.

¿No le gustaría sembrar las semillas del cielo con diligencia y todos los días, deseando que llegue el eterno reino de los cielos? Dediquemos todo nuestro corazón, mente y alma a la obra de Dios. Les pido ansiosamente a todos ustedes que posean la verdadera belleza interior y también hagan buenas obras delante de Dios, que mira nuestro corazón.