Cuando estaba yendo a la India, ocurrió un pequeño problema en el proceso de expedición de mi visa en el aeropuerto de Nepal. Solamente tenía rupias indias, pero me dijeron que era posible pagar únicamente con wones coreanos, dólares estadounidenses o rupias nepalíes. Incluso la máquina de cambio de divisas no funcionaba, así que iba de un lado a otro sin saber qué hacer. Pero con la ayuda de dos amables extranjeras, la urgente situación se resolvió. En definitiva, fue la Madre quien envió esos ángeles hacia mí.
La aparición de los ángeles no se detuvo allí. Tenía el plan de quedarme una noche en Nepal y después ir a la India, así que quería saber si alguna persona del hotel en el que había hecho una reservación, había llegado para recibirme. Busqué algún cartel con mi nombre, pero no lo encontraba en ninguna parte. Al ver que una extranjera deambulaba en el aeropuerto, los taxistas hicieron un alboroto intentando que me subiera a sus vehículos. Los rechacé por precaución y pensé en qué hacer. Afortunadamente, conocí a un amable empleado del aeropuerto y pude llegar al hotel.
En el hotel, los incidentes continuaron. Al principio, el recepcionista dijo que no podía pagar con rupias indias, pero de repente se retractó: “Oh, es posible pagar con rupias indias hoy”. Después de pagar, recibí 2000 rupias nepalíes como cambio.
La mañana siguiente, me levanté tarde, me aseé y me alisté con calma para ir al aeropuerto. La hora de partida era en la tarde, por lo que no necesitaba apresurarme. Entonces, miré un papel que cayó de mi maleta y quedé aterrada: decía que la hora de partida era a las 10:25 a. m. Cuando miré el reloj, eran las 10:10 a. m.
Me apresuré a tomar mi equipaje y me dirigí al aeropuerto en un taxi. La tarifa del taxi fue exactamente de 2000 rupias, ni más, ni menos. Di gracias a Dios pensando que, si no hubiera recibido el cambio el día anterior, no habría podido ir en taxi. Llegué al aeropuerto corriendo y en el momento en que trataba de obtener mi boleto, el personal me llamó desde la oficina.
—La hora de salida es a las 10:25. ¿Por qué ha llegado ahora?
—Confundí la hora de salida. ¿Puedo reservar otro vuelo?
—Mire, seguramente alguien la está ayudando.
—¿Qué? No entiendo…
—Esta clase de situación difícilmente sucede en la mañana, pero el vuelo se retrasó una hora.
—¡Oh, gracias al Padre y la Madre! —pensé.
Cinco miembros del personal del aeropuerto me escoltaron a una sala de espera. Estuve allí diez minutos y luego subí al avión sin contratiempos.
Incluso dentro del avión, me esperaban pequeñas sorpresas. Tenía el antojo de tomar un café y comer unas galletas, y pensé: “Los comeré tan pronto como llegue a la India”. Entonces la asistente de vuelo que estaba sentada a mi lado, comenzó a hablarme y me ofreció una taza de café y también galletas. Podrían pensar que no fue nada especial, pero yo sentí que Dios les dijo a los ángeles que me acompañaran de principio a fin.
Desde Nepal hasta la India, todos esos pequeños incidentes que experimenté fueron simplemente un precursor. Mientras hacía la obra del evangelio en Lucknow, India, quedé aún más convencida de que los ángeles me acompañaban.
Un día visité a un nuevo miembro del área de señores con un miembro local. Este hermano fue el único cristiano que encontramos en toda la aldea mientras predicábamos, pero la esposa del hermano nuevo no creía en Dios. Ese día, le pedimos a su esposa y a sus dos hijos que recibieran la bendición de Dios. Estábamos conversando de varias cosas, y de repente su esposa nos preguntó:
—¿De casualidad han conocido a algún otro cristiano en esta aldea?
—No.
—Síganme.
El lugar adonde nos llevó era la casa de enfrente. Cuando tocamos el timbre, salió una madre y su hija. Eran cristianas y nos recibieron con gusto cuando les dijimos que estábamos anunciando la palabra de Dios. Después de ese día, estudiaron la verdad muchas veces, visitaron Sion y pronto recibieron la bendición de una nueva vida. Pocos días después, el resto de su familia también recibió al verdadero Dios.
La hija, que había estado guardando las leyes de Dios junto a sus padres, su hermano mayor y sus hermanos menores, reflexionó sobre el día en que nos encontramos por primera vez y dijo: “Hasta ese momento, nadie había venido a mi casa para anunciar la palabra de Dios. Ese día, vi dos ángeles”.
La hermana nos llamó ángeles, pero hubo un ángel que Dios nos envió antes. Fue la esposa del hermano, quien nos hizo conocer la casa de la hermana. Ella también recibió la verdad al final y ha estado guardando las fiestas de Dios solemnemente. Además, las personas que animaron a la esposa del hermano a bautizarse, fueron los miembros de la casa de enfrente. El plan de Dios es realmente sorprendente.
Buscando a los miembros perdidos de nuestra familia celestial y pasando días de ensueño en el extranjero, a veces pensaba que estaba sola y me sentía desamparada. Sin embargo, en realidad Dios nunca me dejó sola ni por un segundo; Él ordenó a ángeles confiables que me acompañaran. Creo que todas las personas que me ayudaron, sin falta recibirán la bendición de Dios. Espero que ustedes también crean que los ángeles siempre los acompañan justo a su lado.